VISIÓN GLOBAL
Por Nelson Encarnación
A lo largo de la historia, desde Aristóteles hasta los más recientes estudiosos de la cuestión, se ha resaltado lo intrincado que es gobernar, pues supone desenvolverse en permanente conflictividad, a partir del hecho de que el gobernante debe lidiar con tantos intereses cuya conciliación le resulta una tarea muy ardua.
Si difícil es gobernar en tiempos normales, hay que suponer lo escabroso que es hacerlo en medio de las innumerables dificultades que tienen que enfrentar los gobernantes en un mundo convulso como el actual.
Pudiera alegarse que gobernar en tranquilidad lo hace cualquiera; que lo complejo es dirigir cuando se tienen todas las coordenadas en contra, donde se ponen a prueba destrezas o la falta de ellas para salir a camino.
Uno de los exponentes del estudio reciente sobre el arte de gobernar y de gobierno—que no son lo mismo, aunque parezcan sinónimos—es el italiano Darío Gentili, quien aborda el tema desde la perspectiva de dirigir en medio de crisis y conflictos.
“La era de la precariedad: la crisis sin fin como arte de gobierno” es uno de sus más recientes ensayos sobre esta temática.
Pero como dijimos al comienzo, ya en los clásicos se abordó y los contemporáneos han continuado la misma línea, pues la crisis lo es en cualquier época. Sólo cambian los matices.
Partiendo de la teorización anterior, los gobernantes actuales están siendo puestos a prueba, y algunos de ellos ya se han visto forzados a salir del poder por una, otra o varias causas.
Es decir, la crisis pone a prueba la capacidad de reponerse a las adversidades (en boga, resiliencia) que tienen los hombres y mujeres que asumen la difícil tarea de tomar decisiones cuando las opciones son escasas.
Si nos quedamos en la coyuntura actual de la República Dominicana tenemos que concluir en que dirigir el país en estas circunstancias no es para nada envidiable—lo hemos dicho en otras oportunidades—, debido a que la nuestra es una sociedad que reclama muchos derechos y no está dispuesta a asumir deberes.
Un ejemplo elocuente lo tenemos en los subsidios cada vez más amplios y diversos que está concediendo el Gobierno.
Es una política socialmente acertada, pues sin ella tendríamos una situación potencialmente explosiva, debido a que renglones como combustibles y alimentos de mayor consumo estarían en niveles inasequibles para la inmensa mayoría.
Sin embargo, está la otra cara de la moneda, pues queda claro que estos subsidios no pueden prolongarse por tiempo indefinido, ya que el país entraría en una insostenibilidad de sus finanzas de consecuencias imprevisibles.
Es en circunstancias como esta donde se pone a prueba el arte de gobernar.