La pregunta que todos se hacen es si Donald Trump será enjuiciado o no. Los partidarios del expresidente creen que “los demócratas son tan viles y desalmados que están dispuestos a meter en la cárcel a un expresidente republicano tras inventarle algún delito”. Los adversarios suponen que, tras el testimonio de Cassidy Hutchinson, no les queda otro remedio que actuar de oficio.
Cassidy Hutchinson era una destacada empleada de Mark Meadows. Estaba en medio del trasiego humano del 6 de enero de 2021 cuando se produjo el asalto al Capitolio. Meadows era el último jefe del gabinete de Donald Trump y, a juzgar por el criterio de uno de los expertos convocados por NPR (The Gateekepers: How the White House Chiefs of Staff Define Every Presidency), ha sido el peor de todos. Era un yes man cuando se necesitaba alguien con entereza suficiente para decirle al presidente que estaba equivocado. (Cualquiera le dice “no” al presidente Trump, afirman los que lo conocen de primera mano).
Además de contar que estuvo despegando la comida de las paredes, porque el Presidente tuvo una rabieta y arrojó los restos del almuerzo contra las paredes del Salón Oval, como suele hacer cuando se enoja, las revelaciones de Cassidy Hutchinson son tremendas: Trump, personalmente, no sólo sabía la peligrosidad del grupo, porque él era quien lo había convocado, sino ordenó quitar las medidas de seguridad para que los manifestantes estuvieran a sus anchas. Trump negó todas las denuncias de la señorita Hutchinson, pero lo hizo de una manera personal. Utilizó argumentos ad hominem, muy poco convincentes. Se burló de la anécdota de la comida lanzada contra la pared del Salón Oval. (De paso, se burló de su propio abogado Rudy Giuliani). En lugar de rebatir lo que ella decía, afirmó que Hutchinson se trataba de una persona insignificante, incapaz de tener una opinión razonable.
Esa tarea la dejó en manos de Anthony ‘Tony’ Ornato, un miembro del servicio secreto, quien desmintió el testimonio de Hutchinson, al menos en lo que tenía que ver con lo que a él: no era cierto. No le dijo nada sobre Bobby Engel. Sin embargo, la señorita Hutchinson ratificó bajo juramento lo que había escuchado.
Las vistas y los testimonios sobre los sucesos del 6 de enero son devastadores… para el que los crea (como es mi caso). Pero el 70% de los republicanos piensan que han sido víctimas de un fraude. Sospecho que, en un principio, Donald Trump suponía que había ganado y le habían hecho trampas, pero el testimonio de la persona que había puesto al frente del Departamento de Justicia, William Barr (Bill, para sus amigos), terminó por convencerlo de la victoria de Joe Biden, aunque no está dispuesto a reconocerlo de ningún modo por la cuenta que le tiene.
¿Por qué se confundió tan intensamente? Porque el haber sacado 74 millones de votos le sirvió de acicate, y porque no creyó que Joe Biden, “ese mequetrefe reblandecido”, había sacado 81 millones y le había ganado en media docena de los estados-bisagra que le había arrebatado a Hillary Clinton en las elecciones del 2016, ganando en el Colegio Electoral, aunque perdiera en la votación popular por casi tres millones de votos.
Me es muy fácil pensar que me han hecho trampa. Basta con suponer que el conjunto de la sociedad se comporta como lo que yo observo. A fines de 1959 creía que “toda Cuba” estaba contra la revolución. Mi error estaba en suponer que “toda Cuba” estaba contra los fusilamientos, contra las intervenciones en las empresas y contra la creciente dictadura que se estaba forjando. Era un error de percepción.
Yo formaba parte de las clases medias. Mi madre era profesora de una “Escuela del Hogar”. Era Doctora en Pedagogía. Ganaba unos doscientos dólares mensuales. Yo estudiaba en un instituto por las noches y tenía 16 años. Como era muy precoz, me casé con Linda en diciembre de 1959, casi al año de haberse iniciado la revolución. Seguimos juntos. De alguna manera era parte del 30 o 40% de las clases medias urbanas vinculadas a La Habana.
Cuando el “trumpismo” se reúne piensa que todos ellos son “blancos, de origen norteeuropeo, anti-obamistas, y que pelearon junto al sur en la Guerra Civil”. Es esa la imagen que les devuelve el espejo social. Es ésa la imagen que prevalece entre los republicanos. Pero no es verdad. La realidad es mucho más compleja. La mayoría del país es mestiza, es blanca, es negra, es mulata, es asiática, es hispana. La mayoría cree en los derechos de las minorías a casarse con quien desee y a buscar la felicidad de cualquier modo. La mayoría cree y piensa que el derecho al aborto radica en las mujeres que tienen que pechar con el fruto que tienen en sus entrañas. Por eso Biden le ganó a Trump. Sólo por eso.