El drama romántico de Luis Cepeda impone respeto al concepto “cine dominicano. Llega a los cines el jueves 23
José Rafael Sosa
El resultado final de Colours es el que determina un director dispuesto a corregir su guion y mejorarlo sin prisas, la proximidad de un Ángel Muniz que ha renunciado, con razón o sin ella, a los pasillos sinuosos o encandilantes del despliegue mediático (por eso no va a premieres ni se relaciona con casi nadie fuera de su entorno laboral y familiar inmediato) el que se deja orientar con humildad.
Cepeda evidencia, a pesar que estamos ante una ópera prima, que sabe seleccionar los talentos correctos para los personajes planteados, el que sabe hacer un cine autentico, sin ripios sobrantes y – haciendo algo muy grande- nos deja sentir el peso de lo extraordinario a partir de un planteamiento despojado de altanería artística y requiebros estéticos estereotipados. Es ese su gran éxito.
Cuando termina Colours con aquella inolvidable escena picada tomada un dron alejándose poco a poco sobre unos acordes sinfónicos crea un emotivo silencio que recorre las butacas, los rostros de un público estremecido, entre los que hay más de uno de ellos humedecido por las lágrimas. tras el curso de un de las más hermosas historias de amor en el cine tricolor dominicano,
Producciones como Colours abren el camino del cine nacional a los escenarios, festivales y premios importantes de la industria a nivel mundial.
Cuidada al extremo, pese a ser cine de formula, Colours respira un aire tranquilo, pausado, metódico y cuidado, para llevar al público al paroxismo de su envolvente final. Es historia del progreso de cine nacional lo que está en pantalla.
Como obra de arte, el drama romántico de Luis Cepeda llega para que demostrar que el país está en condiciones de exhibir una marca nacional cinematográfica capaz de traspasar fronteras, competir donde sea (festivales o mercados) y dejar claro que el milagro de lograr un cine artístico y de gran consumo, es posible.
Luis Cepeda ha logrado una película sincera, impactante, cuidada al extremo, de doble propósito: popular y de arte fílmico atrevido para nuestro medio, que recrea con criterio profesional, el campo y la ciudad de los años 50, con un diseño de arte que debe servir de modelo en escuelas de cine, con una fotografía plasmada en sus mejores niveles y una banda sonora llamada a quedar en registro emotivo de sus miles de espectadores, donde quiera que sea proyectada.
Los intérpretes acepten sus personajes y sobre todo Francis Cruz, Cristian Álvarez, y Stephanie Liriano cargan con enorme destreza la responsabilidad de hacernos vivir una experiencia digna e inolvidable.
Francis Cruz logra representar cuatro edades de su personaje (desde el jovencito inquieto hasta el anciano afectado por ACV), en una hazaña interpretativa que se debe festejar. Elvira Taveras logra que la odiemos con fuerza por su rol antagónico tan bien caracterizado.
Liriano logra su mejor rol protagónico en cine, tras su introducción por parte de Rene Fortunato, con Patricia, el regreso del sueño.
Colours, por sus dones y su proceso cuidadoso y solidario, sin descubrir nada, siendo como es, película de formula, nos deja sembrados en el asiento repensando, a fin, el concepto “cine dominicano”.
Nadie debería dejar de verla.
El Ángel
Un factor fue fundamental para lograr la impecable calidad de Colours, fue Ángel Muniz. Al conocer el guion inicial, recomendó al director Luis Cepeda, tomarse todo el tiempo necesario para re-escribirlo hasta lograr una consistencia infinitamente superior.
Entonces puso a disposición Estudios Quitasueño y la post producción realizada en Estudios Pulpo, de su hermano Miguel Ángel, a su vez productor ejecutivo de Colours.
Ficha Técnica
Título Colours.
Dirección y guion Luis Cepeda
Producción Ejecutiva Miguel Ángel Muñiz
Productores Tatiana Calcaño
Fotografía Frankie Báez
Edición Luís Cepeda, Arturo Báez
Música José Torres
Sonido Jonás Rodríguez
Reparto: Christian Álvarez, Francis Cruz, Stephany Liriano, Uxio Liz, Olga Consuegra
SINOPSIS
Una joven artista plástica de una ciudad remota, que tiene éxito en su trabajo llamado Las caras sin nombre, y que nunca firma porque, según ella, siente en su corazón que ninguna de sus pinturas está terminada todavía.