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Por JUAN T H 

Altice

Dice un refrán popular, “cada ladrón juzga por su condición” para referirse a las personas que acusan a los demás de lo que ellos mismos hacen o suelen hacer; es una manera de eludir responsabilidades ante una acusación cualquiera.  Se refiere, por igual a los macarras de la moral, a los que dicen una cosa y hacen otra, a los farsantes, que suelen ser, eternos. 

El expresidente Leonel Fernández acusa al presidente Luís Abinader de mentir, de simular, de engañar, de comprar cédulas, de comprar votos, de comprar dirigentes de la oposición, exactamente las cosas que el y su partido hicieron durante veinte años. 

Leonel, si no gana, arrebata. Es su costumbre. Si no gana, como nunca ha ganado unas elecciones limpiamente, se inventa un “algoritmo”, un fraude colosal, una trampa, compra de cédula, manipulación, extorsión, chantaje o cualquier otro disparate para justificarse ante sus seguidores, que, por suerte, son cada vez menos.   

Como cada ladrón  juzga por su condición, el expresidente Fernández cree que los demás, en este caso el presidente Abinader, es como él, simulador, sofista, mentiroso, “jablader” (así, con J, no con H), que compró dirigentes de la oposición, destruyendo organizaciones políticas poderosas como el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), que hoy tiene menos de un uno por ciento, igual que al Partido Reformista Social Cristiano, que hoy ni siquiera aparece en las encuestas, entre otras muchas bellaquerías, 

“Lo que mal comienza, mal termina”, dice otro dicho popular. Leonel Fernández llegó al poder engañando a los miembros de su propio partido, incluyendo al profesor Juan Bosch, que fue llevado a un pacto racista y rastrero con el doctor Joaquín Balaguer, ignorando que estaba siendo timado. Lo que propició Leonel en el 1996, cuando llegó al poder por primera vez, cerrándole el paso al doctor José Francisco Peña Gómez, constituye un acto deleznable y vergonzoso, que algún día la historia tendrá que cobrárselo. 

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Fue Leonel, lo repito, el político que autorizó la compra de “La Cadena” a determinados dirigentes del Partido Reformista, que le representó, por lo menos 300 mil votos. Constituyó en su momento el mayor fraude que se haya realizado en este país.  

Como los ingratos no tienen memoria, el PLD, con Leonel a la cabeza, le compraron más de 500 mil votos al doctor Joaquín Balaguer para impedir que alcanzara en segundo lugar en las elecciones que ganó Hipólito Mejía, al que le faltaron algunos votos para sobrepasar el 50 más uno de los votos. Es la razón por la que Balaguer no quiso una segunda vuelta diciendo que no prestaba dos veces su sombrero. Fue Balaguer quien le regaló el poder a Leonel en el 96, pero no se lo agradecieran nunca, de ahí la expresión de que no prestaba dos veces su sombrero. Balaguer murió profundamente arrepentido de haberle dado el poder a Leonel Fernández, capaz de escribir un libro acusándolo de asesino, por haberle hecho un supuesto fraude al profesor Juan Bosch en el año 1990. 

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Cuando el Estado derrotó a Danilo Medina el presidente era Leonel; es decir, fue el Estado de Leonel el que derrotó a Danilo utilizando malas artes; fue el mismo Leonel que posteriormente lo llevó al poder utilizando los recursos del Estado, precisamente. Entre ambos, Leonel y Danilo, le robaron las elecciones a Hipólito Mejía en el 2012, comprando cédulas, comprando dirigentes, extorsionando y chantajeando. 

Si alguien no puede hablar de compra de cédulas, de fraudes electorales, y de muchas potras artimañas para ganar unas elecciones, es precisamente, Leonel, Danilo y el PLD. 

Abinader no necesita comprar cédulas, comprar alcaldes, ni comprar dirigentes de la oposición, ni jueces de la JCE, ni utilizar los “escáner” para montar un fraude. No necesita hacer las diabluras que hizo Leonel, Danilo y el PLD durante 20 años para mantenerse en el poder. Esos valores no están en su ADN, en su cultura, ni en su práctica política. No tiene necesidad, las encuestas le dan más del 60% para ganar amplia y limpiamente en primera vuelta. 

Leonel está desesperado, “vuelto loco y sin idea”. No sabe qué hacer, ni dónde ir. Sus denuncias caen en el vacío. Lejos de crecer, disminuye. Ya nadie le presta atención. Terminará como terminan los oportunistas y trepadores, aislado por completo. Su derrota será aplastante y hasta humillante. La gente no le cree nada de lo que dice. ¡Se jodió, por más que brinque y salte! 

No hay dudas, el ladrón juzga por su condición. 

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