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En los procesos políticos de la última década, alrededor del mundo se ha observado una alteración en el comportamiento electoral. El acceso a redes sociales, la apertura —sin precedentes—  a medios digitales donde cualquier usuario puede activar y/o adentrarse en conversaciones, fijar posiciones en tiempo real e influir en la actuación de terceros, presenta grandes retos y desafíos para los sistemas políticos que tienen reinventarse para estar a la par de estas nuevas realidades. Como bien describe el asesor y consultor político español Antoni Gutiérrez-Rubí en su libro Gestionar las emociones políticas: “el mundo se ha vuelto volátil, incierto, complejo y ambiguo. La democracia es frágil; sus instituciones, cuestionadas.”

Altice

De las primeras experiencias que se conocieron entre el internet, redes y la política fue con el entonces gobernador del estado de Vermont, Howard Dean, en las primarias para las elecciones de 2004 en EEUU. Aunque su arranque en la campaña fue auspicioso por el uso innovador de la web para la colocación de mensajes, publicidad y captación de nuevos simpatizantes, su abandono de la contienda presidencial dejó dudas sobre, si un sistema tan tradicional y estructurado como el norteamericano, permitiría que elementos tecnológicos viniesen a transformarlo tan drásticamente.

Como el internet continuaba ganando espacio, surgieron plataformas para interactuar socialmente como Myspace (2003) Facebook (2004) y Twitter (2006) que la política comenzó a capitalizar para si.

Otro gran ejemplo, casi obligatorio y referencial, donde las redes confluyeron con procesos políticos, fue para las elecciones de 2008 en los Estados Unidos. El fenómeno electoral que representó Barack Obama sustentó gran parte de su crecimiento y evolución en medios no tradicionales. Las acciones motorizadas a través de las redes sociales en favor de su campaña electoral pasaron desde la contribución de más de 300 millones de dólares por parte de más de un millón de donantes y participantes, la creación de más de 50.000 eventos a lo largo del país, la localización puntual de electores y hasta las estrategias para persuadir a votantes indecisos, todo esto por medio de la web. El equipo de Obama transformó la manera que en que tradicionalmente la población se relacionaba con los procesos políticos electorales, diseñando lo que se denominó “activismo online”, para crear, gestionar y publicar promociones, campañas de apoyo, eventos virtuales, etc.

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El uso de las tecnologías de la información y de las redes sociales en Europa también han provocado profundos cambios en los modelos de ejecución de política electorales, casos como los de España desde sus elecciones de 2011, las parlamentarias europeas desde 2014, donde el centro de la discusión política se centró en el Twitter; en Francia desde la campaña de la socialista Ségolène Royal en 2007 se inició este irreversible proceso, utilizando el recurso de publicar, a través de las redes, fotografías de problemáticas que padecían los franceses desde décadas.      En gran parte de las naciones desarrolladas del viejo continente vivieron la ruptura con el escepticismo y el misterio que produce lo desconocido, redirigiendo sus espacios de interacción política electoral, asumiendo nuevos paradigmas.

Lo propio en Latinoamérica, la adopción y adaptación a nuevas realidades; la interacción virtual, la reacción y respuesta inmediata del usuario o del potencial prosélito; las emociones, el reflejo de lo cotidiano, han sido los aspectos que pone en relieve la revolución digital, las redes y su inserción en los procesos de decisión política.

Lo negativo

Así como hemos entrado a un nuevo ciclo de interacción, libre y plural, entre los agentes sociales y políticos que conforman nuestras sociedades, damos apertura, por consiguiente, a una etapa de canibalismo mediático. La filipina Maria Ressa periodista y Premio Nobel de la Paz 2021, afirma: “las redes sociales se han convertido en un sistema de modificación de la conducta y los usuarios somos tratados en estos experimentos en línea como perros”, asegura además, que el sistema implementado por plataformas de redes sociales contribuye con el estilo de liderazgo polarizador del ‘nosotros contra ellos’ utilizado por figuras como el Presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, o el expresidente de Estados Unidos Donald Trump.

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Redes y política dominicana

Así como las grandes potencias del mundo han hecho una reconversión hacia la digitalización del activismo y la participación política, la República Dominicana como otras tantas naciones en vías de desarrollo ha estado haciendo lo propio. Los movimientos sociales surgidos de legítimos reclamos ciudadanos, como la marcha verde por el fin de la impunidad, o las reacciones populares como consecuencia de la suspensión de las elecciones municipales que congregó a miles de ciudadanos en la emblemática plaza de la bandera y fueron convocados a través de redes y plataformas digitales, enviaron una señal inequívoca de que el futuro de las tecnologías de la información y comunicación ya eran parte del presente. Posterior a estos eventos descritos llegó la pandemia, y su esquema de confinamiento y distanciamiento social terminó de brindarle un rostro de virtualidad a gran parte de la agenda política electoral del país el pasado año.

Los retos de nuestro sistema político con la llegada de la tecnología lo conminan a repensarse; hoy el mensaje corto, simple, directo, firme, auténtico y transparente cobra mayor notoriedad. Si los lideres políticos establecidos y emergentes no conectan con estas nuevas realidades, estarán condenados a desaparecer.

Por Roberto Ángel Salcedo

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El Jacaguero es una fuente de noticias en línea que se especializa en brindar a sus lectores las últimas novedades sobre la República Dominicana.

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