En cuestión de inversiones, este refrán me ha ayudado muchísimo a no cometer grandes errores
Diego A. Sosa
Veo cada día cómo la gente cae en negocios fraudulentos por confiar en el indolente que se los ofrece. Sí, son indolentes aquellos que sabiendo el dolor que sufrirá alguien si pierde su dinero lo hace entrar en situaciones tan riesgosas.
Cuando una persona aparenta ser un corderito para hacerme entrar en riesgosas aventuras, me viene a la mente este conocido refrán. Los negociantes astutos que se esconden detrás de una vestimenta que me hace confiar, me traen desconfianza.
De la misma forma, veo algunos que a primera vista no me causarían la mejor impresión y después de conversar con ellos me doy cuenta que son la mejor opción para mis inversiones.
Las apariencias tienden a ser peligrosas, por lo que les enseño a mis alumnos en los cursos de ventas que no se lleven de ella, pero que la den. Lo que veo de los demás trato de bloquearlo, es mejor conocer a quien tengo de frente. Y, por otro lado, vestirme de acuerdo a lo que quiero vender de mí, es primordial.
Invertir es muchas veces darle el dinero a otro para que él lo convierta en más. Podría ser también una empresa. Creer en lo que una persona nos dice es bueno, pero antes de firmar prefiero leer.
Ser desconfiado me ha llevado a no perder en algunas inversiones. Haber confiado en personas y empresas sin ver bien en lo que estaba entrando me nubló, y no percibí que algunos que no parecían que corrían… volaban.