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Por Roberto Veras

Altice

Los sitios de redes sociales, como Facebook o Twitter, han irrumpido en Internet de tal manera que casi todo el mundo, especialmente en los países de américa, tiene una cuenta con uno o más.

La mayoría de los sitios de redes sociales permiten que cualquier persona se suscriba a sus servicios sin ningún tipo de verificación de antecedentes, a menudo sin pago, simplemente proporcionando una dirección de correo electrónico y completando una breve biografía.

Sin verificaciones de antecedentes, sin ninguna forma de verificación de que una persona que se suscribe a los servicios de redes sociales es quien dice ser, las redes sociales se han infestado con una gran cantidad de cuentas falsas, con decenas de miles de personas inexistentes.

Una vez, Facebook admitió que hasta ochenta y seis millones de cuentas en su plataforma son o pueden ser cuentas falsas; cuentas creadas a nombre de otra persona o usando un nombre diferente al del usuario real.

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Estas cuentas se utilizan para promocionar productos, opiniones, transmitir información o enlaces donde el usuario real, escondiéndose detrás de su nombre inventado, tiene un interés personal en no ser identificado.

El supuesto anonimato de Internet, la capacidad de crear un personaje con unos pocos clics del mouse y una fotografía cargada, ha traído consigo una libertad que los fundadores originales de este medio de comunicación nunca habían imaginado.

Con conexiones con las personas adecuadas, es posible crear una historia lo suficientemente cercana a la verdad para que sea creíble y transmitirla a través de muchas cuentas diferentes, a través de muchas personas diferentes para que, en un período de tiempo muy corto, gane cierto nivel.

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Los hechos y la información de antecedentes rara vez se verifican solo basta un clic del mouse para copiar, compartir y una historia inventada puede transmitirse a través de miles de kilómetros a una gama cada vez más amplia de personas, añadiéndose y expandiéndose con opiniones personales.

La difamación, la mancillación del nombre de una persona a través de información falsa, a través de la interpretación de hechos y eventos, a través del acoso y el acoso cibernético, se ha convertido en una salida para algunas personas sin escrúpulos.

Estas difamaciones abarcan desde acusaciones sexuales hasta acusaciones de corrupción, infidelidad y cosas peores, el uso de fotografías pirateadas, filtradas y alteradas también se ha convertido en ataques personales contra personajes destacados, así como contra personas normales de todas las edades.


El deber de un hombre, es estar donde es más útil.

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