Por Elis Peralta
Hace dos mil años hubo un Viernes Negro, el más negro de la historia. ( Lucas 23:44-46) Aquel viernes, mientras el hijo de Dios se hallaba clavado en la Cruz toda la tierra quedó sumida en la oscuridad.
El inmaculado hijo de Dios pendía de la Cruz, su carne estaba lacerada por los azotes; aquellas manos que tantas veces se habían extendido para bendecir, estaban clavadas en el madero; aquellos pies tan incansables en los ministerios de amor estaban también clavados en la Cruz; su cabeza real estaba herida por la corona de espinas; aquellos labios temblorosos formulaban clamores de dolor.
Te imaginas todo lo que sufrió? : Las gotas de sangre que cayeron de su cabeza , sus manos y sus pies, la agonía que torturo su cuerpo y la inefable angustia que llenó su alma al ocultarse el rostro de su padre.
Por ti consiente el Hijo de Dios cargo la culpabilidad; saqueo el
dominio de la muerte. El que abrió los ojos a los ciegos y devolvió la vida a los muertos, se ofrece cómo sacrificio en la Cruz, y todo por amor a ti. El, el expiador del pecado, soporta la ira de la justicia divina y por causa tuya se hizo pecado.
En Jerusalén muchos recordaron cuando Jesus leyó las escrituras en la sinagoga donde presagió que pondría fin al pecado, pero cuan faltos de entendimiento estaban; aquello que lucia una gran derrota, era la más grande victoria espiritual de la historia. La muerte de Jesús anunció al universo el fin del pecado.
Probablemente usted se encuentra atravesando por el viernes más negro de toda su vida y su desesperanza ha dado al traste con su fe. Hoy te digo a ti que estás leyendo este interesante mensaje el Viernes negro pasará, ya se acerca la mañana gloriosa. Muy pronto podremos constatar que los sufrimientos del tiempo presente no son nada si lo comparamos con la gloria que habremos de ver después , no nos desesperemos Jesús aparecerá y será suficiente para encausarnos por un camino de esperanza y plenitud.