Regresaba de tarde camino a San Juan, de una asignación del trabajo en Guayama, por el expreso Luis A. Ferré. Fue durante el otoño boricua, cuando oscurece más temprano y el calor no suele ser implacable. Mientras pasaba el tiempo, la resolana se filtraba entre las nubes piponas y grises que preludiaban un aguacero. Y más horrible era el dolor de cabeza, las pulsaciones en un lado de la cara, las ganas de vomitar y el ruido insoportable de los camiones que pasaban. Hasta que empezó a reducirse mi campo visual y aparecieron destellos saltarines. Lucecitas (o “cocuyos”, como los llamaba mi abuela), y supe que no podía seguir guiando; que lo más prudente era detenerme en el paseo, aunque estaba sola y me diera miedo. Nunca olvidaré esa experiencia: mi peor ataque de migraña con aura.
Esperé una hora, medio recostada, sin quitarme las gafas. Llamé al trabajo -porque la redacción del periódico quedaba más cerca, desde ese punto, que mi casa- y expliqué que entraría directo al departamento de fotografía, donde había un sofá y luces tenues, a pasar el episodio migrañoso. Mientras, mis colegas me recibirían con la “medicina”: café negro, Coca Cola regular, chocolate y las pastillas “over the counter” de acetaminofeno, aspirina y cafeína que estaban en mi escritorio. Que de esas -desde entonces- siempre tengo un frasco adicional en la guantera.
La migraña no es nueva en mi familia materna. A mi abuela la aliviaba un brebaje caliente de chocolate con jengibre, siempre que quedara “bien picoso”. A mi mamá igual. Mi generación es la que decidió ir al neurólogo. De hecho, todavía, según expertos, la migraña es una condición médica que no se diagnostica lo suficiente, que varía de persona a persona y puede presentar un cuadro complejo, incluso cambiante, debido a la irregularidad del clima. ¿Por qué?
Luz, frío y calor
Las horas de luz diurna y su intensidad son un estímulo externo determinante de la actividad cerebral. De día estamos activos y de noche dormimos, porque el cuerpo funciona, en cada estado, por lo que se conoce como el ciclo sueño-vigilia. Pero, la duración del día y la noche varía durante el año. Por tanto, el sol hace variar las horas de luz solar que recibimos y produce las estaciones que modifican los ritmos biológicos de los seres vivos, tal como explica el artículo “Otoño, luz y patología cerebral” del blog “Neuronas en crecimiento”, de la neuropediatra María José Más.
“El equinoccio es cuando más se nota el cambio en la duración de la luz solar”, menciona la doctora española. “En otoño cada 24 horas habrá tres minutos menos de luz solar hasta llegar el solsticio de invierno, el día con menos horas de luz del año. En primavera sucederá justo lo contrario. Ese cambio gradual de la duración de las horas de luz permite a nuestro reloj interno ajustarse sin dificultades, pero si los cambios son bruscos, la adaptación puede ser más difícil. Es lo que sucede en los viajes rápidos a largas distancias y también en los cambios de hora de primavera y otoño”. De hecho, “la disminución de las horas de luz se nota en mi consulta de neuropediatría, que se llena de cefaleas (la migraña es un tipo de cefalea que se repite periódicamente), epilepsias, tics y trastornos de ánimo que pueden acompañar otros problemas”.
Juan Fernando Moreno -médico internista- dice en entrevista a la edición en línea del periódico El País que “hay muchos factores en el clima que pueden influir en la cantidad y severidad de los casos de migraña”, y que “las personas deben tener en cuenta ciertos factores a los que, si se exponen constantemente o de manera repentina, pueden precipitar episodios de migraña. Por ejemplo, el frío o calor extremos, la alta humedad, incluso los tiempos tormentosos”.
Al mismo medio, la doctora Ximena Rosero, generalista, abunda que, aunque no hay una causa exacta de las crisis de migraña, ciertos estudios muestran que los cambios en la presión atmosférica inciden.
“Esto se debe a que la variación del tiempo desencadena una serie de alteraciones en las sustancias químicas del cerebro, entre ellas la serotonina, lo cual conlleva a un proceso de vasodilatación o aumento del calibre de los vasos sanguíneos de las meninges (membranas que recubren el cerebro), provocando así la crisis migrañosa”. De ahí que, al estar inflamados, pero estrechos en el mismo espacio, causen un fuerte dolor de cabeza que afecta un lado o parte de esta y, en la mayoría de los casos, va acompañado de naúseas y vómito, por lo que se recomienda que el paciente lleve un diario en el cual enumere cada episodio de migraña con su descripción específica como: día, tiempo de duración y posibles factores que lo causaron. Esto puede ayudarte a determinar si tienes activadores meteorológicos. Por ejemplo, si el día está muy lluvioso o frío, evita exponerte, si estos factores parecen provocar tus dolores. O si va a viajar a clima cálido, y este es tu factor detonante, ¡no olvides empacar tu medicamento!
Sentido y sensibilidad
“El cerebro de una persona con migraña es más sensitivo”, afirma la neuróloga puertorriqueña especializada en cefalea, Franchesca Fiorito Torres, con oficinas en la Avenida Winston Churchill.
A través de su cuenta de Instagram -desde donde suele presentar vídeos e información educativa para orientar a la ciudadanía especialmente sobre el tema de la migraña y su tratamiento- la doctora explica que el cerebro, en un paciente con migraña, “no tolera cambios ambientales” como en el caso de alguien que no padece la condición.
“La presión barométrica, la temperatura, los viajes, los cambios hormonales (en las mujeres), el estrés, el exceso de cafeína, los alimentos, no dormir bien, entre otros factores, van a desencadenar estos ataques”, asegura la experta.
“Sin embargo, una persona con migraña puede hacer esos ‘desarreglos’ y no le da dolor, mientras que a otra sí puede darle un ataque de migraña. Así que toda persona es diferente. A algunos les da más migraña en verano, por el calor, a otros es la humedad y en otros casos el detonante es el frío. Lo importante es que uno, con la ayuda de su médico, pueda identificar su propio patrón. Porque la migraña, aunque no la vemos, como otras condiciones, sí existe y puede llegar a ser incapacitante”.
“Existe la tormenta perfecta cuando hablamos de migraña”, manifiesta Fiorito Torres, quien también sufre de la condición, que requiere de un diagnóstico clínico, fundamentado en el historial del paciente y demás estudios que descarten otras razones.
“Eso significa que una combinación de factores desencadenantes -o triggers– se pudieron haber unido ese día, precipitando el ataque, pero no siempre es por el mismo factor. No todo el mundo tendrá los mismos síntomas, por eso deben acudir al médico”.
Por Larissa Vázquez Zapata