La ficción defendida por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de que los demócratas amañaron las elecciones de noviembre para robarle la victoria sufrió anoche un golpe más, esta vez no en los tribunales, donde sus abogados han sido reprendidos por la falta de base de sus graves acusaciones, sino por parte del Departamento de Justicia de su propio gobierno. A menudo criticado por actuar más como abogado del presidente que del pueblo americano el fiscal general, Bill Barr, se enfrentó anoche a Trump con unas contundentes declaraciones en las que sostiene que no hay ninguna prueba del fraude electoral que este denuncia.
“Hasta la fecha, no he visto fraude a una escala que pudiera provocar un resultado diferente de las elecciones”, declaró Barr en una entrevista con la agencia Associated Press en la que aclaró que ha investigado la supuesta manipulación de las máquinas de votación para “distorsionar los resultados” y no han encontrado “nada que pruebe” algo semejante. El bulo, difundido por el propio Trump, se refiere a los aparatos de la empresa Dominion y ha traspasado fronteras; en España por ejemplo sigue circulando. Antes de los comicios, Barr autorizó a los fiscales generales de los estados a investigar posibles irregularidades pero su conclusión, conocida ayer, es que no se ha cometido fraude.
“Hay una tendencia creciente a usar el sistema de justicia penal como si fuera la solución para todo”, lamentó el fiscal general en sus declaraciones. “Cuando a la gente no le gusta algo, quiere que el Departamento de Justicia investigue”. Y, en el caso de las elecciones, recalcó, entrando en colisión directa con el presidente, “la mayor parte de denuncias de fraude se refieren a casos y personas concretos, no a acusaciones generalizadas, y estas se están viniendo abajo”.
Los comentarios del responsable del Ministerio de Justicia son un duro golpe para Trump en especial de cara a sus votantes, que saben bien que Barr ha sido un fiel aliado del presidente durante los últimos años. Las demandas de lealtad del republicano han sido sin embargo cada vez más elevadas y en los últimos meses se ha mostrado crítico con el fiscal general, por ejemplo por no abrir una investigación al hijo de su rival demócrata, Joe Biden, vencedor de las elecciones de noviembre de acuerdo con los resultados provisionales, que los estados oficializarán el próximo 14 de diciembre. En los últimos días Trump ha dejado caer que el supuesto fraude era tan grande que quizás hasta el Departamento de Justicia estaba en el ajo.
Los jueces han rechazado más de 30 recursos presentados por los abogados del presidente, todos salvo uno, relativo a la distancia a la que podían estar los observadores de su partido durante el recuento de votos. Los republicanos de Wisconsin y Georgia, entre otros, se han negado a ceder a las presiones del presidente y han certificado el resultado electoral en sus respectivos estados, en lugar de aplazar el proceso, declarar fallida la elección y nombrar compromisarios dispuestos a traicionar el voto popular y apoyar a Trump en lugar de a Biden en el cónclave de mediados de mes.
Nada de esto ha desanimado al presidente, que sigue difundiendo bulos de las elecciones y se niega a reconocer la victoria de Biden, aunque ha accedido a que comience la transición y el presidente electo recibió ayer lunes su primer informe confidencial de los servicios de inteligencia, el mismo al que tiene acceso el actual inquilino de la Casa Blanca. Ayer el abogado de Trump, Rudy Giuliani, antaño conocido como “el alcalde de América” por su actuación durante los atentados del 11-S, cuestionó que haya habido nada parecido a una auténtica investigación. Tras difundirse la entrevista, Barr pasó dos horas en la Casa Blanca reunido con Trump. Según sus portavoces, la reunión estaba programada de antemano.
El presidente ha recaudado 170 millones de dólares desde el día de las elecciones bajo el reclamo de que necesita apoyo para su batalla legal, aunque de acuerdo con la letra pequeña de sus apremiantes sms y correos electrónicos solo una pequeña parte de las donaciones se destina a ese fin; una parte se dirige a pagar las deudas de la campaña electoral y otra, a un fondo (Save America leadership) que probablemente Trump utilizará para sus actividades políticas o las de sus hijos una vez deje la Casa Blanca. El presidente ha dejado caer a sus allegados que pretende volver a presentarse a las elecciones presidenciales en el 2024. Según la cadena NBC, podría celebrar su primer mitin el próximo 20 de enero, la fecha de la toma de posesión de Biden como presidente. lavanguardia.com