La omnipresente gama de computadores minimalistas Mac cumplirá mañana 40 años: el 24 de enero de 1984, el gigante tecnológico Apple, de la mano de su cofundador Steve Jobs, presentaba el Macintosh 128K, un producto rompedor que transformó el mercado de la computación.
No era la primera computadora personal (PC), pero aquel primitivo cubo blanco con teclado y ratón se convirtió en el no va más con su innovadora interfaz gráfica de usuario, la responsable de que aparecieran, entre otras cosas, unos iconos en la pantalla de 9 pulgadas que eran fáciles de usar para el público general.
Tres años antes, en 1981, IBM había lanzado su revolucionario PC, una microcomputadora basada en la incipiente idea de la arquitectura abierta -se podían añadir y reemplazar sus partes- y que rápidamente dominó el mercado de la computación personal, sobrepasando a Apple y otras empresas líderes de décadas previas.
Pero Apple le devolvió la jugada en la final de la Super Bowl -el espacio publicitario de mayor audiencia en EE.UU.- con un anuncio dirigido por el cineasta Ridley Scott e inspirado en “1984” de George Orwell, que revelaba al Macintosh como la antítesis de un “Gran Hermano” con la forma del IBM PC.
Días después, Jobs salía a un escenario en Cupertino (California) y mostraba el dispositivo que permitía a sus usuarios simplemente “apuntar y hacer clic” para controlarlo, mientras que en el IBM PC “les costaba aprender comandos complicados y palabras clave para usar el software”, indica el Computer History Museum en su web.
El Macintosh, con un tamaño mucho más compacto que el IBM PC, presumía de casi el doble de velocidad, 8 MHz, gracias a su microprocesador Motorola MC68000 con un chip de 16/32 bits que hacía palidecer al micro procesador Intel 8088 con un chip de 8/16 bits del ordenador hasta entonces dominante.
UN ÉXITO DEL PASADO FRENTE A LA EVOLUCIÓN TECNOLÓGICA
Aunque el visionario Steve Jobs promocionó personalmente el Macintosh y se erigió en el símbolo de Apple, lo cierto es que aquel ordenador fue idea de otro ingeniero, Jef Raskin, que dejó una huella indeleble en la empresa pese a formar parte de ella durante solo cuatro años, de 1978 a 1982.
Raskin trabajaba en una computadora asequible y apta para las masas y puso al proyecto el nombre de su variedad de manzana favorita, la McIntosh, pero se quedó sin saborear las mieles del éxito, ya que abandonó la firma tras varios choques con Jobs, que acabó haciéndolo suyo.
La semilla del proyecto fue una visita de ambos al centro de investigación de Xerox en Palo Alto (California), donde se inventó la interfaz gráfica de usuario: Apple creó después la microcomputadora Lisa (1983), que fue un fracaso comercial, y en paralelo el Macintosh, que sí hizo historia.
Ese ordenador, que salió a la venta por unos 2.500 dólares, hoy es una reliquia muy preciada entre los coleccionistas, pero no alcanza ni de lejos los precios desorbitados de rarezas “vintage” como la placa base del Apple 1, que se vendió por 905.000 dólares en una subasta en Bonham’s en 2014.
La evolución tecnológica ha hecho que el Macintosh, rebautizado Mac en 1999, no tenga solo un heredero, sino toda una gama: los portátiles MacBook Air y Pro y los ordenadores de sobremesa iMac, Mac mini, Mac Studio y Mac Pro, cada uno con diferentes capacidades y precios que parten de 1.000 y llegan hasta los 7.000 dólares.
No obstante, el mismo desarrollo ha cuajado de rivales un mercado maduro en el que los productos de Apple se enfrentan a alternativas más baratas y con variedad de características, como pos portátiles de Microsoft, Lenovo, Dell, Acer y HP, o los sencillos Chromebooks.
Aunque Apple sigue siendo una de las mayores empresas cotizadas del mundo, con un valor de 2,9 billones de dólares, sus resultados están menguando: sus ventas han bajado en los cuatro últimos trimestres, la peor racha en más de 20 años.