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Por Tomás Peña

Altice

“Abucheado mientras admitía su derrota en un hotel de Santo Domingo, el candidato gubernamental a la presidencia de la República Dominicana en las elecciones del pasado domingo, el centrista Danilo Medina, renunció a la segunda vuelta porque hubiera sido derrotado de nuevo y, probablemente, por mayor margen”[1]. De esta forma inicia un artículo publicado en el periódico internacional “El País”, de fecha 18 de mayo del año 2000.

En ese entonces, con el 99,92% del escrutinio, el candidato opositor Hipólito Mejía apenas llegaba al 49,87% de los votos, lo cual significaría la celebración de una segunda contienda electoral. En ese caso, tendría como rival a Danilo Medina, habiendo obtenido un 24,94%; quedaría descartado en un tercer lugar, quien había sido siete veces presidente de la República Dominicana, el Dr. Joaquín Balaguer, con un 24,60%.

Entendemos que fue una decisión salomónica la renuncia del candidato oficialista, puesto que ir a una segunda vuelta en ese escenario, hubiese sido cavar su propia tumba; ya el líder del reformismo, se había tomado una fotografía con Hipólito, declarándolo el ganador de las elecciones.

Para el año 2000, la normativa constitucional y electoral dominicana, no preveía la situación en la que uno de los candidatos llamados a asistir a una segunda vuelta, renunciase a su candidatura. Incluso, algunos expertos de la época afirmaron que la proclamación de Mejía, no había sido legítima. No obstante, el legislador dominicano dio solución esta situación en la nueva Ley Orgánica de Régimen Electoral del año 2019, la cual en su artículo 265 dice lo siguiente: “…Si una de las candidaturas con derecho a participar en la segunda elección retira su participación en ésta, se declarará ganadora la otra candidatura, sin necesidad de realizar la segunda elección”[2]

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Nos tomaremos el atrevimiento, de hacer una analogía con el contexto político actual de la República Dominicana. Hasta el momento, las encuestas apuntan a que quedaría en un primer lugar el candidato del Partido Revolucionario Moderno, Luis Abinader, seguido por el oficialista Gonzalo Castillo y en un tercer lugar el expresidente Leonel Fernández.  Dado a que nos encontramos en contextos tripolares semejantes, nos nace la siguiente interrogante: ¿Qué sucedería si Luis Abinader no supera el 50% de los votos para ganar en una primera vuelta?

Es de conocimiento común, y así lo han manifestado públicamente altos dirigentes de La Fuerza del Pueblo, que el expresidente Fernández no pactaría bajo ningún concepto con el partido oficialista en una eventual segunda vuelta, puesto que no tendría sentido su renuncia del PLD y “no apoyarían a un candidato que es un producto del fraude y de un fraude en perjuicio de ellos mismos”[3], así lo afirmó el exvicepresidente de la República, Rafael Alburquerque.

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Dicho lo anterior, entendemos que la mejor decisión que puede tomar el candidato del oficialismo, en el caso de unos esporádicos segundos comicios, es renunciar a su candidatura como lo hizo Danilo Medina en el año 2000. Estratégicamente esto generaría tres principales beneficios, el primero es evitar un posible pacto entre el PRM y la Fuerza del Pueblo y que de esta forma, Leonel Fernández adquiera una significativa cuota de poder; el segundo es prevenir el riesgo político de ser derrotado por segunda vez y con una mayor diferencia de votos; por último, el tercero y más importante, es garantizar la salud, la economía y la tranquilidad de los dominicanos, puesto que la celebración de unas nuevas elecciones supondría un nuevo riesgo de contagios, un gasto de miles de millones de pesos y una incertidumbre social y política.

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