La falta de un régimen de consecuencias nos ha conducido al caos social, político y económico. No hay respeto por las leyes o normas. La costumbre de “dejar hacer y dejar pasar” se ha convertido en ley, de tal manera que nadie quiere cumplir sus obligaciones ciudadanas.
Así como no respetamos las señales de tránsito, las luces de los semáforos, los policías en las vías, tampoco queremos estar al día en el cumplimiento de los procedimientos de ley. Este país es un desorden de arriba hacia abajo. Hasta que no hagamos una revolución cultural, que la gente (toda) pague las consecuencias de sus errores o inconductas, (violación de las leyes) no avanzaremos. Seguiremos en un circulo vicioso que no nos permitirá superar los escollos del subdesarrollo. Si queremos cambiar la sociedad debemos comenzar con nosotros mismos, pensar y actuar como ciudadanos, no como individuos.
La corrupción ha sido una constante desde antes de ser país, es decir, antes de fundar la República. Digamos que es un mal endémico, una enfermedad que la arrastramos por siglos. La impunidad ha primado siempre. Dictadores van, dictadores vienen, déspotas van, déspotas vienen, gobiernos van, gobiernos vienen, sin que nadie haya decidido detener el saqueo de los bienes públicos. Al contrario.
Trujillo era ambicioso, ladrón y asesino. Convirtió el país en su finca, a los hombres y mujeres en súbditos por más de 30 años. Muerto el sátrapa (bien muerto y bien matado) su impronta ha sido imperecedera, como una espada de Damocles. Los Trujillistas no fueron aniquilados. Grave error, el trujillismo, como ideología, como cultura, siguió vivo hasta nuestros días. “Destrujillizar” el país debió ser la primera tarea en 1961, pero no se hizo. Hemos pagado muy caro el no cumplimiento de ese propósito. 60 años después Trujillo sigue vivo.
Los gobiernos más corruptos de la historia dominicana han sido los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana. Si bien los anteriores habían sido corruptos en mayor o menos medida, ninguno como los que encabezó el PLD. Rompieron el “robometro”, el “corruptrometro”. Llegaron en chancletas y salieron en jeepetas, luego en helicópteros y hasta en aviones. Se les fue la mano creyendo que nunca se irían del poder, y qué, en cualquier caso, la impunidad los protegería de todo mal, como ha ocurrido siempre. No creyeron que la justicia los alcanzaría. Tenían razón al pensar así. Es la costumbre. Y la costumbre hace ley.
Sin embargo, el presidente Luís Abinader, hijo de un hombre honrado como don José Rafael, ministro de finanzas del gobierno constitucionalista de Francisco Caamaño, (hay que recordarlo) quiere romper la tradición, terminar con la cultura del robo de los bienes públicos, prometido tolerancia cero con la corrupción, fin de la impunidad, saneamiento del Estado y una justicia independiente que cumpla con su labor. No es ni será fácil. La estructura corrupta del Estado es muy amplia y poderosa, está incrustada en todas las instituciones civiles y militares. Hay gente dispuesta a matar al presidente o intentar un golpe de Estado antes que perder sus privilegios. Tendrá que dormir con un ojo abierto y el otro cerrado para no terminar derrotado como Ulises Espaillat y Juan Bosch.
Habrá una gran resistencia por los allanamientos, apresamientos y sometimientos a la justicia. El aun poderoso PLD no se quedará de brazos cruzados, ni los sectores cómplices de las atrocidades cometidas durante 20 años contra ese pueblo. Será difícil hacer justicia, recuperar lo robado y condenar a los desfalcadores. Los desplazados del poder tienen mucho poder con el dinero acumulado durante 20 años, en el Ministerio Público, Policía y medios de comunicación, cientos de bocinas que han comenzado su labor de desacreditar y condenar al gobierno de Abinader, etc.
Como las investigaciones judiciales involucran directamente al ex presidente Danilo Medina, que deberá ser citado en cualquier momento, incluso, sometido a la justicia, el PLD ha elaborado un plan para desacreditar la justicia y al gobierno, denunciando el proceso de lucha contra la corrupción como un “show mediático”, “persecución política”, “incumplimiento del debido proceso”, etc. Es por eso que el pueblo organizado debe respaldar al gobierno, tomar las calles y movilizarse en todo el territorio nacional para exigir ¡no a la impunidad!
PD: Resulta ofensivo y obsceno defender corruptos bajo el alegato de que tienen derecho a una defensa cuando en realidad merecen la muerte o cadena perpetua, para compensar de algún modo el daño que le infligieron a la sociedad. Hay que no tener conciencia social para defender en los medios de comunicación o en un estrado, a quien le roba al pueblo su bienestar y lo condena a la pobreza.
Por JUAN T H