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Banco Popular

Por AP

Altice

En vísperas de las reuniones de líderes de dos continentes para analizar una perspectiva económica cada vez más sombría, éste es el cuadro que los espera:

Fábricas con baja producción, negocios paralizados, el crecimiento global que vacila y las dos economías más poderosas del mundo enfrentadas en una guerra comercial.

Hace apenas un año todas las grandes economías gozaban de un período inusual de prosperidad compartida, pero ahora la economía global parece estar al borde de caer en la grieta a la cual la precipitó la crisis financiera de 2007.

Para colmo de males, las soluciones distan de ser evidentes. Los bancos centrales no pueden simplemente bajar las tasas de interés. Ya están en un nivel ultrabajo. Y si lo hicieran, correrían el riesgo de despojarse de las municiones que necesitarían para combatir una recesión más adelante. El endeudamiento elevado de los gobiernos dificulta los recortes de impuestos o la inversión de grandes sumas en puentes, caminos y otras obras públicas.

El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han rebajado la perspectiva de crecimiento mundial. El jueves, Moody’s Investors Service pronosticó un crecimiento de la economía mundial de 2,7% para este año y el próximo, comparado con 3,2% los dos años anteriores. Y emitió una advertencia sombría: acostúmbrense.

“La nueva normalidad probablemente continuará durante los próximos tres a cuatro años”, dijo la agencia de evaluación de crédito.

Crecen las preocupaciones al reunirse los presidentes de bancos centrales en Jackson Hole, Wyoming, y los jefes de gobierno del Grupo de los Siete en Biarritz, Francia.

La perspectiva global sombría refleja en parte los conflictos comerciales del presidente estadounidense Donald Trump con China y otros países. Ahora todos comprenden que Trump probablemente seguirá aplicando aranceles _y aumentándolos en algunos casos_ para tratar de arrancar concesiones a los socios comerciales.

“La incertidumbre comercial llegó para quedarse”, dijo Madhavi Bokil, de Moody’s.

Estrujado por el proteccionismo, el comercio global probablemente crecerá 2,5% este año, la tasa más baja de los últimos tres años, según el FMI. El comercio es crucial para la suerte de los fabricantes, y el índice de manufactura global de J.P. Morgan cayó en julio al nivel más bajo desde 2012.

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El malestar global también refleja la atracción gravitatoria: las economías de Europa y Japón, alimentadas por las políticas de dinero barato de los bancos centrales, se extralimitaron hace algunos años y ahora regresan a su estado más típico: el andar lento.

El FMI pronostica que la tasa de crecimiento de China será de 6,2% este año _la más baja desde 1990_ y apenas 6% el año próximo. Sin duda, la afecta la guerra comercial de Trump. El presidente ha impuesto aranceles a importaciones chinas por valor de 250.000 millones de dólares y se dispone a aplicarlos a casi 300.000 millones más en el curso del año. La desaceleración china también se debe en parte a las propias autoridades de Beijing, que tratan de contener los préstamos para controlar el endeudamiento desenfrenado.

Y el frío económico de China provoca estremecimientos en muchos países _desde Chile, productor de cobre, hasta Australia, productor de mineral de hierro_ que alimentan a las fábricas chinas con sus materias primas.

Por otra parte está Europa. En los 19 países que utilizan la moneda euro, el crecimiento se redujo en el segundo trimestre a una anémica tasa anual de 1,1%. La eurozona, que tiene estrechas relaciones comerciales con Estados Unidos y China, ha sufrido el rebote de la colisión entre Trump y el presidente Xi Jinping. Y Trump ha amenazado con imponer aranceles elevados a los autos importados de Europa.

Pero aún más que los aranceles, es la incertidumbre lo que pone paños fríos a inversiones y compras. A pesar del bajo costo de los préstamos gracias al estímulo de los bancos centrales, las inversiones en plantas nuevas están rezagadas, una señal ominosa de que los jefes no prevén mejoras.

En Alemania, la usina económica de Europa, la economía se contrajo 0,1% en el segundo trimestre con respecto al primero. Si la producción cae por segundo trimestre consecutivo, Alemania estará en recesión.

Algunos de los problemas alemanes se originan en el propio país. Las grandes automotrices se han visto obligadas a gastar miles de millones en tecnología para cumplir las nuevas normas más estrictas sobre emisiones. La división automotriz de BMW perdió dinero en el primer trimestre por primera vez en un decenio. Daimler registró su primera pérdida neta desde 2009 en el segundo.

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El Brexit es otro peligro para Europa. El primer ministro Boris Johnson dice que el Reino Unido saldrá de la Unión Europea y su zona de libre comercio el 31 de octubre, haya o no acuerdo de divorcio.

Frente a semejantes riesgos, el Banco Central Europeo ha indicado que podría lanzar un nuevo estímulo monetario, posiblemente el mes próximo. En diciembre, el BCE se había sentido suficientemente confiado para detener un programa de compra de bonos de 2,6 billones de euros (2,9 billones de dólares) después de casi cuatro años. Ese optimismo se ha desvanecido.

La economía estadounidense, con un crecimiento récord de 10 años, aún resiste. El consumo, que representa el 70% de la actividad económica estadounidense, impulsa el crecimiento.

Las ventas al detalle han registrado un fuerte aumento este año con compras online y gastos en restaurantes. Las tasas de ahorro son las más elevadas desde 2012, un indicio de que los consumidores no necesariamente gastan todo lo que obtienen.

Pero los aranceles de Trump penden como una sombra negra sobre la economía. Los impuestos a la importación que planea aplicarle a China el 1 de septiembre y el 15 de diciembre amenazan con propinar a los estadounidenses golpes más duros que la ronda anterior.

Las empresas ya están demorando las inversiones porque no saben dónde instalar fábricas nuevas, buscar proveedores o encontrar clientes sin tener un panorama más claro de hacia dónde van las disputas comerciales. “Hay mucha incertidumbre”, dijo Eric Lascelles, economista jefe de RBC Global Asset Management. “En todas partes las empresas están a la expectativa”.

A pesar del pesimismo, dijo Lascelles, los gobernantes no carecen de opciones. Aún con las tasas de interés a corto plazo cercanas a cero, los bancos pueden comprar bonos para inyectar dinero en el sistema financiero, como hicieron la Reserva Federal, el BCE y el Banco de Japón durante y después de la crisis financiera.

Y aún con el fuerte endeudamiento, los gobiernos podrían aprovechar las bajas tasas para tomar préstamos baratos si resolvieran estimular sus economías con recortes impositivos o nuevos gastos.

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