Por JUAN TH
A don Eduardo Estrella A doña Melba viuda Grullón A don Antonio Najri Y a todos los familiares de las víctimas de la tragedia ocurrida en la discoteca Jet Set que enlutó a más de 220 familias.
LOS HERARDOS NEGROS
Hay golpes en la vida… ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios: como si ante ellos/la resaca de todo lo sufrido /se empozara en el alma…¡Yo no sé!/son pocos, pro son/Abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte/Serán tal vez los potros del bárbaro Atilas/o los heraldos negros que nos manda la Muerte./Son las caídas hondas Cristos del alma de alguna fe adorable que el destino blasfema/Esos golpes sangrientos son las crepitaciones/de algún pan que en la puerta del horno se nos quema./y el hombre…/Pobre…/Pobre/vuelve los ojos/como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada:/vuelve los ojos locos,/y todo lo vivido se empoza, como charco de culpa,/en la mirada. Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! (Cesar Vallejo, poeta peruano)
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LA TRAGEDIA
No me voy a preguntar dónde estaba Dios cuando el frágil techo de la emblemática discoteca Jet Set se desplomó matando a más de 220 personas, la mayoría de clase media, clase alta y gente humilde del pueblo sin abolengo.
El pueblo, consternado, devastado y hasta rabioso, llora la tragedia. ¡Cuánta gente valiosa ¡Cuántos sueños truncados en un minuto! ¡Cuántas esperanzas rotas en un segundo! ¡Cuánto dolor acumulado en un pueblo que no entiende cómo pudo haber pasado algo tan desastroso, me pregunto una y otra vez, sin encontrar respuestas que calme mi desesperación y mi angustia, ¿cómo pudo desplomarse el techo de un lugar público lleno de seres humanos que buscaban diversión, alegría, y paz?
Aun me resulta imposible creer que mi buen amigo Rudy Pérez, no solo “la voz más alta del merengue”, sino una bella persona, afable, cariñosa y solidaria, haya muerto. ¡No! Como diría Mario Benedetti, esa muerte me tiene “rabioso y consternado”. Ruby, al igual que todos los presentes en la discoteca, no merecían morir de ese modo. ¡Coño no!
La tragedia de Jef Set obliga, no sólo a una reflexión, sino a la toma de medidas drásticas de parte de las autoridades y de toda la ciudadanía, porque hechos como esos no pueden, bajo ningunas circunstancias, repetirse. ¡Hay que tomar medidas drásticas, contundentes; ¡tiene que haber consecuencias, ante lo que algunos abogados llaman “homicidio involuntario” que está tipificado en nuestra ley!
Estoy convencido que la tragedia donde murieron aplastadas más de 240 personas pudo haberse evitado, tan solo con una inversión adecuada, supervisión del gobierno. La culpa de lo ocurrido no es sólo de los propietarios del establecimiento, sino de las autoridades que periódicamente supervisión y evalúan no solo las estructuras de las edificaciones, sino los aforos (Número permitido estrictamente de personas en cualquier establecimiento público, que aquí no se respeta)
Los hechos lamentables como los de las discotecas seguirán produciéndose mientras se permita que los empresarios sean dueños absolutos de los centros de diversión. En el Teatro Nacional, Palacio de los Deportes, Estadio Olímpico, Palacio de Bellas Artes, Estadios deportivos diversos, el “mercado negro” satura los espacios públicos, Asistí al último concierto de Juan Luis Guerra, el mercado negro hizo su agosto con as de 30 mil personas, que pudo terminar en tragedia. La seguridad del publico es lo que menos importa. El negocio primero.
Asistí, junto al colega y buen amigo Fausto Rosario Adames y Julissa Cruz, secretaria del Consejo de Indotel, a los actos fúnebres de mi querido amigo Guarionex (Guayo) con quien había compartido en casa del expresidente Hipólito Mejía junto a Xiomara, concuñada de Eduardo Estrella, Rafito, sobrino de Doña Rosa Mejía. El pueblo de Santiago y de la capital se desbordó en un gesto inusual de solidaridad. El dolor era indescriptible.
Tengo entendido que muchos de los familiares de las victimas actuarán en justicia. ¡Y hacen bien! Lo lamento por mi amigo. el empresario Antonio Espaillat, pero alguien tiene que responder por las víctimas, resarcirlas, sobre todo si se comprueba que hubo negligencia y que los hechos trágicos bien pudieron evitarse.