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Por Miguel Ángel Cid Cid

Altice

El Almirante Cristóbal Colón quedo poseído por el paisaje plateado de la costa del Océano Atlántico. Mirarlo de reojo le bastó. Pero al Atlántico le pasó igual que al cantante argentino Sandro de América, “el mar se sintió celoso” quiso, en el espectáculo deslumbrante de Puerto Plata estar el también.

La Novia del Atlántico, como llaman a Puerto Plata sus pobladores, expresa la riqueza cultural dominicana como si fuera la arena del mar. Veamos las playas, por ejemplo: playas Long Beach, Sosúa, Cofresí, Cabarete, Maimón, Punta Rucia y Playa Dorada, por solo mencionar las más hermosas. Se agrega el Parque Acuático Ocean Word y el Banco de la Plata, lugar de desove de las ballenas jorobadas.

El derroche de playas ubicadas una tras la otra en la Costa del Ámbar –como le dicen orgullosos los nativos del lugar– es impresionante. Que el gobierno dominicano fundara en la zona –desde 1974 al 1985– el primer polo turístico del país, no es casual. Se deriva de ello la construcción aproximada de doscientos hoteles y 15 mil habitaciones.

Pero la generalidad de los comerciantes, en lugar de aprovechar la variedad cultural de Puerto Plata en el turismo, hicieron lo contrario. Es decir, se embelesaron con la bonanza del turismo de agua, sol y arena. Se olvidaron de la tradición consistente en tratar a los visitantes con respeto y cortesía. Cuando se dieron cuenta del error, la banca rota era inevitable. La actitud se generalizó hasta profundizar la quiebra.

El olvido, por añadidura, nubló la capacidad de gestión turística y cultural. Y como alegría en casa pobre dura poco, el Atlántico despechó la novia.

Pero no hay mal que por bien no venga, el abandono los obligó a explorar otros senderos, nuevas fuentes de atracción se divisan y el polo se recupera. 

Pico Isabel de Torres

El Pico Isabel de Torres permite mirar desde las alturas. Próximo a los 800 metros, está entre los más altos de la Cordillera Septentrional. La vegetación contiene más de quinientas especies, entre ellas los helechos, orquídeas y bromelias, variedades características de los bosques húmedos. En la montaña pueden apreciarse decenas de aves, varias de ellas endémicas de la isla. Se distinguen, además, las ranas y murciélagos de diferentes variedades.

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El teleférico, coronado por el Cristo Redentor, le pone la tapa al pomo. Los turistas se transportan hasta la cima del monte en este novedoso elevador, desde ahí observan –además del Cristo– uno de los paisajes naturales más hermosos de la isla.

La nueva mirada sigue enfocada en los hoteles tipo resort, pero, se divisan igual los hoteles de picnics, ideales para disfrutar de aventuras en la vida silvestre. Y la antigua Fortaleza San Felipe que data del siglo XVI, construida frente al Atlántico por los colonizadores.

Pocos años atrás, el gobierno restauró la vieja edificación y la convirtió en un Museo de Armas. En él se exhiben los cañones usados por los españoles para combatir las incursiones de piratas, corsarios, otras armas antiguas y cámaras secretas. Es un espectáculo presenciar el atardecer desde el parque La Puntilla y el anfiteatro, justo al lado de la Fortaleza.

Centro Histórico

Otro portento de la ciudad es el Centro Histórico. Enseñoreado por el Parque Independencia que, a su vez, está coronado por una glorieta al estilo victoriano. Ésta arquitectura se mantiene en las edificaciones de los alrededores y otras casas acogen el estilo neoclásico. Los balaustres de las barandas tallados con en madera, completan el paisaje visual. Los sentidos se colman con las buhardillas decorativas sobre los techos.

Pasear por el Centro Histórico de Puerto Plata, observar la Catedral de San Felipe, el Club de Comercio, el Ayuntamiento, el Club Fé en el Porvenir, el Cuartel de Bomberos, etc., es una catedra de arquitectura de finales del siglo XIX. La lección puede concluir en el Malecón, un bulevar impresionante.

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Los museos del Océano

El fenómeno de la museística merece mención aparte. La superficie de La Novia del Atlántico es de 562.93 km2, ubicada a 227 kms. de Santo Domingo, a 71 kms. de Santiago y a 390 kms. de Higüey. Sin importar la distancia cuenta con cuatro museos.

El Museo del Ámbar aporta categoría histórico-arqueológico al Ámbar. Antes de él, la resina compactada se consideraba una piedra decorativa carente de significado. Pero tecnificar la explotación y el tallado del ámbar, sumado a la tipificación científica de las piezas aportó valor agregado en el mercado.

Se exhiben piezas con especies de lagartos fosilizados de hasta 43 centímetros de largo, atrapados por la resina al compactarse. En igual condición hay “un escorpión, un ciempiés, nidos de avispas, y dos escarabajos apareándose”. Las piezas “datan de 15 a 20 millones de años”.

El Museo Gregorio Luperón se erige en honor al General Gregorio Luperón, héroe de la Guerra de la Restauración. La victoria dominicana sobre los españoles en la gesta que se llevó a cabo en 1865 restauró la independencia de la República.

El Museo Judío, el museo conserva muestras de la cultura de los europeos que huyeron en la década de 1940 de las tropas Nazi encabezadas por Adolfo Hitler. Los migrantes forzados se establecieron en Sosúa. Al aprovechar su legado cultural la comunidad hereda las técnicas de la ganadería, la agricultura y la producción láctea.

Sobre el Museo de Armas de la Fortaleza San Felipe se trató más arriba.

En suma, los puertoplateños llenos de orgullo se creyeron únicos en la isla, la vanagloria trajo el mal comportamiento de los pobladores. En consecuencia, el noviazgo se acabó. Hizo falta años de reflexión y sufrimiento para que el Atlántico regresara por su amor.

Fuentes:

Miguel Ángel Cid

[email protected]

Twitter: @miguelcid1

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