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Financial Times publicó una nota la semana pasada según la cual fuentes opositoras habrían develado que tres de los cuatro principales partidos de oposición en Venezuela planean finiquitar el ‘gobierno interino’ que virtualmente preside Juan Guaidó. 

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Posteriormente, CNN aseveró que sus fuentes confirmaron información similar y que el mes de enero de 2023 sería la fecha en la que Washington quitaría el reconocimiento de presidente a Guaidó, quien desmintió la versión en entrevista a este medio.

Independientemente de la veracidad de estas fuentes, así como de la factibilidad de que este escenario ocurra, estos medios no hacen sino reiterar el cambio tanto de enfoque que ha emprendido la Casa Blanca sobre el tema Venezuela como la estrategia opositora para obtener el poder político.

Dichas informaciones no hacen sino afianzar la tendencia al debilitamiento del interinato. De confirmarse estas, podrían acelerarse las decisiones que requiere efectuar la oposición para entrar de lleno en la disputa presidencial del 2024.  

Afianzar la tendencia

La anterior gira del secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, por Suramérica confirmó modificaciones en el repertorio discursivo sobre la postura hacia Venezuela, si bien aún tímidas, lo suficientemente evidentes como para comprender que el enfoque viene transmutando.

Venezuela, desde la postura del funcionariado estadounidense, ya se relaciona más con el tema de la inmigración irregular hacia EE.UU. que con un “régimen que hay que cambiar urgentemente”, como lo pregonaban estos hacia finales de la década pasada. 

Guaidó es un obstáculo para la normalización de relaciones económicas, para la apertura del mercado petrolero venezolano y también para la concreción de una vía política que permita a la oposición entrar por el carril democrático.

Las negociaciones directas entre la Casa Blanca y Miraflores, (dejando de lado a los actores de oposición venezolana más cercanos a Washington) que han producido evidentes saldos como el intercambio de presos entre ambos países, así como cierta suavización de las sanciones, son la más dura señal hacia un interinato que boquea por su inefectividad.

Después de tres años y medio, ningún objetivo ha sido logrado por este y su supervivencia no tiene sentido para ningún actor político, salvo Guaidó y su partido Voluntad Popular (VP), que aún poseen activos bajo su égida.

El ‘gobierno paralelo’ es un obstáculo para la normalización de relaciones económicas, para la apertura del mercado petrolero venezolano y también para la concreción de una vía política que permita a la oposición entrar por el carril democrático y disputar unas presidenciales con un mínimo de condiciones que le permitan su competencia.

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Si bien las negociaciones en México son constantemente convocadas por algunos actores de oposición, la relación directa de Washington y Caracas no hace sino quitarle fuerzas al reinicio del diálogo y debilita a la oposición como polo de poder beligerante con la fuerza suficiente para negociar con un adversario que le estima endeble y desalentado.

¿Cómo quedaría la oposición?

Más allá de las posibilidades reales de un acuerdo entre gobierno y oposición venezolana, esta última requiere, para poder retomar el camino electoral, enterrar las secuelas políticas que sufre a partir de la derrota que sufrió su llamado rupturista y cuyo principal subproducto es el interinato. 

Dicho de otro modo, el ‘gobierno paralelo’ es el principal obstáculo para entrar por la senda democrática y electoral y, por ende, para intentar conseguir el poder político.  

Hay variados actores de oposición que no parecen querer volver al camino insurreccional pero también hay otros, especialmente los más radicales, que podrían nuevamente retomar esta estrategia si quedan excluidos.

Una serie de problemas internos le impide acelerar el diseño de una estrategia electoral en tanto en el seno opositor aún hay actores políticos que rechazan la legitimidad del Consejo Nacional Electoral (CNE) y quieren desarrollar pautas que no van a ser aceptadas por el establecimiento político, como la participación de actores inhabilitados o el voto de los migrantes. Esta desavenencia pone en riesgo a las primarias opositoras, que hasta ahora todos han aplaudido, y puede desencadenar un nuevo llamado de abstención, lo que implicaría retrotraerse al espíritu de 2019 y con ello perder la oportunidad de disputar las presidenciales.

Hay variados actores de oposición que no parecen querer volver a este camino insurreccional pero también hay otros, especialmente los más radicales, que podrían nuevamente retomar esta estrategia si quedan excluidos del proceso interno.

La oposición moderada por su parte necesita movilizar nuevamente a sus bases a las que ha convocado de manera sistemática a la abstención en varios comicios desde 2017. Cualquier nuevo llamado al boicot electoral de algunos actores puede tener como consecuencia la merma masiva del voto opositor. 

Trump en campaña: ¿vuelve el abstencionismo?

Este escenario rupturista entra en la palestra nuevamente debido al regreso del expresidente Donald Trump a la política y a su reclamo reciente de volver a la “máxima presión” hacia el Ejecutivo venezolano. Fue desde su gestión que se impuso el escenario insurreccional que podría tratar de volver a posicionar, sobre todo si tomamos en cuenta que las campañas presidenciales de ambos países podrían ir en paralelo hacia finales de 2024, tal como lo plantean las constituciones de ambos países.

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Esta coincidencia cronológica puede ser modificada. El presidente Nicolás Maduro ha expresado la posibilidad de un adelanto electoral, lo que pone a la oposición en una verdadera encrucijada, ya que requiere de tiempo suficiente para desandar todo el andamiaje que aún marca el interinato. Por ello, si bien el desconocimiento a Guaidó por parte de Washington podría facilitarle este tránsito, un adelanto electoral podría marcar su derrota definitiva si las elecciones llegan antes de la superación, al menos táctica, de su conflicto interno, que pasa por la realización de unas primarias cuyo diseño aún no tiene consenso entre sus múltiples sectores.

El desconocimiento a Guaidó por parte de EE.UU. puede ser un paso en firme para permitir a la oposición adecuarse a la nueva realidad institucional, que formalmente desconoce pero que deberá acatar.

Para cumplir con este camino de normalización institucional que le permita su participación electoral, la oposición debe desechar las posturas que claman por salidas violentas que algunos sectores siguen convocando. Por ello, la Plataforma Unitaria (PU), que reúne a sus principales partidos, debe aclarar los términos de su incursión comicial, que podría excluir a actores de mucho peso (mediático y financiero) debido a las inhabilitaciones de las que son objeto y tendría que aceptar la imposibilidad de que la mayoría de migrantes pueda participar, lo que seguramente generará mucho malestar y un posible desconocimiento de la ruta escogida para lograr la unificación. 

Hasta que no diseñe su ‘camisa de fuerza’ para la reinserción, todavía el conflicto interno no estará saldado y será cuesta arriba una participación unitaria y consensual, lo que puede provocar varias candidaturas paralelas o el llamado a la abstención de algunos sectores de peso. 

Por ello, el desconocimiento a Guaidó por parte de EE.UU. puede ser un paso en firme para permitir a la oposición adecuarse a la nueva realidad institucional, que formalmente desconoce pero que deberá acatar.

Guaidó se viene comportando hace meses ya no como el ‘presidente interino’, sino como un precandidato en campaña, pero su inhabilitación a ejercer cargos públicos puede obligar a la PU a relegar su aspiraciones, lo que seguramente causará enorme malestar en su partido con mucho apoyo en Europa y EE.UU, principales fomentadores de la salida insurreccional que ha sido estruendosamente derrotada. 

Por todo ello, deslindarse de su pasado reciente y de las tutelas de los sectores más conservadores de EE.UU. es el difícil paso que no terminan de andar.

El tiempo transcurre en su contra. 

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