Un nuevo estudio de expertos la Universidad de California especialistas en el seguimiento de las necesidades de salud del público ha encontrado evidencia de un récord en posibles ataques de ansiedad o ataques de pánico con motivo de la pandemia y sus consecuencias, mediante el análisis de las búsquedas en Google, según publican en la revista ‘JAMA Internal Medicine’.
A muchos expertos en salud les preocupa que la pandemia de COVID-19 pueda tener efectos generalizados en la salud mental de las personas, pero evaluar estas preocupaciones es difícil sin datos. El doctor John W. Ayers, director de la investigación, señala que “la vigilancia de la salud pública tradicional carece de la agilidad para proporcionar información bajo demanda. Como resultado, cuando los líderes públicos necesitan datos en tiempo real para informar sus respuestas a las cargas de salud mental de COVID-19, todo lo que se puede reunir es especulación teórica”.
El estudio ha sido realizado en coordinación con la doctora Alicia L. Nobles, también del Center for Data Driven Health en el Qualcomm Institute de la Universidad de California, en colaboración con la Universidad Johns Hopkins, el Barnard College y el Instituto de Modelado de Enfermedades
El equipo de investigación analizó las consultas de búsqueda de Google que mencionaban “ataque de pánico” o “ataque de ansiedad” que surgieron de los Estados Unidos desde enero de 2004 hasta el 9 de mayo de 2020. Estas incluían consultas como “¿Estoy teniendo un ataque de pánico?”, “Signos de ataque de ansiedad “o” síntomas de ataque de ansiedad”.
Estudiaron los ataques de ansiedad porque son un problema de salud mental común, pueden conducir a otros problemas de salud mental como la depresión, son desencadenados por factores estresantes externos y (especialmente relevantes durante una pandemia) son socialmente contagiosos.
Al evaluar las tendencias después de que el presidente Trump declaró por primera vez emergencia nacional el 13 de marzo de 2020 para evaluar el impacto de COVID-19, el equipo descubrió que las búsquedas relacionadas con la ansiedad aguda grave alcanzaron niveles récord.
Los mayores aumentos en las consultas se produjeron entre el 16 de marzo de 2020 y el 14 de abril de 2020, con un aumento acumulativo del 17 por ciento. Estos aumentos coincidieron con el despliegue de las directrices nacionales de distanciamiento social (16 de marzo) y su extensión (29 de marzo), cuando Estados Unidos superó a China con la mayoría de los casos reportados (26 de marzo), cuando las autoridades sanitarias recomendaron mascarillas (3 de abril) y cuando Estados Unidos superó a Italia en la mayoría de las muertes (11 de abril). Las consultas volvieron a los niveles típicos el 15 de abril de 2020 hasta el final del estudio.
“En términos prácticos, durante los primeros 58 días de la pandemia de COVID-19 se estima que hubo un total de 3,4 millones de búsquedas relacionadas con ansiedad aguda severa en los Estados Unidos –destaca el doctor Benjamin Althouse, científico principal del Instituto de Modelado de Enfermedades–. De hecho, las búsquedas sobre ansiedad y ataques de pánico fueron las más altas en más de 16 años de datos de búsqueda históricos”.
“La pandemia y nuestra respuesta de salud pública, si bien se justifica con base en la evidencia preliminar, podrían tener muchos impactos en la salud no intencionales y colaterales. Nuestros resultados brindan una de las primeras ideas para comprender esos impactos”, resalta el doctor Eric C. Leas, profesor asistente en el Departamento de Medicina Familiar y Salud Pública de UCSD y coautor del estudio.
“Un ataque de pánico no debe tomarse a la ligera, ya que puede llevar a alguien a urgencias con dificultad para respirar, palpitaciones, dolor en el pecho y una intensa sensación de miedo –agrega el doctor Ayers–. Por ello, nuestros resultados sin duda justifican la necesidad de incrementar los servicios de salud mental”.
“El valor de las consultas de seguimiento va más allá de la ansiedad aguda –precisa el doctor Mark Dredze, profesor asociado de ciencias de la computación John C. Malone en la Universidad Johns Hopkins y coautor del estudio–. Por ejemplo, durante la pandemia de COVID-19, detectamos por primera vez picos en la compra de terapias no probadas y en la compra de armas utilizando métodos similares, y estos pueden extenderse aún más a temas de salud pública y mental”.
“Puede llevar años comprender completamente las consecuencias sociales del COVID-19 –apostilla el doctor Adam Poliak, profesor de enseñanza e investigación de la familia romana en ciencias de la computación en Barnard College y coautor del estudio–. Con el tiempo, es posible que descubramos que se necesitarán muchos más servicios integrales para responder a otros impactos colaterales y nuestro enfoque rápido basado en datos podría usarse para enfocar y priorizar respuestas a esos impactos”.
“En teoría, los responsables de la toma de decisiones podrían realizar un seguimiento de las búsquedas de cientos de problemas de salud mental, identificar el subconjunto que tiene el mayor volumen y dirigir los recursos para satisfacer esas necesidades –concluye la doctora Nobles–. Mientras los líderes políticos debaten dónde gastar los recursos de salud para abordar las cargas de salud mental del COVID-19, la evidencia empírica oportuna como la que brindamos puede garantizar que los recursos limitados se asignen a las necesidades más extremas”.
Por Europa Press