Por Agustín de la Cruz (Sugar).
Antes de emitir mis críticas debo reconocer el esfuerzo importante realizado por los organizadores para que nuestra comunidad dominicana radicada en la ciudad de New York comience a asimilar que este como otros eventos de multitudes están reiniciando sus actividades.
Ya desde antes de la llegada de la pandemia, llovían las críticas sobre dicho evento al que venden como la más importante representación cultural para los dominicanos de la gran manzana, pero en la realidad nunca ha sido así, pues la cuota política sigue superando la cultural.
Nuestro desfile de Manhattan, es lo que más se asemeja a la celebración de “La Parada Boricua”, pero por razones políticas a ellos le luce, no podemos permitir que nuestras nuevas generaciones pierdan nuestra identidad, nuestras costumbres, cosa que los organizadores del “National Dominican Day Parade”, al parecer ignoran o no les importa.
A pesar de que todos los desfilen permiten altoparlantes enormes y potentes, hookah, música y bailes vulgares, cada año son menos los jóvenes de ascendencia dominicana que se interesan en apoyar un evento que debe servir para mantenerlos conectados con nuestras raíces culturales, no urbanas. En esta versión le debemos a Johny Ventura la inclusión de nuestro merengue.
Es más de lo mismo cada año, poca creatividad, tal parece que desconocen que el dominicano en el exterior, es el más patriota de los dominicanos, es quien añora mantener contacto con sus raíces culturales, con esas pequeñeces que tal vez en el país hayan perdido su importancia, pero el dominicano de ultramar las extraña.
Ciertamente estamos en los Estados Unidos, pero New York es una ciudad cosmopolita y ese desfile es de y para dominicanos, entonces, por qué tiene que ser promovido y realizado en un 90% en inglés.
Ojala y mis críticas en vez de irritar su ego, sirva para buscar herramientas culturales para lograr que nuestras nuevas generaciones se integren a tan importante evento.