La llegada del portaaviones nuclear estadounidense Gerald Ford, el más moderno de la marina, al Caribe —procedente de la zona del Mediterráneo y del Mar Negro, donde operaba desde su puesta en servicio en 2017— ha generado gran atención.
Es motivo de inquietud que este «monstruo de la muerte», con su grupo de combate (~5.000 personas embarcadas) esté desplegado en una zona que muchos han declarado de paz, como es Latinoamérica y el Caribe, considerada libre de armas nucleares.
El mensaje que el gobierno estadounidense —bajo la figura de Donald Trump— envía a todos los pueblos del mundo tiene dos vertientes:
1. Hacia Europa
Europa, que esperaba que el Gerald Ford volviera al Mediterráneo y al Mar Negro —donde estuvo hasta enero de 2024— para contener y disuadir a Rusia en su escalada en Ucrania, recibe un mensaje: Estados Unidos no desplegará ni misiles estratégicos ni portaaviones para combatir directamente en defensa de Ucrania. Y que, si los europeos quieren continuar la escalada de la guerra, deberán hacerlo por su cuenta, -comprando armas al complejo militar‑industrial-, lo que fortalecería dicho complejo y mejorarando el endeudamiento del “imperio”.
2. Hacia América Latina y el Caribe
Para nuestra región, la política subyacente parece apuntar a restablecer subordinaciones: volver al carácter de “zona de influencia” o “patio trasero” donde EE.UU. pueda contener, económica y militarmente, a potencias como China y Rusia. Y, en los casos más extremos, aplicar cambios de gobierno o generar caos y destrucción —como ocurrió en Libia, Siria e Irak—, creando Estados fallidos que abran el camino al saqueo de sus recursos naturales (por ejemplo, el petróleo).
Esto señala lo que podríamos llamar la “Doctrina Monroe 2.0”, repitiendo el viejo lema “América para los americanos”.
Franklin Rosa

