Un nuevo estudio replantea el origen del beso, explorando sus raíces evolutivas más allá de su connotación romántica. Aunque hoy en día es una expresión universal de amor, respeto y afecto, un equipo de investigadores sugiere que este gesto podría ser una herencia de nuestros antepasados prehistóricos.
Según el psicólogo evolutivo Adriano Lameira, de la Universidad de Warwick, el beso habría surgido como una práctica de acicalamiento destinada a eliminar parásitos y piel muerta en nuestros ancestros peludos, con el contacto boca a boca como una etapa final. Con el tiempo, al volverse menos peludos, este comportamiento habría evolucionado hacia formas más simbólicas, aunque el momento exacto en que adquirió connotaciones sexuales sigue siendo un misterio.
Más que un ritual físico
Hoy, besar es mucho más que un vestigio evolutivo: es una compleja manifestación emocional y relacional. Estudios recientes destacan su importancia en las relaciones humanas, especialmente en el contexto romántico, donde los besos sirven para evaluar la compatibilidad de pareja.
Además, besar tiene beneficios comprobados para la salud física y mental. La acción desencadena la liberación de hormonas como la oxitocina y la dopamina, que refuerzan vínculos, reducen el estrés y generan placer. Incluso puede contribuir a la longevidad. Un estudio alemán de los años 80 reveló que los hombres que besaban a sus parejas antes de salir al trabajo vivían, en promedio, cinco años más que aquellos que no lo hacían.
Un ejercicio para cuerpo y mente
El beso no solo fortalece vínculos emocionales, también es sorprendentemente físico. Una apasionada sesión de besos puede quemar entre cinco y 26 calorías por minuto, según un estudio publicado en The American Journal of Medicine en 2013.
Lejos de ser un simple acto romántico, el beso conecta a las personas a nivel profundo, con raíces en nuestra historia evolutiva y efectos tangibles en nuestra salud y bienestar. Este ancestral gesto sigue siendo objeto de fascinación científica y un símbolo universal de humanidad.
Raíces históricas del beso
El beso, tal como lo conocemos, tiene una rica trayectoria en la historia de la humanidad, documentada en textos y representaciones artísticas desde tiempos inmemoriales. La primera evidencia escrita del beso aparece en antiguos textos sánscritos de la India, en los Vedas (alrededor del 1500 a.C.), donde se describe como una forma de unión espiritual y física. Más tarde, el Kamasutra, un famoso tratado indio sobre el arte del amor, detallaría diversas técnicas de besos, subrayando su importancia en las relaciones humanas. En la antigua Roma, el beso se convirtió en un símbolo social y político, utilizado no solo en contextos románticos, sino también como un gesto de respeto y lealtad, sellando acuerdos o mostrando deferencia a figuras de autoridad.
Cultura y evolución del gesto
Con el paso de los siglos, las prácticas de besar han variado entre culturas. Mientras que en las sociedades occidentales el beso romántico se consolidó como un gesto íntimo, en algunas culturas de Asia y África, el acto de besar en los labios ha sido menos común, sustituido por otras formas de afecto como el roce de narices o abrazos. En la Edad Media europea, los besos fueron utilizados incluso como juramentos legales, mientras que en el Renacimiento adquirieron un aire más romántico, reflejado en el arte y la literatura de la época. Esta diversidad cultural no solo ilustra la adaptación del beso a diferentes contextos, sino también su poder universal para conectar a las personas a través del tiempo y el espacio.