Por JUAN T H
Las técnicas para derrotar a un gobierno considerado enemigo, por no seguir los lineamientos trazados por el Departamento de Estado, de los Estados Unidos de Norteamérica, son cada vez más ajustándolos a los avances de la ciencia y la tecnología, en el plano militar, comunicacional y psicológico.
Enfrentar el poder que emana desde el país más poderoso del mundo, con bases militares estratégicamente diseminadas por todos los continentes, dispuestas a entrar en acción en cualquier momento que se requiera, con sus portaviones, submarinos nucleares, modernos aviones de combates, bombas atómicas más letales y destructivas que las utilizadas en Japón durante la Segunda Guerra Mundial, armas biológicas, misiles, drones de última generación, soldados robots, satélites observando el movimiento de todos los ciudadanos del planeta.
A esa temerosa y aterradora fuerza militar, debemos sumarle el poder de sus medios de comunicación, a saber, prensa, radiofónicas, televisivas y redes sociales (Facebook, Tik Tok, (que Estados Unidos se lo disputa con China, su dueño original) Instagram, X (antiguo Twitter), entre otros, que se usan para crear corrientes de opinión pública en un sentido o en otro, dependiendo de los intereses que se quieran defender, destruir o proteger.
Los pueblos latinoamericanos han sido víctimas de la violencia y de la manipulación. Cuando no funciona el “ejército del aire”, entonces se recurre al “ejército de tierra”. Es decir, si la política de comunicación, muy bien diseñada y costosa, no funciona, (mentiras, falsedades, engaños, injuria, difamación, etc.), entonces se utiliza la violencia, ya sea mediante un golpe de Estado, una poblada, huelgas, protestas callejeras, una guerra civil o una invasión, organizadas y financiada a cualquier precio, para justificar el derrocamiento del gobierno y el surgimiento de otro de su preferencia que garantice el retorno de la “democrática”.
Primero se busca la unidad de los partidos y organizaciones de oposición. Se financia con mucho dinero. Se invierten cientos de millones de dólares. Se monta la campaña mediática en radio y televisión; (CNN no se detiene nunca, ni el New York Time, entre otros) La prensa amarilla se da banquete injuriando y difamando, presentando imágenes viejas como nuevas.
Las “redes sociales”, a través de plataformas inventadas y de robots falsos, con millones de cuentas en todas las redes igualmente falsas, hacen el trabajo de manipulación y desinformación. Al presidente que se quiere derrocar, no importa como se llame, se acorrala mediáticamente acusándolo de dictador, violador de los derechos humanos, despiadado, bruto, inhumano, asesino, etc., etc. Se crea un estereotipo canallesco de la figura presidencial tanto en el plano local como internacional. De esa manera se crea una percepción diabólica del presidente y del gobierno. La percepción, en política, es realidad, no importa que sea falsa. Al final, la verdad es lo que menos importa.
Los incautos, enajenados, transculturizados, idiotizados por la propaganda, lentamente comprando, en su ignorancia y desconocimiento, la narrativa de los poderosos medios de comunicación nacionales e internacionales, sin darse cuenta de que están siendo desinformados y enajenados.
No olvidemos que vivimos en un mundo interconectado, que somo una especie de “aldea global”, donde el “Fake News” (Noticias falsas) se utilizan políticamente para convertir rumores en verdad. En el mundo del espectáculo en que vivimos la verdad perdió su valor. Los Fake News (noticias falsas) que Donal Trump puso de moda durante su campaña y durante su gobierno, “se diseñan y emiten con la intención deliberada de engañar, inducir a error, manipular decisiones personales, desprestigiar o enaltecer a una institución, entidad o persona, obtener ganancias económicas o rédito político. Al presentar hechos falsos como si fueran reales, es considerada una amenaza a la credibilidad de los medios de comunicación «serios» y los periodistas profesionales, a la vez que un desafío para el público receptor”
Nada es al azar. Nada es improvisado. No hay pasos en falso. Se hackean los procesos electorales para que los resultados no sean creíbles, la ciberseguridad se derrumba, se intervienen y se manipulan las máquinas, se adelantan y se falsifican las encuestas antes y después de las elecciones anunciando el supuesto triunfo de la oposición y reafirmando el fraude colosal del gobierno. Las actas de votaciones presentadas pobremente por la oposición son falsas.
Cuando un presidente o un gobierno no es del agrado de Washington, cuando no responde a sus intereses regionales o geopolíticos se elabora un plan macro que va desde lo pequeño a lo grande. Lo subliminal pasa con aparente inocencia a la conciencia colectiva. Es el acondicionamiento de la conciencia, que pasa de lo individual a lo colectivo, de lo personal a lo social.
(usted escucha en los medios el comercial invitándolo a consumir una gaseosa. Se lo repiten tantas veces al día que, cuando va al supermercado, inconscientemente escoge la gaseosa que le han vendido en los medios. Lo mismo ocurre con le política. Le repiten a los ciudadanos, una y mil veces, que Chávez, Maduro, Fidel, Maurice Bishop, Ortega, Allende, Correa, Evo Morales, Lula, entre otros, que es un dictador, comunista, que la gente termina creyéndolo, comprando el discurso, como lo hace con la gaseosa. Es así como una mentira se convierte en verdad. La repetición del mensaje en los periódicos, radio, televisión, redes sociales, que usted, pobre tonto manipulable y enajenado, termina creyendo todo cuando le dicen)
No se escatiman esfuerzos ni recursos. Se buscan o se crean las organizaciones financiadas cuidando que la táctica no se trague la estrategia. Sucedió en Chile, con Salvador Allende, con Juan Bosch en República Dominicana, con Fidel Castro, al que intentaron derrotar con sabotajes, invasiones como la Bahía de Cochinos, etc. Intentaron de asesinar en más de cien ocasiones sin lograrlo. En Bolivia no fue distinto con Evo Morales al que hicieron saltar del poder acusándolo de haber montado un fraude electoral que nunca ocurrió, como lo reconoció la inefable y odiada Organización de Estados Americanos (OEA), organización al servicio de los Estados Unidos, de los países latinoamericanos.
El caso venezolano es similar. Durante más de 20 años, se montó una campaña en contra del presidente Hugo Chávez, a quien intentaron derrotar en más de una ocasión. El cáncer de Chávez, que terminó matándolo, hay quienes aseguran que provocado por “el imperialismo”, como llegó a decirlo el propio presidente bolivariano. A la muerte de Chávez, la conspiración continúo. No cesó un segundo. El experimento con el payaso de Juan Guaidó, proclamado presidente de Venezuela, reconocido por algunos gobiernos de la región, sin que nadie lo eligiera, es una muestra.
Lo ocurrido durante las elecciones presidenciales del 28 de Julio en Venezuela, es una muestra más de la manipulación, la farsa, el engaño para manipular y enajenar una parte del pueblo venezolano y de los pueblos latinoamericanos que se han sumado con aparente inocencia, al fraude electoral realizado desde fuera del territorio venezolano por grupos y entidades financiadas por Estados Unidos para imponer a la derecha oligárquica venezolana en el poder.
Las redes sociales, Facebook, X (antiguo Twitter,) YouTube, etc. etc.), controladas por las grandes potencias, principalmente Estados Unidos en el caso de América Latina, se han convertido en un arma extraordinaria, con tanta o más fuerza y poder que un ejército armado con fusiles y tanques de guerra. Sus armas son invisibles a simple vista, pero matan la capacidad de las personas para discernir entre lo bueno y lo malo, entre la verdad y la mentira. Tienen el poder de cambiar la percepción de los pueblos que lucen indefenso ante el “ejército del aire” que representan los medios de comunicación.
Algunos amigos me preguntan si es verdad que estoy con Maduro. Mi respuesta es: Estoy con la verdad. No soy un enajenado mental. Tengo cabeza propia. Nadie me manipula. Creo en la autodeterminación de los pueblos, en su independencia. Soy, amigos, un libre pensador. ¡Nada más!