Por JUAN T H
El segundo gobierno del Partido Revolucionario Moderno es nuevo, apenas tiene cuatro meses, pero parece viejo, como si tuviera un siglo.
Se impone, por lo tanto, retomar el camino, renovar las fuerzas, asumir las tareas pendientes, dejando, como estela de la mar, a los rezagados, a los que no van al ritmo del presidente Luís Abinader.
Funcionarios que no funcionan, deben ser sustituidos, buscar compañeros del partido dispuestos a trabajar sin descanso para que el partido y el presidente hagan un gobierno excelente.
El pueblo votó mayoritariamente por Abinader, no por los funcionarios que hoy ocupan los ministerios y las direcciones generales; ni siquiera por todos los senadores, diputados y alcaldes. Fue Abinader que se echó el partido sobre sus hombros, fue Abinader que recorrió todo el país para promover y apoyar a los candidatos bajo la consigna de “un solo gobierno”. Un solo gobierno en el Congreso, un solo gobierno en la Cámara de Diputados, un solo gobierno en la municipalidad.
Pocas veces hemos visto a un presidente de la República asumir las distintas candidaturas a nivel nacional como la propia.
Ocurre, sin embargo, que, aunque el PRM, de la mano del presidente Abinader, ganó las elecciones abrumadoramente, no está siendo acompañado de la misma manera. El partido luce dividido, desarticulado por los grupos que aspiran al control, tanto del partido como del gobierno.
Funcionarios que no funcionan, que no han hecho suyo el gobierno, que no trabajan por el éxito, que no se desvelan, deben ser sustituidos.
El presidente tiene que cancelar a los funcionarios que no funcionan, enviarlos para sus casas no importa el vínculo personal que mantenga con ellos. Este es el gobierno de Luís Abinader, no de fulano o mengano. La historia hablará del gobierno de Luís Abinader, no de Laureano Buen Dia, ni de Gumercindo de la Rosa. A esos, funcionarios que no funcionan, la historia los ignorará.
El PRM tiene que volver a sus inicios cuando buscaba afanosamente el poder, trabajando con humildad, unitariamente, con un espíritu de cuerpo envidiable que le permitió ganar las elecciones y derrotar al Partido de la Liberación Dominicana. Pero ahora ocurre que una buena parte de los dirigentes trabajan, no para el gobierno, ni para el país, trabajan para ellos mismos, olvidando que su éxito depende del éxito del presidente Abinader, que, si Abinader fracasa, si no cumple con sus promesas de campaña, ellos también fracasaran. Sin un mandato exitoso durante estos cuatro años, no habrá otro periodo. Sin un 2024-2028 no habrá un 2028-2032 para el PRM.
Lo que sucedió con el proyecto de reforma fiscal debe ser motivo de reflexión dentro del partido y del propio gobierno. Pocos fueron los dirigentes del partido y funcionarios del gobierno los que salieron a defender, con uñas y dientes, el proyecto de reforma. Aunque no lo admitan, la oposición, bien articulada en los medios de comunicación, incluyendo las redes sociales, a las que el gobierno parece tenerle miedo como el Diablo a la Cruz, ganó la batalla.
No hay dudas de que el proyecto de reforma no fue bien elaborado, bien pensado, ni bien defendido en las vistas públicas, en el Congreso, donde la mayoría oficialista es abrumadora, ni en los medios de comunicación.
El gobierno parecía acorralado. El presidente Abinader, inteligentemente, retiro el proyecto, desactivando los planes subversivos de la oposición que apostaban a una poblada violenta. Ahora sucede, amigos, que los que rechazaban el proyecto de reforma, ahora dicen que debe hacerse. Palos si Bogas, palo si no Bogas. Antes no querían la reforma, ahora la piden a gritos porque es indispensable para mantener estabilidad económica y gobernanza.
Espero que el presidente Abinader mueva algunas fichas del ajedrez político gubernamental. Hay que mover piezas, sacrificar algunos peones, mover los caballos y los arfiles, sacrificar la Reyna si es preciso, para salvar al Rey.