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Por JUAN T H

Altice

El establecimiento del 50 más uno en la Constitución en el año 1996 para poder ganar las elecciones, fue el resultado del pacto rastrero y racial del Partido de la Liberación Dominicana y el Partido Reformista firmado por Juan Bosch, acosado por los años y por el alzhéimer, y por Joaquín Balaguer, muerto en vida con 89 años, para impedir que el otrora líder  del Partido Revolucionario Dominicano José Francisco Peña Gómez fuera electo presidente de la República como pronosticaban todas las encuestas.

Peña Gómez había sido objeto de un fraude  en 1994 que provocó una crisis pots electoral obligando al doctor Balaguer a recortar su mandato presidencial ofreciendo el famoso “dos y dos” que el líder del PRD no aceptó, lo cual, desde mi punto de vista, fue un error.

Dos años después, 1996, las fuerzas más retrogradas, recalcitrantes, racistas y reaccionarias se unieron en el vergonzoso “Pacto por la Democracia”, para impedir, a como diera lugar, que Peña Gómez dirigiera los destinos del país. “Por este lado se va al caos y al desorden, y, por este otro lado, a la democracia, al progreso y a la estabilización de las instituciones”, dijo en un discurso el doctor Balaguer en el acto  donde se firmó el acuerdo. (Balaguer murió arrepentido de haber firmado ese pacto y de haber dicho esas palabras)

Era prácticamente imposible que Peña Gómez ganara en primera vuelta. La trampa del PLD estaba tendida para que el líder del PRD no resultara electo presidente del país.

El 50 más uno dejó de tener sentido con la desaparición de la coyuntura que lo propició y con la muerte de los tres grandes líderes: Balaguer, Bosch y Peña Gómez. El 50 más uno solo sirve para alimentar el transfuguismo, el oportunismo y el parasitismo político con la formación de partidos y movimientos sin ninguna representación ni calidad, financiados por la Junta Central Electoral con los impuestos de los contribuyentes, que solo buscan alianzas con los partidos grandes y sus candidatos para obtener beneficios económicos, elevando así el costo de las campañas electorales y de las elecciones.

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Eliminar el 50 más uno, es necesario. El presidente Luís Abinader no lo ha propuesto ni se ha referido al tema en su proyecto de modificación de la Constitución, pero creo que no sería descabellado producir una discusión al respecto. Al contrario, es hora de hacer ese y otros cambios en la Carta Magna.

Solo en 9 países del hemisferio se gana con más del 50% de los votos, a saber, Brasil, Colombia, Chile, El Salvador, Guatemala, Perú, Uruguay y la República Dominicana.  En Bolivia la segunda vuelta la decide el Congreso. El “Ballotage”, o segunda vuelta, es un problema de costo, que además, suele generar crisis electorales que atentan contra el sistema democrático en sí mismo. Hay países que establecen una diferencia de diez puntos entre el primer y el segundo lugar para evitar la segunda vuelta como es el caso de Ecuador; en Costa Rica se gana con 40% y en Nicaragua 45%. En otros basta una mayoría simple. El que saca más voto, es el ganador automático. En Estados Unidos el modelo es complejo y antidemocrático porque el que más votos obtiene no necesariamente gana la presidencia, tal es el caso de Hilary Clinton que sacó tres millones de votos más que Donald Trump y sin embargo perdió. Un gran reto para muchos países incluyendo los desarrollados es el alto nivel de abstención de los ciudadanos.

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Me pregunto, ¿si lo que es igual no es ventaja, por qué oponerse tan rabiosamente a algo que ni siquiera ha sido propuesto por el presidente Abinader? ¿Cuál es el problema? ¿Cuál es el miedo? ¿A qué le teme la oposición? Si este país tuviera una “clase política”, si los dirigentes políticos pensaran en el sistema de partidos del cual forman parte, en el sistema electoral que crearon, en la democracia y en el país en el que viven, no estuvieran “regateando” la discusión de una reforma de la Constitución que no busca, por primera vez en muchos años, beneficiar al presidente de la República ni al partido de gobierno, se sumaría con entusiasmo aportando ideas y propuestas. La mezquindad los ciega.

En este país debería ponerse sobre el tapete además del 50 más uno, la composición de las cámaras legislativas, la independencia del Ministerio Público, el fortalecimiento de los derechos y deberes de los ciudadanos, la ley de partidos, la ley electoral, los distintos códigos actualizándolos, para que tengamos un verdadero Estado democrático de derecho. Pero la mediocridad, la falta de visión, de inteligencia política, el oportunismo y la inmediatez, impiden un pacto por la democracia donde confluyan todas fuerzas políticas interesadas en el desarrollo nacional.

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