Por Juan Pablo Bourdierd
El uso de los diferentes dispositivos móviles, dígase cualquier tecnología en niños y adolescentes, es algo que me preocupa desde hace algunos años. Un padre, madre o tutor le entrega uno de estos artefactos a su pequeño sin tener en cuenta el daño que le hace a su bebé.
Quiero aclarar, muy a tiempo, que el buen uso de la tecnología es una maravilla. Todos conocemos los cuantiosos aportes que se realizan en todas las áreas del saber a partir de su uso correcto y oportuno, pero los niños son como Vikiana, “otra cosa”. En el caso de los niños, las consecuencias negativas del uso desproporcionado no se comparan con los posibles beneficios.
A lo largo de mi trayectoria como profesor de Educación Física e Instructor de Atletismo, recuerdo un comentario que me hiciera la maestra cubana Ana María Morales Ferrer –Doctora en Educación Física– mientras impartía, juntos a otros colegas, el primer nivel de la International Amateur Athletic Federation – (IAAF); ella me dijo: “Bourdierd, ¿tú tienes hijo? Le dije: “No”. Sigue ella: “Mira, Bourdierd, cuando tengas hijo y lo dejes dibujando en una mesa y vayas al colmado y lo encuentres ahí, trabajando, debes salir corriendo con tu niño para el psiquiatra, psicólogo o un especialista en la conducta infantil, porque el niño no está bien”.
Después de más de 20 años que esa eminencia de la Educación Física del Instituto Superior de Cultura Física “Manuel Fajardo”, en Cuba, me hiciera ese comentario, hoy, para mi tiene más importancia como profesional del área que en aquel momento; quizás en ese momento no le vi tanta importancia, pero después que Gardel dijera que “20 años no es nada”, he notado que un siglo sirve de mucho. Y es que la maestra también me dijo: “Bourdierd, los niños, por naturaleza biológica, deben ser inquietos. Si eso no sucede, algo está saliendo mal”.
Las características de un niño son muy diferentes a las de un adulto y hasta puedo llamarlas complicadas para quienes entienden poco a un menor. Un bebé debe estar corriendo, saltando, tirando piedras, encaramándose en una silla; una mesa, un árbol, peleando; discutiendo con otros iguales. Y es aconsejable no meterse en los pleitos de niños, excepto que haya sangre; cuando el niño se cae, déjelo que se levante, que sea capaz de defenderse, que grite, porque todo será provechoso para su desarrollo.
Los padres que permiten que un niño tenga un teléfono, tablet o un dispositivo móvil desde antes de levantarse, está contribuyendo a que ese infante sea una “momia”, como sucede en los países avanzados, ricos, que los niños y los adultos viven trancados; todos enfermos con graves problemas de obesidad, circulación, cardíacos… Pero aun peor, son incapaces de tener habilidad motriz o motora para hacer algunas actividades diarias.
A los niños se les presta uno de estos dispositivos móviles por algún tiempo, una hora, dos horas, pero luego ellos deben jugar con lo cotidiano: muñecas, carritos, gomas, la banderita, el topao; juegos motrices, los que fueran necesarios, algo que los ayude a crecer sanos y con lo más importantes, las principales habilidades motoras: correr, saltar, lanzar, trepar… A los infantes que no logran esas destrezas en sus primeros años, les será difícil incorporarse a las prácticas de algunos deportes.
El prestigioso periódico The New York Times publicó un titular muy llamativo para el tiempo que vivimos: “La educación digital es para los pobres y los estúpidos”. Según el citado medio, la digitalización actual va dirigida a la masa social más baja; clase media y pobres. Hace énfasis, además, en cómo la élite empieza a huir del mundo digital. También los teléfonos inteligentes, las compras en línea, las redes sociales y más.
La tecnología ha robado el tiempo de la familia, el hogar y los sentimientos. En una casa hay varios televisores, todos en habitaciones diferentes, cada quien elige lo que va a ver. Antes, había uno, el cual veían todos; comían, cenaban, bebían café, todos juntos; discutían, hablaban, comentaban, socializan temas, programas. Lamentablemente, con la llegada de la tecnología, la palabra familia es simplificada todos los días; aunque algunos intelectuales y políticos llaman progreso a la adquisición de un televisor.
Cuantos más monitores aparecen en la vida de los pobres, más desaparecen en la vida de los más privilegiados, dice The New York Times. “Cuanto más ricos son, más gastan para desaparecer del mundo digital”. Según un estudio a 11,000 niños, arrojó que los que pasan más de dos horas frente a una pantalla obtuvieron calificaciones más bajas que aquellos que, al menos, habían leído un libro en ese tiempo; además, puntualiza el estudio que, ambos cerebros son diferentes; la expocisión regular a las pantallas adelgaza la corteza cerebral.
La escuela primaria Waldorf de Silicon Valley, la más popular de la zona, promete volver a lo básico rediseñando los programas a partir de la Educación Clásica y eliminar todo rastro de tecnología digital, mientras en la República Dominicana se provee a casi todos los estudiantes de una tablet o mini-laptop, que solo usan para jugar desde que despiertan hasta que se acuestan, en el mejor de los casos; y en el peor, ni lo voy a mencionar, porque todos lo saben..Se nos va la guagua y no es de reversa. Es tiempo para dejar al niño ser como debe ser, capaz de: hacer, crear, jugar bajo sus reglas, sus condiciones, su entorno; capaz de solucionar problemas. Dejemos de condicionarlos a nuestros saberes e intereses, ellos son capaces de desarrollar su propio intelecto mediante las cualidades mencionadas. Creemos que los ayudamos, pero los des-ayudamos, los volvemos incapaces de buscar soluciones que ahora son sencillas, pero cuando sean adultos serán complicadas. Ayúdalo a hacer un carrito, si se maja un dedo, no importa, en la próxima no sucede; que moche una tabla, que clave un clavo y disfrute de su exitoso juguete.
– Educador. Reside en Santiago Rodríguez.