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La confianza entre Max Verstappen y Red Bull es tan ciega que resulta hasta contraproducente

Altice

Max Verstappen no ha terminado nada contento la sesión de clasificación del Gran Premio de Fórmula 1 de Singapur. El neerlandés se sentía como pez en el agua en unas condiciones mixtas y con los muros a tan solo centímetros de su monoplaza. No obstante, un error de cálculo del equipo y unas pasadas de frenada del propio piloto han provocado que una más que posible pole acabe en un mísero octavo puesto en un circuito muy complicado de adelantar.

Charles Leclerc, máximo rival de Verstappen en la lucha por el título, ha terminado en la pole position pero ese no ha sido el motivo por el que el actual campeón acaba sacando chispas. La cosa es que era el más rápido de todos con diferencia. En su penúltimo intento era un siete décimas más rápido y se ha pasado de frenada en la zona del puente y entonces ha abortado. No ha abortado porque creyera que iba en un mal tiempo, si no que se lo ha pedido el equipo.

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Seguramente sin el error de pilotaje, Red Bull hubiese dejado acabar la vuelta porque por algo era siete décimas más rápido que el mejor crono. Pero querían aprovechar para ser los últimos en cruzar línea de meta mientras la pista se secaba. La cosa es que no habían calculado para nada bien la cantidad de gasolina para realizar ese giro extra. Y cuando Verstappen iba nueve décimas más rápido que Leclerc le han pedido que parara. Si acababa la vuelta no tendrían ni para dar la muestra necesaria a la FIA. Todo al traste por un error de cálculo a pesar de ser insultantemente superiores a sus rivales.

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La confianza de Red Bull en que su joven estrella pudiera hacer el giro perfecto a la primera en unas circunstancias muy complicadas han hecho que no llenaran de más el depósito. En cambio, Verstappen ha cumplido las órdenes que recibía por radio sin rechistar cuando otro hubiera tirado hasta el final por si acaso. Desde Australia hasta este fin de semana esa confianza es lo que les ha convertido en un binomio intocable. Este sábado el resultado no tiene nada que ver.

“El equipo ha cometido un error, es algo que puede pasar, yo mismo he cometido alguno, pero no por ello lo debemos aceptar sin más”, replicaba Max al bajarse del coche. Y tiene mucha razón si vemos que Pérez, sin ser de los últimos en cruzar la línea de meta se ha colado en primera fila y primera espada de los austriacos. De hecho, mañana todas las esperanzas están puestas en el mexicano para poder restarles los máximos puntos a Ferrari. En Pérez no se la querían jugar, el nivel de confianza no es el mismo.

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Con este octavo puesto y el Ferrari de Leclerc en pole podemos ir olvidando el colofón de campeón en el Marina Bay, pero no nos engañemos ya era una situación muy poco probable. De todos modos, a falta de seis carrera para el final, es decir 150 puntos, la diferencia entre uno y otro es de 116, más de cuatro carreras. Es cuestión de esperar para ver a Verstappen coronarse, pero cuando tienes a tocar una pole con tanta facilidad un error de este tipo saca de quicio a cualquiera. Y eso quien más lo conoce esta temporada es el que mañana sale en pole.

Por Oriol Muñoz

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