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Gobernar un país, cual que sea, no es tarea fácil. Demasiados intereses, demasiadas personas de todos los tamaños, colores, partidos, religiones y ambiciones. Es imposible consensuar tantas imágenes, tantos amores y dolores, tanta vida y tanta muerte. Jamás la humanidad se pondrá de acuerdo en protegerse, ni siquiera a sí misma. Como dijera alguien, este es un país como cualquier otro, pero ningún otro es como este.

Altice

El discurso pronunciado por el presidente Luís Abinader el pasado 27 de febrero no concitará el apoyo de todos, como no ha ocurrido nunca con ningún otro presidente, ni con ningún otro discurso. Cada quien tiene su propia visión a partir de su educación, formación, vínculo político, partidario, económico, incluso religioso. A unos le gustó el discurso, a otros no, como debe ser, como debe respetarse. Libre albedrío. A mí me gustó. Bien escrito, bien pronunciado y sincero. Puedo estar de acuerdo y en desacuerdo con algunos puntos, como de hecho lo estoy, pero dadas las circunstancias, el mandatario se mostró muy optimista de cara al futuro en medio de una crisis económica y sanitaria que no solo ha golpeado nuestro país, sino al resto del mundo. Y encima de todo eso, padecemos una profunda crisis moral, peor de lo que muchos imaginamos, porque el daño ético que le hicieron los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana a la sociedad es incalculable. Este país no sanará el daño que ese partido le produjo a todo el tejido social, en muchos años. No basta con enfrentar la crisis económica, ni la crisis sanitaria. La economía podrá crecer como la de ningún otro país, el Covid-19 podrá desaparecer, pero si el tumor cancerígeno de la corrupción no se extirpa, si la radio terapia y la quimio no hacen efecto, la República Dominicana seguirá jodida, no avanzará.

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En seis meses, en medio de una crisis tan profunda como la descrita, era imposible hablar de realizaciones enormes, transformadoras. Ni siquiera en la justicia, donde se supone que las cosas han debido cambiar, se ha logrado mucho. Los procesos judiciales marchan como el cangrejo: para atrás y para adelante, dando vueltas de un lado a otro, sin resultados visibles. El poder del PLD es muy grande aún en las estructuras del Estado, principalmente en el sistema judicial.

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Viendo al mandatario por televisión, escribí en mi cuenta de Twitter: “Si en apenas seis meses Luís Abinader ha hecho todo cuanto dijo -y no tengo porque dudarlo- al término de su mandato la República Dominicana será otra en términos de educación, salud, institucional, justicia y transparencia”. En verdad, escuchando a Luís, viendo su lenguaje corporal, su franqueza, creyéndose todo cuando decía, me llené de esperanza, de fe, cosas que este pueblo había perdido. Ojalá, me dije, que los demás tengan esa misma percepción. Más que de contenidos económicos, políticos y sociales, que los tuvo, el discurso fue un llamado a la confianza, al trabajo, al amor por la patria para impedir que colapse.

Si todo el gobierno hace suya la palabra del presidente Abinader, si acepta como buena y valida su actitud frente al trabajo, si respalda su estilo transparente y franco, si enfrenta la corrupción dándole duro al que haya que darle sin importar quién sea, si logramos que   el imperio de la ley se imponga, no tengo dudas de que saldremos hacia delante contra viento y marea.

Por JUAN T H

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