Por Víctor Bautista
@viktorbautista
La crisis de dimensiones insospechadas que estamos viviendo -nadie está en capacidad de establecer cuando tocará fondo ni el impacto derivado- impone un estilo de Gobierno centrado, preciso, rápido en las decisiones y dispuesto a dar muchas horas de trabajo basadas en objetivos.
De hecho, la transición y la curva de aprendizaje no deben retardarse, pues el día de 17 de agosto -horas después de la asunción del poder- los ciudadanos esperamos las primeras medidas concretas acerca de la ruta que seguirá la gestión de crisis.
En ese contexto, ha sido previsor el presidente electo Luis Abinader al designar con tiempo a su “task force” y muy prudente el mandatario saliente Danilo Medina, al garantizar facilidades, interacción y suministro de información a quienes asumirán las riendas del país.
No hay tiempo para “patadas voladoras” ni cabe el alegato del “proceso de adaptación” o “el lío que encontré” (sin convertirse en agente de la impunidad) para postergar las decisiones fundamentales, concatenadas, inaplazables.
El viernes pasado, en un Live por Instagram con el consultor en comunicación e innovación Melvin Peña, concluimos que Abinader ha forjado hasta ahora un equipo de Gobierno que, en principio, refleja calidad.
Ambos estuvimos acuerdo en que, sin embargo, eso no basta, porque es necesario conseguir una orquesta afinada, que ejecute partituras, sin descarrilamientos repentistas. Y es que muchas estrellas juntas pueden crear ceguera.
En otras palabras, más que funcionarios atraídos por los privilegios y los poderes de la función pública, vamos a necesitar gerentes que deberán asumir sacrificios por el país y por la imagen de su propio Gobierno que tantas expectativas concita.
En lo que respecta a la gestión de la comunicación en tiempos de crisis, podrán convivir múltiples estilos, capacidades, culturas, formatos, pero sobre unos lineamientos definidos por la información oportuna, la rendición de cuentas, la transparencia, el reconocimiento del error (cuando se registre), la enmienda y la verdad, aunque duela.
En síntesis, la crisis obliga a tener un Gobierno de “storydoing” más que de “storytelling” y mucho menos de narrativas fantasiosas de bocinas a sueldo.