Por Salvador Holguín, diciendo lo que otros callan.
Lo que está ocurriendo con el canal 3 no es una simple controversia mediática ni una pelea por micrófonos. La pugna irracional que ha emprendido Dany Alcántara, por tomar control de ese medio que no le pertenece, revela con crudeza, una verdad que muchos prefirieron ignorar y que otros callaron por conveniencia: esta administración del presidente Luis Abinader ha discriminado, despreciado y traicionado a quienes hicieron posible que el PRM llegara al Palacio Nacional, para favorecer a los arribistas y oportunistas de siempre que están en todos los gobiernos.
Mientras algunos aprovechados disfrutan de las alfombras rojas y puertas abiertas en el Gobierno del cambio, incluidos hijos de figuras como Sendo, que nunca arriesgaron nada; los que dieron el todo por el todo, los que pusieron su frente y pecho para que el PLD y Danilo Medina los fusilaran, con el firme objetivo de que el cambio fuera una realidad y el PRM llegara al poder, han sido relegados, silenciados y marginados por la misma administración que ayudaron a construir. Esto confirma la traición, discriminación, desprecio, falta de compromiso e incumplimiento de este Gobierno del PRM y el mandatario Luis Abinader con los que hicieron posible su triunfo.
Es vergonzoso y decepcionante que en un gobierno que llegó prometiendo transparencia, equidad y dignidad, las frecuencias de radio y televisión terminen en manos de los nuevos privilegiados del poder político, mientras a los verdaderos soldados del cambio se les cierra cada espacio con una frialdad que raya en la ingratitud absoluta.
Este conflicto por el canal 3 no es un episodio aislado, es el síntoma visible de una enfermedad política: la desconexión total entre el gobierno y su propia base histórica. Se ha premiado a los recién llegados, a los que solo aparecieron cuando las encuestas aseguraban una victoria, y se ha castigado a quienes acompañaron al PRM desde la sombra, la lucha y la convicción.
Y que nadie se equivoque: esta no es una queja personal ni un lamento de los olvidados, es una denuncia moral y política. Si un gobierno empieza a traicionar a los suyos, termina traicionando a la nación. Si ya se olvidaron de quienes caminaron con ellos en los tiempos más difíciles, ¿qué pueden esperar los ciudadanos comunes que hoy viven sus propias batallas?
Este país está cansado de dobleces, medias tintas y oportunistas disfrazados de aliados. Por eso, desde hoy, y como siempre he hecho, hablaré sin miedo, con la verdad y de frente. Seguiré revelando lo que otros ocultan y diciendo lo que otros no se atreven a pronunciar, aunque les arda, les moleste e intenten callarme.
Llegó la hora de las definiciones. Aquí no hay espacio para ambigüedades ni para cobardías: o se respetan los sacrificios, o se rompe el silencio. “O to’ toro o to’ vaca”.

