Por Miguel Ángel Cid Cid
Los gestores culturales invadieron a Casa de Arte en el Bulevar de los Artistas de Santiago de los Caballeros. Músicos, vocalistas, pintores, escultores, dibujantes, artesanos y aficionados al arte consumaron la libertad creativa. Escritores, poetas, actores y bailarines traducían el derroche sublime en escenas y textos.
La versión 35 del Festival Arte Vivo, los días 19, 20 y 21 de marzo, fue dedicado al maestro santiaguero Orlando Menicucci. Menicucci es Premio Nacional de Artes Visuales 2022 y la XXIX Bienal Nacional se celebró en su honor.
Arte Vivo, el Festival Internacional de los Artistas, se hizo por primera vez el 21 de marzo de 1987 organizado por Casa de Arte. Es un evento creado para celebrar la llegada de la primavera al través de una descarga intensa de las diferentes expresiones del arte. Es el punto de encuentro donde se fusionan la razón y la emoción, el ingenio y la creatividad.
La iniciativa fue del Colectivo Ideas. Un grupo de artistas fundado en 1985 en el campus de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra. Cuando los miembros del colectivo completaron sus programas de formación académicas encontraron refugio en Casa de Arte donde dieron continuidad a sus ideas creativas.
El doctor Emilio Martínez encabezó el grupo integrado por José D’Laura, Luisa Rebeca, Ernesto Rodríguez, Leo Ovalle, Gina Rodríguez, Franklin Hernández y Teodoro Ureña. Ya en la vieja casona estos realizaron la primera versión del festival. El nombre de Arte Vivo se le debe a Myrna Guerrero, historiadora, profesora, curadora, artista visual y crítica de arte.
En cada entrega, desde su primera celebración, la velada adquieres nuevos bríos. Los límites a la imaginación dependen de la fantasía cultivada en cada participante. Entre todas las festividades de la cultura popular en la isla, excepto el carnaval, no hay referencias de una mayor expresión de creatividad individual y colectiva.
Pero a toda actividad humana les llegan sus altas y bajas. Arte Vivo resiste las calamidades a ritmo de merengue, bachata, jazz, rockandroll, atabales, etc. Ritmos que se expresan en vibraciones de cuerdas, cuero y lienzos. En versiones del pasado el performance se extendía durante una semana sin interrupciones.
En años recientes, no obstante, la duración del festival ha ido reduciendo. La pandemia de la Covid-19 obligó a un achicamiento extremo del ritual. La celebración se hizo virtual.
En la ocasión, acoplar los movimientos rítmicos postpandemia, trajo sus novedades y ajustes a la tradición festiva. Por ejemplo, los artistas visuales de la ciudad plasmaron un nuevo mural en la fachada de la casona en homenaje al maestro Orlando Menicucci.
Patricia Pereyra ¡sublime!, una artista asidua al festival hizo vibrar su voz a ritmo de blues desde lo más hondo para rendir homenaje a su tocaya Patricia Ascuasiati, fallecida después de un confuso incidente.
El Maratón de Poesía Teatro de la Luna, de Washington, lo dirige el poeta dominicano Rei Berroa, profesor de crítica literaria y literatura española y del Caribe, en George Mason University. Participaron poetas de Francia, Argentina, Nueva Zelandia, Costa Rica, China, Portugal, España, Puerto Rico, Ucrania, Grecia, Italia, Panamá, India, Eslovenia, Rumania, Uruguay, Estados Unidos, Bulgaria, Hungría, Marruecos y República Dominicana, entre otros.
La lectura de los poemas se hizo desde las doce de la madrugada del día 21 de marzo, hasta las doce de la madrugada del día siguiente. Se transmitió por varios canales de You Tube y la plataforma Zoom.
Pero no todo es color de rosa. En su historia Arte Vivo a concitado el apoyo, el patrocinio de instituciones públicas y privadas. Entre ellas se cuentan el Ministerio de Cultura, el Ayuntamiento local, la Cámara de Diputados, la Oficina Senatorial de Santiago, entre otras.
En ese sentido, los organizadores del festival deberían explicar por qué en esta ocasión el apoyo se redujo a la mínima expresión. Sobre todo, porque se hace necesario que el próximo año esta debilidad se transforme en fortaleza.
En todo caso, los artistas, los artesanos, los gestores culturales, los participantes en sentido general despilfarraron su imaginación con energía y alegría contagiante.
Miguel Ángel Cid
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