Por Miguel Ángel Cid Cid
Te ponen —como decía don Luis, mi padre— por arriba de los piojos. Y en cuanto te usan, cuando ya no les sirve, te empujan al precipicio. ¿Son un mal necesario?
Pero del peso del Poder nadie se escapa. Sin embargo, nadie puede percibir el Poder como una cosa estática, resistente al cambio. No es una mercancía que se compra en el mercado para satisfacer el consumo. El Poder está en todas partes. El dilema es, cómo divisar la cuota de Poder que le toca a cada quien.
Es insuficiente saber, no obstante, qué tanto poder se tiene para así ponerlo en valor en un proceso de negociación con el Poder. Es necesario, por el contrario, hacer conciencia sobre la acción social derivada de ese Poder.
Cuando el poder proviene, por ejemplo: de la acción social, las consecuencias son —por lo regular— beneficiosas. Porque la capacidad destructiva del poder se reduce a la mínima expresión.
O sea, cuando el poder lo ejercen las comunidades, los grupos, las asociaciones, los sindicatos, los clubes, etc. En estos casos, los efectos dañinos resultan insignificantes. Pueden ser domados con facilidad.
Ahora, cuando el Poder se deriva del Estado resulta todo lo contrario al anterior. Es decir, las consecuencias son —en su mayoría— indomables.
La diferencia es tanta que, Poder se escribe con mayúscula inicial si proviene del Estado. Pero si se origina en las comunidades se escribe todo en minúscula.
Porque la naturaleza del Estado como ente jurídico institucionalizado consiste en dominar todo lo que converge dentro del territorio que gobierna. Se concentra en lograr la coacción del Estado sobre los individuos.
Se hace necesario —partiendo de lo anterior— que los aspirantes a cargos públicos deberían hacer un mayor esfuerzo en prepararse para el ejercicio del Poder. Para actuar con justicia social.
Una revisión simple —realizada por cada lector— de la actuación de los funcionarios públicos demostrará que tan verisímil son estas afirmaciones. Porque es debido a la deficiencia formativa que los abusos de Poder se han convertido una costumbre.
Por eso, las voces de la calle repiten cada vez más la frase —Ya se le subió el carguito a la cabeza—. El dicho resuena como una sentencia que señala al funcionario como uno más de los que se olvidan de su compromiso social.
La preparación adecuada podría evitar que los políticos se excedan en el uso del Poder adquirido y pasajero. Garantizar que antes de ser absorbidos por el Poder, seas tú el que absorba el Poder. Es decir, que el Poder del Estado sirva como espacio de aprendizaje para fortalecer la capacidad de servicio a la sociedad.
En los líderes comunitarios, por el contrario, la preparación adecuada los pondría en capacidad de negociar su poder con el Poder del Estado.
Se insiste —debido a lo anterior— que, tanto los comunitarios como los políticos deberían enfocarse cada vez más en una formación integral y humanista. Porque el poder de uno y otro resultará pobre cuando se adentren en el proceso de negociación.
Porque no sólo los comunitarios resultan débiles frente al Poder del Estado. Los políticos, cuando les suele llegar su turno para detentar el Poder que le es natural, terminan siendo víctimas de su propio hábitat.
La preparación de los comunitarios es la clave para cuando les toque negociar con los políticos les sea fácil descifrar los trucos habituales en ellos. Para evitar sorpresas desagradables.
A los líderes políticos les corresponde hacer lo propio frente a los comunitarios y al Estado.
En suma, tanto los políticos como los comunitarios deberían apostar a la construcción de la cultura de la transparencia. Para garantizar el éxito en la negociación del poder con el Poder.
Miguel Ángel Cid
Twitter: @miguelcid1

