Por JUAN T H
No es verdad que la Lotería Nacional es la “amiga del pobre y del rico”, como tampoco es cierto que “la casa pierde y se ríe”. La casa nunca pierde. Y la Lotería es la amiga del rico, no del pobre. Los ricos no juegan, más que por deporte.
Un país que tiene más bancas deportivas, casi 200 mil, 150 mil de lotería, casinos donde no deben estar, máquinas tragamonedas por doquier, no puede progresar y salir del atraso y el subdesarrollo. Al contrario, seguirá sumido en el oscurantismo más abyecto que alguien puede imaginarse.
En este país, de mis sueños y desvelos, hay más bancas de apuestas y deportivas que universidades, colegios, escuelas, centros deportivos y culturales, juntos, convirtiéndose en un poder ilimitado.
Alguien me dijo:” ¡Ese es un mal necesario!” ¿Por qué?, pregunté. Sencillo, porque los políticos que gobernaban el país durante 20 años, (PLD) lo hicieron suyo creando consorcios pertenecientes a los grupos que se repartieron el país. “Cada grupo creó su propia estructura de juegos de azar” para dejar que fuera la esperanza de la gente la única forma de salir de la miseria, no al trabajo, no a la lucha por mejorar su condición de vida material y espiritual.
A través de los juegos de azar llegó el narcotráfico, el lavado de activo, el crimen organizado, el secuestro y la corrupción que beneficiaba a los “líderes” del PLD, y, por supuesto, del “bajo mundo”. Además, la política llegó a los casinos, a las bancas de juego, dando como resultado que los zares del juego se inscribieron en los partidos, buscaron diputaciones, senadurías, regidurías y alcaldías. Hoy tenemos diputados, senadores, regidores y alcaldes en todo el territorio nacional de todos los partidos, incluyendo el partido oficial, a lo que nadie puede oponerse porque sería violar los “derechos humanos” garantizados en la Constitución de la República.
La mayoría de los “banqueros” buscan protección participando en la política y aspirando a cargos de elección popular, lo cuales logran con relativa facilidad porque pueden “compran la voluntad popular”, impidiendo que ciudadanos honorables puedan lograr un puesto en el Congreso. (No me extrañaría si un “banquero” se pueda convierta en presidente del Senado, de la cámara de Diputados, incluso, presidente de la República)
Un funcionario del área de los juegos de azar afirma que una banca relativamente pequeña puede dejar de beneficios hasta once millones de dólares en un mensuales, porque su costo es muy bajo debido a que suele pagan salarios de miseria a sus empleados, generalmente mujeres, que exponen sus vidas laborando diez y doce horas sin el pago de horas extras, bonificación, etc. (Son tratadas como esclavas)
El Estado político es cómplice de lo que ocurre, por los “aportes” del juego de azar al fisco, necesarios para el presupuesto general de la nación. Según la Dirección General de Impuestos Internos, el año pasado recaudó RD$ 2,863.1 millones de pesos. Esa cifra no incluye la evasión que puede ser superior a los ingresos. El juego le deja al Estado más de lo que invierte en Educación que es el 4% del Producto Interno Bruto. Pero el daño económico, material, cultural y espiritual al pueblo dominicano es incalculable. Las pobres amas de casa, por ejemplo, invierten en juegos de azar más del 30% de sus ingresos, en un país donde se producen cerca de 20 sorteos diariamente.
El PLD hizo, a través del juego de azar y de la corrupción, su propia fábrica de millonarios.
En muchos países, incluso de la región, el juego de azar está prohibido o tiene limitaciones muy estrictas. En nuestro país no. Al contrario, se estimula, se promociona en todos los medios de comunicación, porque es una manera de atar a la gente a la esperanza de mejorar su situación económica. Mientras tanto los que siempre se “sacan el premio mayor” son los dueños de las bancas, que nunca pierden.
Los pobres son los que sueñan todos los días con la esperanza de hacerse ricos, con salir de la miseria con un golpe de suerte para, como dice un comercial muy difundido, “comprarle una yipeta a la mujer y una casa a la vieja”, lo cual, por lo general, nunca ocurre.
Detrás de las bancas de lotería y deportivas, suele haber, como lo saben las autoridades y lo permiten, lavado de activo, narcotráfico y hasta crimen organizado.
Mi padre solía decir que “los sueños se realizan trabajando, no jugando”. Tenía razón el viejo: “los sueños se realizan trabajando, estudiando y luchando” para mejorar la condición de vida material y espiritual. No hay otro modo.
Confío en que el gobierno piense en el daño material, cultural y espiritual que la proliferación del juego de azar le hace al pueblo, procediendo, por lo menos, a limitarlo legislando al respecto limitándolo a su mínima expresión, para evitar que haya más bancas de apuestas que centros educativos, deportivos y culturales. ¡Alguna vez tendrá que ser para que no sigamos creando una sociedad de ludópatas, incapaces de pensar y de actuar!