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VISIÓN GLOBAL

Altice

Algunas religiones han logrado sembrar una narrativa contraria a las vacunas creadas para combatir el nuevo coronavirus, cuyos efectos son innegables en cuanto a reducir la mortalidad provocada por la enfermedad.

En un mundo donde, paradójicamente, se vive en la época más comunicada de todo el discurrir de la humanidad, es precisamente cuando campea por sus fueros una mayor desinformación.

¿Cómo se explica, filosóficamente, este contrasentido? Bastante fácil.

Por un lado, la abundancia de información es, al mismo tiempo, el laboratorio profuso de desinformación, por cuanto millones de personas tienen acceso a lo que creen son datos verídicos, cuando en realidad se trata de basura informativa, material para sembrar la ignorancia.

Con las vacunas anti-covid-19 estamos en presencia del uso de ese caudal de relatos falsos que ha logrado calar en millones de seres humanos alrededor del mundo para rechazar la inmunización contra el coronavirus.

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Y entre quienes han logrado envenenar las mentes de legiones inmensas de incrédulos están los líderes de ciertas sectas religiosas, quienes predican contra las vacunas como si fuesen una disociación de los designios divinos.

Esos predicadores caen en una contradicción conceptual inexplicable, pues si se asume que Dios dotó al hombre (entiéndase a los humanos) de sabiduría, suponemos también que dicho don les ha servido para formular las vacunas que han contribuido para frenar—hasta prueba en contrario, que no existen—el auge de la pandemia que ha provocado en el planeta más de cinco millones de fallecimientos y 300 millones de contagiados.

Es la peor tragedia que ha experimentado la humanidad en toda su existencia, y a pesar de los esfuerzos inmensos que lleva a cabo la comunidad científica, no parece previsible el cierre definitivo de este dramático capítulo.

Entonces, si tal es el caso, ¿no resultaría más útil la invocación del nombre de Dios para que los predicadores evangélicos llamen a sus seguidores a tomar la vacuna? Es lo que se entiende.

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Sin embargo, muchos incurren precisamente en lo contrario, es decir, sembrar el desconcierto en su feligresía para que no se vacune, bajo el predicamento de que no se debe permitir el ingreso de elementos extraños en sus cuerpos.

Pura pamplina irresponsable que va contra la humanidad y que la gente sensata en esas congregaciones debería rechazar de plano, ya que todos los medicamentos que en algún momento han utilizado han sido cuerpos extraños.

Conste que los líderes religiosos que no forman parte de esa campaña no deben darse por aludidos, pues no son todos los dirigentes de congregaciones evangélicas que han estado en esta actitud.

La vacuna es lo único que puede prevenir un contagio eventualmente letal. ¡Si lo sabré yo..!

Por Nelson Encarnación

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