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El fetichismo es un tipo de excitación o atracción sexual hacia objetos inanimados, partes del cuerpo no genitales o situaciones concretas. Los pies es la parte del cuerpo que se asocia con este tipo de gusto, pero hay más.

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Las relaciones sexuales han cambiado mucho en los últimos años así como la forma en la que se siente placer o las formas de excitación. Es cierto que la estimulación de zonas erógenas como genitales, nalgas o cuello sigue siendo lo más habitual, pero existen otras formas menos convencionales de excitarnos y que entrarían dentro de lo que se conoce como fetichismo. Aunque la Real Academia de la Lengua Española define el fetichismo como una “desviación sexual”, la realidad es que es una práctica cada vez más común y que, sin llegar a los extremos, puede mejorar las relaciones íntimas. 

Tal y como explica Jesús Rodríguez, sexólogo y director del Instituto Sexológico Murciano, “el fetichismo es un tipo de excitación o atracción sexual hacia objetos inanimados, partes del cuerpo no genitales o situaciones concretas que por sí mismas no tienen un contenido sexual”.

Cuando pensamos en el fetichismo, explica Cecilia Bizzotto, socióloga de JOYclub, “rápidamente nos vienen a la cabeza los fetiches relacionados con los pies, los tacones, las medias o la lencería, pero hay muchos tipos de fetichismo, desde personas que se sienten atraídas por partes del cuerpo en general (un fetiche común son los ombligos, las manos o las orejas); por objetos, como las máscaras o los piercings, hasta quienes se erotizan con prácticas como el exhibicionismo, el voyerismo o los juegos de rol”.

Si hablamos de fetichismos, matiza la socióloga, “necesariamente tenemos que hablar de lo que es normal y lo que no lo es en lo relativo a nuestra sexualidad y a la sociedad. Siempre se nos ha dicho que “está bien” que a un hombre heterosexual le exciten los pechos femeninos y que, nada más verlos, pueda sentir incluso una erección, pero si ocurre lo mismo al ver unos pies o un hombro, entonces estás mal”.

En opinión de Bizzotto, “esto nos habla de cuán impuesta es la sexualidad que vivimos y de cuán necesario es deconstruirla para poder disfrutar de su diversidad” y es que es una evidencia que “aquellas atracciones que parecen más raras y minoritarias son, en el fondo, deseadas por una importante proporción de la población”. 

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¿Habitual?

Sobre si el fetichismo es habitual o no, la respuesta dependerá del tipo. “La diversidad en cuanto a la sexualidad ha sido siempre la misma, pero antes no nos atrevíamos a estimularlo, ni a comunicarlo, ni a trabajarlo”, señala la socióloga, por eso es tan difícil cuantificar el fetichismo. Según indica, un estudio americano realizado en 2020 “demostró que el 45% de los y las americanas fantaseaban con objetos considerados fetichistas, además, 1 de cada 7 personas lo hizo alguna vez con un encuentro sexual en el que los pies tenían especial protagonismo”. Estos datos pueden darnos una pista del gusto por la excitación menos convencional. 

En cuanto al tipo de fetichismo más habitual, sin duda, es el de los pies, pero hay otros que también son frecuentes, como los que tienen que ver con otras partes del cuerpo (ombligo, hombros, cuello…). “Es importante señalar que el fetichismo también puede ser sobre objetos que, al estar presentes en el encuentro sexual, incrementan la excitación, por ejemplo, medias, zapatos, esposas o cuero”, añade. 

Pero también hay otros fetiches menos conocidos. Algunos ejemplos son:

  • Tricofilia. Estas personas alcanzan una intensa excitación cuando acarician el pelo de otras personas. Pero no todos son iguales, ya que quienes presentan este tipo de fetiche no siguen un patrón concreto, depende del color, el corte de pelo o hasta el peinado. Aunque la tricofilia se satisface con el contacto físico con el cabello, también se puede alcanzar el clímax viendo cortar el pelo.
     
  • Claustrofilia. Lo normal es tener pánico a espacios cerrados, pero en este tipo de fetiche lo excitante es permanecer en ellos. Ascensores, armarios o el cuarto de baño de un avión se convierten en los lugares perfectos si eres un aficionado a las relaciones sexuales en espacios extremadamente pequeños.
     
  • Autoandrofilia. Vestirse con lencería sexy o sensuales disfraces suele ser una de las fantasías más deseadas y recreadas en la intimidad del dormitorio. En el caso de la autoandrofilia, es la mujer la que siente placer al vestirse y actuar como hombre durante los preliminares y el acto sexual. Además, esta práctica también implica el rol de dominación.
     
  • Ursusagalamatofilia. Aunque pueda resultar extraño, la excitación sexual por los juguetes de peluche o por personas disfrazadas con traje de animal, como osos, tigres, perros o gatos, es uno fetiche más frecuente de lo que la gente podría llegar a imaginar.
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Cuando se convierte en un problema 

Los fetiches sexuales “no se consideran problemáticos si no dañan a personas y se practican con consentimiento”, señala Rodríguez, pero es cierto que hay veces que puede convertirse en un problema si se convierte en una obsesión. Según el sexólogo, “es importante saber diferenciar cuándo un fetiche se trata de un gusto particular o de un problema.  Para que sea preocupante debe causar malestar clínicamente significativo o deterioro en áreas del funcionamiento de la persona”.

Así, en el caso de que ese fetiche “sea imprescindible para conseguir la excitación estaríamos hablando de una parafilia” lo que, en palabras del experto, “puede llegar a convertirse en una idea obsesiva y a veces se asemeja a un trastorno de control de los impulsos, condicionando la vida sexual de la persona, afectando a diversas esferas, personal, social, incluso laboral”. En estos casos, recuerda que “es necesario un tratamiento especializado”.

Tal y como explica George R. Brown, catedrático de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Universidad Estatal del Este de Tennesse, en Estados Unidos, la necesidad del fetiche puede llegar a ser tan intensa y compulsiva que absorbe la vida de la persona y la destruye, sin embargo, en la mayoría de las personas que tienen un fetiche, su comportamiento no cumple los criterios para un trastorno porque no les causa una angustia significativa, no afecta a su funcionamiento diario ni perjudica a otras personas”.

El experto señala que “la conducta fetichista menor como adyuvante de una conducta sexual consensual no se considera un trastorno porque no hay angustia, discapacidad ni disfunción significativas. Los patrones y los comportamientos de excitación fetichistas obligatorios, más intensos y altamente compulsivos pueden provocar problemas en las relaciones o consumir por completo y destruir la vida de la persona”. En estos casos, es clave buscar ayuda a un especialista. 

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