El demócrata Joe Biden avanza hacia la presidencia de Estados Unidos en medio de un escrutinio de vértigo, largo por la gran avalancha de participación y la cantidad de voto anticipado, y complicado por las presiones de Donald Trump, que agita el fantasma del fraude. Las victorias en Estados decisivos como Michigan y Wisconsin, ya amarradas el miércoles por la tarde, dejan a Biden a las puertas de la Casa Blanca, a falta de que se confirmen los resultados en Nevada y Arizona. El vicepresidente de la era Obama compareció ante los medios desde su ciudad, Wilmington (Delaware), y transmitió su convencimiento de que ganaría, pero evitó reivindicarlo formalmente y llamó a la concordia.
A las dos y media de la madrugada del viernes (hora local de Washington), el conteo seguía en Georgia y Arizona, con las diferencias entre ambos candidatos estrechándose y aumentando la tensión. Nevada había anunciado por la noche que no ofrecería nuevos datos hasta el día siguiente. Si Biden gana dos de ellos, ya tiene los votos electorales suficientes para ganar.
Mientras, manifestantes a favor del conteo de votos y contrarios a esto -espoleados por las acusaciones del presidente- se concentraron ante los centros electorales de varias grandes ciudades, como Minneapolis o Nueva York. En Phoenix (Arizona) algunos seguidores de Trump protestaban armados con fusiles.
“Tenemos los Estados necesarios para llegar a los 270 electores para ganar la presidencia. No estoy aquí para declarar que hemos ganado, sino para informar de que, una vez acabe el escrutinio, creo que seremos los vencedores”, había dicho Biden horas antes, y pidió a los estadounidenses que dejen de tratar “a sus oponentes como enemigos”. “No somos antagonistas, lo que nos hace estadounidenses es mucho más fuerte que lo que nos separa”, añadió. Fue un breve discurso en línea con ese mensaje en el que ha basado el corazón de su campaña, el de que, más allá de los programas económicos o medioambientales que propone, es el presidente que quiere curar las heridas de un país fracturado socialmente y atravesado por una grave crisis económica y sanitaria.
El voto popular no elige directamente al presidente de Estados Unidos, sino a los compromisarios de cada partido en cada Estado. Estos compromisarios, que suman un total de 538, conforman el Colegio Electoral y un candidato requiere el apoyo de los mencionados 270.
La alta participación registrada en estas elecciones presidenciales, la más elevada en 120 años, ha demorado el escrutinio, y el gran impacto del voto por correo o anticipado ha complicado la lectura de los resultados. Cada Estado sigue sus propias reglas y como varios dejan el conteo de las papeletas anticipadas para el final, la situación ha ido favoreciendo a los demócratas conforme iba avanzando el proceso, ya que los registrados demócratas han votado de forma anticipada en mayor medida que los republicanos.
Biden ha mantenido, por el momento, todos los Estados que ganó Hillary Clinton en 2016, acaricia la victoria en el hasta ahora republicano Arizona y ha recuperado Wisconsin y Michigan, dos territorios críticos del cinturón industrial estadounidense que fueron cruciales en la victoria de Trump hace cuatro años gracias a escasísimos márgenes, de menos del 1%. Pensilvania, otra llave en la última derrota demócrata, sigue contando los votos. El candidato demócrata tendría la victoria asegurada si recupera este territorio, su Estado natal, y confirma Nevada, o si se hace con la conservadora Georgia, también junto a Nevada.
Trump, que llevaba meses agitando el fantasma del fraude en el voto por correo, sin ninguna base, se arrogó la victoria en la madrugada del miércoles, cuando todo estaba en el aire, y avanzó que recurriría a los tribunales para frenar el escrutinio de votos posterior a la jornada, sin explicar muy bien los argumentos. Ya en 2016 cuestionó la legitimidad del sistema y se dedicó toda la campaña a denunciar una estafa, pero entonces ganó. Ahora, las proyecciones le acercan a la derrota y ya ha activado la maquinaria legal. La campaña de reelección del presidente anunció este miércoles que ha presentado demandas judiciales en Michigan, Pensilvania y Georgia, lo que prepara el terreno para la impugnación de los resultados en dos Estados decisivos para el desenlace.
Un total de 160 millones de estadounidenses han votado en estos comicios, lo que supone una participación de casi el 67%, la mayor desde el año 1900, cuando llegó al 73%, según la base de datos de United States Election Project, una plataforma de referencia sobre información electoral. La marea de electores, buena prueba de lo trascendente de estas elecciones, sitúa ya a Biden como el candidato con más votos individuales de la historia de Estados Unidos —71,9 millones, frente a los 69,4 que logró Obama—. Así, Trump lleva 68,3 millones de votos, cuatro millones más que en 2016, a pesar del desgaste de una pandemia con más de 230.000 muertos, la peor crisis económica desde la Gran Depresión y tras cuatro años de fuerte contestación en las calles.
Por AMANDA MARS