Pese a que puede ser desconocida, esta patología oncológica es una de las diez más frecuentes en el mundo. Cuáles son los factores de riesgo, los tratamientos y los métodos de diagnóstico
Por Dr Juan Pablo Sade
El cáncer de vejiga es el décimo cáncer más común a nivel mundial, con una incidencia de casi 600.000 casos y más de 200.000 muertes anuales, según cifras del Observatorio Global de Cáncer (Globocan). En tanto, en la Argentina se estima que, para 2025, la tasa de nuevos casos se incremente a 4.176, lo cual representaría un aumento del 10,3%. Asimismo, el número estimado de defunciones ascendería a 1.823, lo que implicaría un crecimiento del 11.2%.
Aproximadamente, el 90% de los cánceres de vejigas se relacionan directamente con el tabaquismo, ya sea en fumadores o en exfumadores. Con lo cual, el cigarrillo es el factor de riesgo más importante, ya que todos los tóxicos y carcinogénicos del tabaco ingresan por el pulmón, pasan al torrente sanguíneo y son filtrados por el riñón. De allí, se concentran en la vejiga porque se eliminan por la orina y el epitelio de la vejiga, que se conoce como urotelio. De este modo, este órgano se encuentra expuesto a una alta concentración de estos carcinógenos, provocando cáncer de vejiga.
A pocos días de haberse conmemorado el Día Mundial del Cáncer de Vejiga, el pasado 5 de mayo, y en el marco del mes para la concientización de esta patología, es de suma importancia informar y generar conciencia sobre su detección temprana.
En ese sentido, la Asociación Argentina de Oncología Clínica (AAOC) resalta que, en la mayoría de los casos, la prevención y el diagnóstico precoz son las mejores herramientas para hacer frente a esta patología; siendo que la adopción de hábitos de vida más saludables como no fumar, alimentarse con una dieta balanceada, realizar actividad física regularmente y respetar las reglas de seguridad en trabajos con exposición a químicos, pueden reducir las probabilidades de contraerlo.
Muchas personas desconocen que fumar no solamente afecta el sistema respiratorio a través del humo, sino que también contiene múltiples productos carcinógenos que son absorbidos por el cuerpo, dañando seriamente las células que revisten las paredes de la vía urinaria.
De acuerdo a los datos relevados en 2020 por la OMS, el 24,5% de los adultos argentinos fuma. Si bien el porcentaje bajó un 28% respecto a años anteriores, Argentina se posiciona como el segundo país de América con mayor promedio de consumo de tabaco por habitante detrás de Chile (29,2%) y casi duplicando los valores de Brasil (12,8%), Canadá (13%) y México (13,1%). Como el rol del tabaquismo en esta patología es central, la manera de combatir la enfermedad es avanzar, también, con una campaña antitabáquica.
De todos modos, hay otros factores de riesgo, pero son mucho menores e infrecuentes. Algunos de ellos son: la exposición algunos químicos industriales, como los hidrocarburos aromáticos (el más común es la anilina, que se usa para teñir telas); la irritación o la inflamación crónica de la vejiga (cistitis), pero tiene que ser muy crónica e intensa, no la ”común y corriente”.
Además, la patología puede surgir, aunque de forma muy infrecuente, por radioterapia, por ejemplo, tras un cáncer de próstata y muchos años después, si parte de la vejiga ha sido irradiada; algunas quimioterapias, que se eliminan por la vejiga, pueden dañarla y producir una cistitis hemorrágica. Es decir, una cistitis con sangrado que, con los años, puede tr
ansformarse en un cáncer de vejiga.
Por último se encuentra la exposición a arsénico. Sobre este último punto, que antes ocurría en la Argentina pero en la actualidad ya no, ocurre en el norte de Chile, en la Región de Antofagasta. Allí, las personas tienen una altísima exposición arsénico por el agua y es muy común el cáncer de vejiga en personas muy jóvenes, que además es muy agresivo y es característico de esa región.
Además, algunas investigaciones sostienen una conexión entre la infección del virus del papiloma humano (HPV) y el desarrollo de cáncer en la vejiga; siendo que hasta un 17% de los casos de tumores vesicales se deben, en cierta medida, a la presencia de serotipos de alto riesgo del HPV. Incluso, la patología puede manifestarse tras contraer esquistosomiasis, una enfermedad producida por parásitos frecuente en poblaciones rurales de América Latina y África.
Vale destacar que hay una ligera tendencia en el riesgo de desarrollar cáncer de vejiga en los familiares, de primer grado, de aquellos que ya han sido diagnosticados con esta enfermedad, especialmente si la detección se realiza antes de los 60 años. Además, es un poco más frecuente en el hombre, ya que está relacionado con muchos factores que tienen que ver, por supuesto, con el sexo y con las hormonas de cada del hombre versus las que tienen las mujeres.
Además, esta diferencia en la presencia de la enfermedad entre los géneros está vinculada con la anatomía del sistema genitourinario, además de los hábitos y costumbres de los hombres con respecto a las mujeres. Asimismo, el cáncer de vejiga cuesta más diagnosticarlo en las mujeres por estos mismos motivos, es por eso que, generalmente, se las diagnostica de manera más tardía y hay algunos artículos que sugieren que podrían tener un peor pronóstico relacionado con esta situación.
En la actualidad, no existen chequeos de rutina que permitan detectar específicamente el cáncer de vejiga de forma prematura, ya que se realizan en base a tumores que son muy frecuentes, como por ejemplo: de mama, de próstata, de colon o de pulmón. Es por eso que, en general, se descubre cuando el paciente manifiesta determinados síntomas o cuando se efectúan análisis clínicos por otras causas.
En 9 de cada 10 casos de cáncer de vejiga, los pacientes tienen más de 55 años. En los hombres, el promedio de edad es 70 años
El cáncer de vejiga, si bien está dentro de los cinco o seis cánceres más comunes, no es tan frecuente y para detectarlo precozmente no hay ningún otro síntoma específico excepto la presencia de sangre en la orina o hematuria, como se lo denomina. Este es un signo de alta sospecha de que puede haber un pólipo o tumor vesical, sobre todo si esto se produce en una persona que es fumadora y después de los 50 años. En este caso, es altamente sospechoso de que pueda haber un pólipo maligno en la vejiga.
Además, otros síntomas relacionados con este tipo de cáncer son: necesidad de orinar con frecuencia, dolor o ardor al orinar, y pérdida de peso y cansancio. Si en el transcurso de la consulta médica se encuentra algo anormal, es posible que se realicen pruebas de laboratorio, como análisis de orina y sangre. En el caso que se sospeche cáncer de vejiga, se derivará al paciente a un especialista en urología, quien realizará una cistoscopia para examinar el interior de la vejiga urinaria y la uretra. Si en ese momento se identifican crecimientos en la vejiga, por ejemplo, pólipos, será necesario efectuar una biopsia para determinar si se trata de cáncer.
En base a la información obtenida en el estudio y la biopsia, un equipo multidisciplinario podrá decidir si será necesario iniciar algún tratamiento. Las terapéuticas van a depender de la estadificación (NdeR: según la RAE, “clasificar la extensión y gravedad de una enfermedad tumoral maligna”), siendo que la patología se divide en dos grandes grupos.
El primero es el relacionado con el cáncer de vejiga superficial, que en realidad no es superficial sino que es un pólipo maligno que no invade el músculo de la pared vesical y por lo tanto lo llamamos “no músculo invasivo”, también es conocido como inicial y representa, aproximadamente, el 70% de los diagnósticos. En este caso, el tratamiento es con sustancias endovesicales; es decir dentro de la vejiga se pone, por ejemplo, la BCG que se utiliza para vacunarnos contra la tuberculosis se pone dentro de la vejiga para producir una respuesta inmune que combata a ese pólipo maligno vesical.
En 2020, en Argentina se diagnosticaron 10 nuevos casos de cáncer de vejiga por día (iStock)
En tanto, cuando la enfermedad invade el músculo reviste otra gravedad, por lo tanto ya se deben combinar tratamientos como cirugía, radioterapia, quimioterapia y/o inmunoterapia, para lograr la curación cuando todavía el tumor se encuentra localizado.
En el caso de que el tumor presente metástasis, es decir que se extiende más allá de la vejiga, es una enfermedad que no se puede curar pero si tiene un tratamiento que prolonga y mejora la vida de las personas. El cual consta básicamente en quimioterapia, seguida de inmunoterapia, ésta última es un tratamiento que ha revolucionado el tratamiento del cáncer en los últimos años y que tiene como objetivo estimular al sistema inmune del paciente, para que éste reconozca el tumor y lo destruya. Es decir que es el mismo sistema inmune del paciente es el que hace el trabajo y no la droga por sí misma.
Es importante aclarar que, como se trata de una enfermedad que a menudo afecta a personas mayores (en la séptima u octava década de su vida) con comorbilidades, en algunos casos puede dificultarse la administración de los tratamientos aprobados. La mayoría de los pacientes que pueden recibir quimioterapia serán tratados con cisplatino o carboplatino combinados con gemcitabina como primera opción.
Si el proceso funciona, se les dará avelumab para mantener la enfermedad bajo control. Sin embargo, es probable que alguno de ellos no pueda recibir cisplatino o carboplatino debido a otras enfermedades. Para estos pacientes, puede utilizarse el tratamiento con pembrolizumab (inmunoterapia oncológica). Asimismo, si la primera línea de tratamiento no funciona, y el paciente no responde a la quimioterapia, o la enfermedad vuelve, será necesario una segunda línea de tratamiento con pembrolizumab si no recibió avelumab en la primera línea. Es importante que estos pacientes reciban la medicación lo más rápido posible para maximizar sus posibilidades de recuperación.
* Dr. Juan Pablo Sade (MN 105141), oncólogo clínico, jefe de la Unidad de Tumores Genitourinarios del Instituto Alexander Fleming