JUAN T H
Supongo hay dos corrientes en el gobierno de Danilo Medina: una que está con la reelección –para lo cual invierte tiempo y recursos incuantificables- y la otra, minoritaria en apariencia, pero mayoritaria en términos cuantitativos y cualitativos, pero con menos poder económico y mediático, que está totalmente en contra debido a las previsibles consecuencias.
La elección traerá ingobernabilidad porque nadie se quedará cruzado de brazos y se producirá una insurrección lógica en el PLD, en los partidos y movimientos de oposición, incluyendo parte sustanciosa de la sociedad civil.
La reelección está condenada al fracaso, no importa que poderosos funcionarios beneficiados de su paso por el Estado, estén dispuestos a comprar –dinero no les falta- los votos que sean necesarios para hacer pasar la ley que ordena una Asamblea Revisora de la Constitución para luego modificarla a pesar de los traumas que ocasionará. Ese grupúsculo, sin embargo, aún no tiene los votos suficientes. De haberlos tenido –como dice el rumiante de la cámara de diputados- hace tiempo habrían intentado el “absurdo”, pero no dentro del análisis filosófico existencialista de Albert Camus.
La correlación de fuerzas no favorece la modificación constitucional. El marco político nacional e internacional, tampoco. Más del 70% de la población rechaza otro mandato de Danilo. Así como algunos funcionarios se desmarcan poniendo distancia, una parte del empresariado, sobre todo los menos favorecidos, también lo hace. El comunicado de la embajada de EEUU es muy claro y específico al respecto.
Ya no es cuestión de pago de impuestos, de evasión, extorsión y chantaje. Danilo está acorralado en su propia red. No tiene la madera de Maduro en Venezuela, las agallas de Fujimori en Perú, Uribe en Colombia y mucho menos de Daniel Ortega en Nicaragua para intentar mantenerse en el poder contra viento y marea sin temerle a las consecuencias. Le teme –eso sí- a salir del gobierno con varios expedientes de corrupción, visitando tribunales o en la cárcel como otros ex presidentes latinoamericanos. Y ni pensar en el ejemplo desgarrador del ex mandatario peruano Alan García, que en Paz Descanse, como dicen los cristianos.
Un autogolpe de Estado, teniendo gran parte del poder legislativo a su favor, no sería inteligente. Continuar insistiendo en “perpetuarse” como le aconseja su hermana, es otro disparate de los muchos que dice continuamente; un acuerdo con Leonel Fernández se distancia con los días; sacar de un sombrero mágico un candidato Danilista, títere como Negro Trujillo o Balaguer en la Era del Jefe, no es posible.
Danilo no sabe qué hacer en su laberinto. Las opciones son cada vez menores. Parece no encontrar salida. No se avizora ninguna luz al final del túnel, hasta el momento.
El expediente de Odebrecht se retomará en el momento en que se produzca un cambio político, no importa quién sea el nuevo presidente. Los verdaderos responsables del soborno caerán, al igual que los responsables del financiamiento de las campañas electorales. Del mismo modo caerán muchos funcionarios involucrados en negocios turbios condenados por las leyes. La impunidad terminará. Habrá que hacer una cárcel “modelo” para los prevaricadores.
Mientras llega el momento del cambio –que llegará sin dudas- hay que salir del lodazar del que salió Pechito como Batman de la Súper Cueva, sin enlodarse, deteniendo el carro de la reelección que ya el pueblo le puso la “emergencia” para que no avance, y garantizar un gobierno democrático de transición que convoque una Constituyente en el menor tiempo posible para barrer con el Congreso y la Judicatura, terminar con la corrupción y la impunidad que impiden el avance de nuestro pueblo hacia el desarrollo y la prosperidad.