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El trabajo compone un área muy importante en las nuestras vidas tanto por su impacto económico, como físico, psicológico y social debido al tiempo y energía que invertimos en este cometido cada día. El ambiente laboral, los compañeros de trabajo, las tareas y el propio desarrollo profesional tiene un impacto en nuestra salud de tal manera que existe un tipo de estrés específico relacionado con el trabajo. Se trata del estrés laboral, tal y como explica a CuídatePlus Elisa Sánchez, psicóloga del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid (COP): “El estrés se puede suele definir como un proceso a medio largo plazo con unas fases de alarma, resistencia y agotamiento y, sobre todo, tiene más indicadores fisiológicos (que la ansiedad) y daños para la salud física”.

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Por tanto, a la hora de hablar de ansiedad y estrés laboral esta experta sugiere la necesidad de diferenciarlos, aunque ambos conceptos estén relacionados con la emoción del miedo (cuando se percibe una amenaza o un daño y se tiene la percepción de no tener las herramientas necesarias para afrontar la situación).

“La ansiedad sigue siendo una emoción más intensa y anticipatoria de la situación, el miedo suele ser más más real, y la ansiedad algo que anticipamos que nos puede ocurrir porque nos ha ocurrido en otros momentos o a otras personas y pensamos que también nos puede pasar a nosotros”, aclara Sánchez.

Una vez aclarados los conceptos, esta experta indica que la ansiedad se puede entender como un síntoma del estrés y, si nos centramos en el ámbito laboral, esta psicóloga reitera que el estrés laboral es un proceso más a largo plazo mientras que la ansiedad es algo más intenso y no tiene por qué ser alargado en el tiempo. “No hay una ansiedad como tal vinculada al trabajo, sino que puedes tener ansiedad generalizada o fobias”, añade. 

Entonces, ¿cuándo se convierten la ansiedad y el estrés laboral en un problema? “Cuando se mantienen en el tiempo e impactan de manera negativa en nuestro día a día”, responde Marta Guerra Corral, psicóloga General Sanitaria del Instituto Psicológico Cláritas, quien reconoce que “es normal que en algún momento de la vida laboral nos sintamos estresados o sobrecargados”.

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Esta percepción es compartida por Sánchez quien considera que el miedo en su justa medida es saludable para ser precavidos, estar alertar y no tomar decisiones precipitadas. “El problema es cuando es muy intenso, muy prolongado y muy frecuente: esto hace que tu sistema inmune se resienta y empiece a afectar a tu rendimiento, bienestar físico y emocional y a tus relaciones personales, ahí es el momento de pedir ayuda a los profesionales especialistas”, aconseja Sánchez

Esta experta destaca que la salud es un estado de bienestar físico, psicológico y social y cuando no nos encontramos en ese estado de bienestar es cuando nos afecta a la salud (no comes bien, te cuesta dormir, tienes respuestas inadecuadas hacia los demás y, en el ámbito laboral, decae la productividad y el rendimiento). 

¿Cambiar de trabajo sí o no? 

Con respecto a en qué situaciones puede ser saludable un cambio de trabajo, la psicóloga General Sanitaria del Instituto Psicológico Cláritas sugiere que “en el momento en el que este estrés laboral trae como consecuencia el desarrollo de algún trastorno psicológico como la ansiedad, la depresión o el abuso de sustancias, es momento de parar”.

Sin embargo, esta experta advierte que parar no significa en todos los casos cambiar de trabajo: “Es importante que aceptemos y reconozcamos lo más rápidamente posible que en esas condiciones no podemos seguir trabajando de manera eficaz. Una vez hemos parado, hay que tratar de disminuir los síntomas de estrés laboral. Si tras mucho esfuerzo no logramos encontrarnos mejor, quizás sea el momento de plantearnos si queremos seguir en el puesto de trabajo actual”. 

En esta misma línea, Sánchez comenta que dejar el trabajo no es siempre la única solución. A su juicio, antes de tomar esta decisión puede ser conveniente pedir ayuda, desarrollar nuestras capacidades profesionales y habilidades de regulación emocional. “Si la persona, ante una situación neutra como hablar en público o tener una reunión, lo percibe como una situación muy amenazante, aunque cambies de trabajo, no se soluciona el problema; hay que aprender a valorar las situaciones de una forma más equitativa”, detalla Sánchez. 

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De manera, que cuando los mecanismos como el desarrollo de competencias o la solicitud de ayuda ante una sobrecarga de trabajo no cambian la situación, sería entonces cuando se aconsejaría valorar abandonar el empleo. “Cambiar el trabajo será más o menos conveniente en función de la situación personal de cada uno. Es fundamental aprender a escuchar lo que nuestro cuerpo nos está pidiendo en cada momento y saber darle respuesta”, añade Guerra. 

Cómo identificar la ansiedad y el estrés laboral 

Según Sánchez, existen estresores laborales como la sobrecarga de trabajo y la percepción de falta de recursos que producen un desequilibro entre aquellos que nos demandan en nuestro puesto de trabajo y cómo afrontarlo que está vinculado con el miedo (emoción asociada a la ansiedad y el estrés). “En cuanto a los indicadores, pueden ser similares, normalmente diferenciamos cuatro sistemas de respuesta: la parte cognitiva, emocional, fisiológica y conductual. En todo hay una superactivación porque nuestro pensamiento está acelerado y puede que nos lleguemos a bloquear, falle la memoria, tomemos decisiones erróneas; emocionalmente sentimos sensación de incomodidad por el cortisol y la adrenalina, inseguridad, y fisiológicamente aparece la respiración acelerada, el tartamudeo, el aumento de la frecuencia cardiaca y los gestos bruscos y acelerados y, se perciben cambios en la conducta que perciben los demás de nosotros mismos”, detalla Sánchez.

Por su parte, Guerra indica que los indicadores de la ansiedad y el estrés laboral son diversos y varían en función de la persona. En su experiencia, algunos síntomas que nos pueden ayudar a identificar si es nuestro caso son: la falta de energía, cuando nuestros niveles de rendimiento en el trabajo son bajos, tenemos sensación de fracaso e impotencia, nos cuesta desconectar, nos notamos más nerviosos y con dificultades para concentrarnos, estamos más irritables o dormimos peor. “Notamos que nuestra salud física empeora, por ejemplo, nos duele la cabeza o tenemos problemas intestinales con mayor frecuencia”, concluye.

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