SANTO DOMINGO, RD. – La queja, una respuesta aparentemente inofensiva y cotidiana, puede convertirse en un hábito perjudicial si se cronifica, afectando no solo nuestra salud mental y física, sino también la calidad de nuestras relaciones sociales. Este fenómeno, explorado en profundidad por la profesora María J. García-Rubio en un artículo para The Conversation, revela cómo el lamento crónico va más allá de ser un simple desahogo emocional.
Un hábito cotidiano que puede volverse destructivo
La queja, común en nuestras interacciones sociales, actúa como un mecanismo de afrontamiento que busca liberar tensión o validar nuestras emociones. Sin embargo, cuando este hábito se vuelve sistemático, puede provocar desgaste emocional y físico, interfiriendo con nuestra capacidad de resolver problemas y tomar decisiones.
El problema se agrava en el contexto de las redes sociales, donde despotricar sobre diversos temas se ha convertido en una estrategia para ganar seguidores, promoviendo un ciclo de negatividad que impacta especialmente en las generaciones más jóvenes.
El impacto en el cerebro y la salud mental
Según la neurociencia, el cerebro humano está diseñado para centrarse en lo negativo como un mecanismo evolutivo de supervivencia, un fenómeno conocido como sesgo de negatividad. Sin embargo, en el mundo moderno, esta tendencia puede ser contraproducente, generando pensamientos intrusivos, rumiaciones y baja autoestima.
Estudios han demostrado que la queja crónica puede provocar cambios estructurales en el cerebro, dificultando funciones cognitivas como la planificación y la resolución de problemas. Esto crea un ciclo vicioso: las personas que se quejan constantemente enfrentan mayores dificultades para gestionar las adversidades, lo que refuerza su hábito de lamentarse.
Estrategias para romper el ciclo de la queja
Expertos recomiendan diversas estrategias para superar el hábito de quejarse de forma crónica:
- Practicar la gratitud: Registrar aspectos positivos de la vida ayuda a cambiar la perspectiva.
- Buscar soluciones: Hacer listas de acciones concretas para abordar problemas genera una sensación de control.
- Cuidar el lenguaje: Adoptar un enfoque más positivo o neutral en nuestras palabras puede transformar patrones de pensamiento.
- Establecer límites: Evitar conversaciones excesivamente negativas y proponer enfoques constructivos fomenta un ambiente más saludable.
Un paso hacia el crecimiento personal
Ser consciente del impacto negativo de la queja crónica y buscar formas de cambiar este hábito puede mejorar significativamente la calidad de vida. “La queja no es negativa si no se cronifica. No somos perfectos, somos humanos”, concluye la profesora García-Rubio, invitando a reflexionar sobre nuestras actitudes y su influencia en nuestro bienestar emocional y social.
Esta reflexión, más que un llamado a evitar la queja por completo, es una invitación a usarla como una herramienta constructiva en lugar de un obstáculo en el camino hacia una vida más plena y equilibrada.