“Las desgracias nunca vienen solas”, según el dicho popular. Algo parecido ocurre con numerosas enfermedades, que se presentan de forma conjunta a pesar de que aparentemente son muy dispares. La relación entre depresión y enfermedad cardiovascular se conoce desde hace años y hay muchos estudios que muestran que se trata de un vínculo bidireccional: una salud mental deficiente incrementa el riesgo de sufrir un infarto, un ictus u otras patologías y, a su vez, tener depresión aumenta las probabilidades de padecer dolencias vasculares cardiacas y del cerebro.
Ahora, un nuevo estudio, publicado en la revista Frontiers in Psychiatry, aporta pruebas genéticas que apuntalan esta asociación. Binisha Hamal Mishra y su equipo, de la Universidad de Tampere (Finlandia), han demostrado que la depresión y las enfermedades cardiovasculares comparten lo que se conoce como módulo genético funcional, compuesto en este caso por 256 genes cuya expresión en niveles superiores o inferiores a los considerados normales confiere a las personas portadoras un mayor riesgo de padecer ambos tipos de enfermedades.
La inflamación, nexo de unión
Los genes que conforman el conjunto descrito están implicados en procesos biológicos como la inflamación, que participa en la patogénesis tanto de la depresión como de las enfermedades cardiovasculares. Esto podría explicar, al menos en parte, por qué ambas enfermedades suelen presentarse juntas.
“Se sabe que los tres genes principales de este módulo genético están asociados con enfermedades neurodegenerativas, trastorno bipolar y depresión. Ahora hemos demostrado que también están relacionados con una deficiente salud cardiovascular”, ha expuesto Mishra.
El hecho de que este análisis genético se efectuase en jóvenes finlandeses aporta datos de sumo interés si se tiene en cuenta que Finlandia presenta la incidencia estimada más alta de trastornos mentales en la Unión Europea y es el noveno país del mundo en cuanto a prevalencia de la depresión. En cambio, es un país con una prevalencia relativamente baja de enfermedades cardiovasculares.
Los datos obtenidos en el estudio pueden emplearse, en palabras de la investigadora, “como biomarcadores de depresión y enfermedades cardiovasculares” que, en última instancia, “pueden facilitar el desarrollo de estrategias preventivas para ambos tipos de patologías”.
Otras posibles explicaciones para una conexión muy frecuente
Un estudio publicado en 2017 en European Heart Journal demostró que aproximadamente 1 de cada 5 personas con enfermedades cardíacas padecen una depresión grave, y un número aún mayor manifiesta algún síntoma depresivo. Asimismo, hay investigaciones que demuestran que sufrir depresión aumenta hasta casi un 65% el riesgo de padecer algún problema cardiovascular.
¿Cuál es la explicación? No está del todo clara porque intervienen múltiples factores de carácter biológico, psicológico y de diversa índole. Las personas con depresión tienen una respuesta más potente o exagerada al estrés, lo que hace que su organismo libere mayores niveles de la hormona cortisol. Es sabido que un exceso de cortisol puede incidir de forma negativa en la salud cardiaca.
Los pacientes con depresión también suelen tener una presión arterial alta e incontrolada, una frecuencia cardíaca elevada, mayores niveles de inflamación y mayor agregación de las plaquetas de la sangre, lo que puede dar lugar a coágulos (trombos).
Desde el punto de vista del comportamiento, los individuos con este trastorno mental tienen una mayor tendencia a adoptar hábitos de vida que aumentan el riesgo de sufrir enfermedad cardiovascular, como una dieta poco saludable, fumar, beber demasiado alcohol y no practicar suficiente ejercicio físico. Asimismo, son más propensos a dejar de tomar la medicación para el corazón.
En todo caso, conviene dejar claro que no todas las personas con depresión desarrollan problemas cardiacos ni todos los sujetos con patología cardiovascular se deprimen. La baja incidencia de dolencias del corazón en Finlandia a pesar de la alta tasa de depresión así lo corrobora.