La ignorancia no puede prevalecer, ni el prejuicio. No vacunarse es una idiotez, un sin sentido.
Conozco el caso de un hermano de un periodista muy conocido que no quiso vacunarse. Se infectó del COVID y después de tres semanas interno en un centro de Santiago, murió.
Desde que me fue posible acudí a la fundación Corazones Unidos, en el sector de Naco, a vacunarme. Poco después la segunda dosis de la vacuna China, sin ninguna molestia ni efecto secundario. Mis hijos, incluyendo a Juan Luís que acaba de cumplir 19 años. En mi familia todos estamos inoculados. Nos protegimos y protegemos a los que están cerca. Las vacunas les han salvado la vida a millones de personas en todo el mundo. Han sido la panacea para muchas epidemias.
La vacunación infantil es ya una cultura. Las madres acuden a los centros de vacunación con sus bebes. No preguntan si la vacuna es de Estados Unidos, China, Rusia o Cuba, lo que importa es inmunizar a sus criaturas. Actúan inteligentemente y con amor.
Hace días escribí en mi cuenta de Twitter, @juantaverash, “así como yo no tengo derecho a contagiar a los demás, por eso estoy vacunado, los demás no tienen derecho a contagiarme, por eso deben vacunarse”.
La semana pasada mi artículo invitaba al presidente Luís Abinader a tomar medidas más drásticas, porque a mi entender no basta con el toque de queda; esa medida debía ir acompañada de otras atendiendo a las recomendaciones del Colegio Médico Dominicano y de los organismos internacionales. Propuse que se emitiera una resolución obligando a todos los empleados públicos a vacunarse o de lo contrario fueran suspendidos, cancelados o impedirles la entrada a las oficinas, suspenderle el salario si fuera necesario, etc.
Soy partidario de que muchos centros públicos a partir de una o dos semanas se permita la entrada de los vacunados con sus dos dosis, presentando su tarjeta, como la cédula. Solo hay que plastificarla. Incluso, como en otros países, China, por ejemplo, una aplicación en el celular.
Somos, como dice Alberto Cortez en una canción, “los demás de los demás”. Todos los que se oponen a la vacunación obligatoria porque supuestamente es inconstitucional, extrañamente están vacunados. Además el derecho de un pueblo a la sobrevivencia está por encima del derecho de la minoría que quiere morirse y de paso infectar a los demás para que también se mueran. La salud es un derecho humano fundamental que el gobierno tiene que preservar a toda costa. El que se quiera morir del COVID o de lo que sea, que “la muerte le sepa a gloria”, pero que muera solo, no conmigo, ni con mi familia, amigos y relacionados.
Somos un país privilegiado. Tenemos la vacuna. Vacunémonos pues y dejémonos de majadería. No olvidemos que somos “los demás de los demás”, como dice la canción.
“Nunca estamos conforme del quehacer de los demás. Y vivimos a solas sin pensar en los demás. Como lobos hambrientos devorando a los demás. Convencidos que son nuestro alimento, los demás. Los errores son tiestos que tiran los demás. Los aciertos son nuestros y jamás de los demás. Cada paso un intento de pisar a los demás. Cada vez más violento el portazo a los demás. Las verdades ofenden si las dicen los demás. Las mentiras se venden, cuando compran los demás. Somos jueces mezquinos del valor de los demás, pero no permitimos que nos juzguen los demás. (…) nuestro tiempo es valioso, pero no el de los demás. Nuestro espacio precioso, pero no el de los demás… olvidamos que somos los demás de los demás”. Así dice, más o menos la canción a los demás.
Vacunándonos nos protegemos y protegemos a los demás… No lo olvides.
Por JUAN T H