Por Bárbaro Batista
(1 de marzo, 2018)
No soy ni pretendo ser abogado, pero es evidente que en el país existe una claque de profesionales de la especie, que usan el pináculo de sus tribunas para lanzar las más infames de sus despropósitos; esto, sin importar el lodazal vertido a honras de familias y al buen nombre de hombres y mujeres; sin el más mínimo reparo de poder caer en la difamación e injuria, y falto de ética.
Los hay flemáticos, que asidos de la impunidad que le otorga el ejercicio de exponer en la solemnidad de un Tribunal, piensan que todo se vale, que pueden blandir los más variados, ácidos e hirientes discursos, pretendiendo desarrollar tesis e hipótesis en aras de defender a sus clientes, sin importar lo díscolo e impropio que ellas resulten.
Porque, a quién en su sano juicio; salvo veladas, delibradas e intencionales pretensiones de querer hacer daño, o sacar capital político- mediático, se le pueda ocurrir la idea de mencionar al canciller Miguel Vargas y a la ministra de la mujer, Janet Camilo, para que comparezcan ante un tribunal, como testigos de un episodio tan horrendo y doloroso para la sociedad dominicana, como lo fue el crimen de la adolescente Emely Peguero.
Podríamos tener adversarios políticos, no caerle bien a alguien, usar adjetivos y cuantas tácticas y estrategias procesales soporte nuestros códigos legales, es más, hasta “se puede joder la paciencia”, pero estimo deben haber ciertos “límites éticos” para evitar herir honras de forma olímpica y sin miramientos.
Sinceramente, no le veo ni pie ni cabeza a ese absurdo, porque, qué carajo tienen que ver Vargas y Camilo con ese lamentable suceso. A caso Miguel Vargas y la Camilo son “guachimanes” o tienen un GPS para monitorear 24/7 la vida privada de toda la dirigencia y militancia del PRD?. Ni los padres podemos darnos mínimamente ese lujo con los hijos, mucho menos en una organización que cuenta con cientos de miles de miembros en sus filas.
Entonces, qué podrían ellos aportar en términos concretos en ese caso, nada.
Con solo auscultar y revisar la vida pública y privada de Miguel Vargas y Janet Camilo se puede colegir lo absurdo de este pedido formulado por la barra de la defensa de los acusados como “supuestos” autores del espeluznante crimen.
Miguel, como político y diplomático ha dado muestra fehaciente de ser un propulsor y defensor del respeto a la dignidad y a la preservación de los derechos humanos, a la buena costumbre y a la confraternidad.
Janet, una trabajadora incansable desde temprana edad en defensa de la mujer, la juventud, la niñez y la equidad de género, una mujer con un discurso y accionar de compromiso social.
Definitivamente, pienso que la sociedad dominicana y en particular, el Colegio de Abogados de la República Dominicana, deberían ponerle atención al discurrir de muchos abogados y abogadas, que revestidos de toga y birrete y el ropaje de cierta impunidad que les brinda el escenario, infaman sin reparos, y que en aras de ganarse “unos billetes” son capaces de defender hasta lo indefendible.
Comunicador