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Los ciudadanos están pendientes de las acciones del gobierno. El apoyo crece cada vez que las principales instancias toman medidas relevantes para el país. No se entiende, entonces, por qué titubear para tomar decisiones en asuntos secundarios.

Altice

La autoridad de un gobierno se forja a golpe de coherencia entre el decir y el hacer. No importa que el gobierno anuncie la construcción de grandes obras en todo el país. No importa que anuncie la solución a problemas urgentes del pueblo. No importa que la dirigencia completa del partido sea nombrada en el tren gubernamental y con ella arrastre a los compañeros de la base. Lo que importa es que la cabeza del gobierno tenga un discurso sostenible y coherente, que ofrezca confianza, estabilidad.

La confianza hacia el gobierno depende de que tan firme sea éste en sus decisiones. Y la estabilidad resulta de poner los oídos en el corazón del pueblo.

El gobierno del PRM cuenta con el apoyo del empresariado, del poder mediático, entre otros poderes. Eso quiere decir que el licenciado Luis Abinader goza de autoridad para tomar las decisiones requeridas para enfrentar las dificultades que hoy se presentan.

La autoridad ganada en buena lid debe estar sustentada en hechos. Si las decisiones se asumen, o se precipitan en base a informaciones confusas y sin fundamento, el gobierno se verá obligado a recular. Veamos.

Desde el inicio el gobierno del licenciado Abinader muestra con claridad su disposición de cortar la corrupción por lo sano, es decir, empezando por casa, por sus propios allegados. Se entiende que romper con las tradiciones es y seguirá siendo difícil. La mala costumbre de condenar a los de enfrente y hacerse de la vista gorda con los míos es práctica tan vieja como la humanidad.

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Consciente de la dificultad, el mandatario ha suspendido o pedido la renuncia a los funcionarios involucrados en casos de corrupción, dentro del gobierno. La firmeza del Presidente no tiene referente en la historia política reciente en el país.

Por ejemplo: Kimberly Taveras, exministra de la Juventud, tenía relaciones cercanas al presidente, pero fue la primera que se vio involucrada en hechos de corrupción. Es el mismo jefe de Estado que le solicita a su amiga la renuncia del ministerio, como en efecto ocurrió.

¿Alguien recuerda el escándalo de las jeringuillas compradas a sobreprecio en Promese Cal? El exdiputado Robinson Días y el Dr. Plutarco Arias, director de Promese Cal y ministro de Salud Pública respectivamente, eran los principales señalados por el hecho. El licenciado Abinader Corona obligó al primero a renunciar y destituyó sin contemplaciones al segundo.

El conflicto más reciente se produjo en la Lotería Nacional. En un sorteo transmitido por televisión programaron con antelación que el número 13 saldría como el primer premio. Las trampas fueron descubiertas. Por poquito la culpa se queda en un pobre ciego y una joven comunicadora con habilidades de maga. Pero lo mucho hasta Dios lo ve. Hoy el director de la institución, Luis Maisishell Dicent, guarda prisión como principal imputado de la Operación 13. El jefe de Estado podía librar de la prisión a Dicent. Pero Abinader dice que eso es un tema de la justicia.

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Es innecesario señalar todos los casos de corrupción donde el Presidente ha cortado de cuajo la manzana podrida.

De ahí que no se entiende por qué el presidente Abinader arriesga la credibilidad de su gobierno para salvar al Canciller Roberto Álvarez Gil. Si Álvarez metió la pata respecto al canal sobre el río Masacre que construye Haití, que corra con la suerte de los anteriores.

De otro lado, ¿por qué hablar de una tercera dosis de la vacuna contra la Covid-19? ¿Por qué ahora si todavía el país no ha concluido la aplicación de la primera, ni mucho menos la segunda dosis? ¿Por qué si la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) dicen que no hay evidencia científica de que sea necesario aplicar una tercera dosis?

Si Raquel Peña, vicepresidenta de la República, quiere arriesgar la faja queriendo brillar con el anunció de la tercera dosis, o la cuarta o la quinta, ese es su problema. El problema del mandatario, en cambio, está en seguir gobernando para dar el frente a la corrupción al interior de su gobierno. Porque combatir el flagelo dentro de su propio gobierno sienta las bases para hacer lo propio con los gobiernos anteriores.

Así la Procuraduría General de la República tendría más cancha para entrarle con todo a todos.

Por Miguel Ángel Cid Cid

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Twitter: @miguelcid1

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