Por JUAN T H
A través de su consultor jurídico, Antoliano Peralta Romero, el presidente Luís Abinader ha decidido retirar su propuesta de modificar la Constitución por la actitud negativa que han asumido distintos sectores sociales, principalmente los partidos de oposición que tiene participación en el Congreso. ¡Bien presidente!
Obviamente la correlación de fuerzas no permite otra reforma, por lo menos en las actuales circunstancias. Habrá que esperar una coyuntura distinta, tal vez cuando la mal llamada “clase política” haya madurado lo suficiente para no criticar por criticar, cuando la sensatez y la prudencia guíen la acción política, cuando interés nacional prime sobre el interés partidario o grupal. Hasta entonces sigamos con la Constitución del 2010 que hizo aprobar el entonces presidente Leonel Fernández y la del 2015 de Danilo Medina, ninguna con buenas intenciones.
El presidente Abinader vuelve sobre sus pasos demostrando su capacidad de corregir lo que debe ser corregido, que es un demócrata a conciencia, que está lejos de actuar como un caudillo, ni como un presidente déspota que arrolla y atropella usando la fuerza, la extorsión o el chantaje para imponerse sobre los demás. ¡Bien, presidente! Creo sinceramente que hizo bien.
Tanto en radio como en televisión le recomendé que retirara la propuesta de reforma constitucional dado el hecho que importantes sectores sociales y económicos no lo consideraban oportuno. No se oponían, pero creían que no era el momento más adecuado en medio de una pandemia, de una crisis económica que se agrava por la guerra de Rusia contra la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que encabeza Estados Unidos.
Los partidos grandes se opusieron jugando a la política, por no darle al presidente Abinader la oportunidad de hacer cambios en la Carta Magna para hacerla más democrática y más institucional. La propuesta de Abinader, hecha desde que era candidato, tenía y tiene la mejor de las intenciones. No buscaba reelección, bajar el 50 más uno, ni buscaba más poder para el mandatario; al contrario, el presidente pretendía reducir su poder discrecional. El presidencialismo quedaba muy debilitado en la Constitución que estaba proponiendo, fortaleciendo la institucionalidad. La insensatez y la mediocridad de los políticos de oposición, no les permitió ver más allá de sus narices. Se opusieron rabiosamente. Escuché a un senador de Leonel Fernández decir en un programa de televisión que estaban dispuestos a tomar las armas si era preciso en caso de que Abinader comprara los 40 y tantos votos que necesitaba para la reforma. (¿?) El ladrón juzga por su condición, pensé cuando lo escuché. El que conoce a Luís Abinader sabe que es incapaz de ir al mercado de la purga del Congreso y de los partidos a comprar conciencia y voluntades como lo hizo precisamente el PLD en 20 años de gobierno, que se corrompió y corrompieron a los que se dejaron corromper.
Luís Abinader retiro la propuesta de reforma constitucional no por miedo al PLD y la FP, la retira por prudencia, por humildad, porque es un demócrata no es un tractor que anda atropellando a los que no están de acuerdo con sus ideas.
El ejercicio del poder le está dando grandes lecciones políticas al presidente Abinader que muchas veces peca de ingenuo, de ser muy complaciente con sus adversarios atrincherados en los medios de comunicación, sobre todo en las redes sociales. Un país como la República Dominicana no puede ser gobernado por consensos. Los consensos no se logran nunca sociales no se logran nunca a menos que no sea mediante la fuerza de los regímenes dictatoriales. El poder debe ejercerse democráticamente, si, pero sin ceder cuando no se debe o no se puede.
Fue atinada la decisión de posponer la reforma constitucional. Otros vientos soplaran más temprano que tarde.