Por Pablo Fidel Castillo
Vivimos en tiempos donde los medios de comunicación y personas defensoras de ideologías convierten la imagen del hombre varonil y casi todo lo masculino en algo negativo y “tóxico”. Y es que por el mero hecho de nacer varón se te asignan los atributos de lo que Jordan Peterson llama “el Padre tiránico”, cuando eso es solo una de las tantas posibles facetas que podría desarrollar un hombre.
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Es bueno recordar que se nace siendo varón, que no te asignan el sexo. Esto está comprobado científicamente. Y es bueno subrayar que tal atributo (el sexo) lo determina el aporte genético del padre biológico al momento de la concepción. Sí, es el padre quien determina el sexo, incluso el de las mujeres.
Es lamentable que personas sin el conocimiento y/o sin la madurez necesarios para comprender la multiplicidad de factores que forman el carácter del ser humano, su personalidad, sus posturas, sus creencias y su forma de actuar en la vida, sean los portavoces de un cambio que se apoya en el manejo inadecuado de conceptos científicos, en el uso frecuente de eufemismos y en la manipulación emocional de las multitudes. En definitiva, desde un punto de partida tal, es difícil esperar algo bueno. Son estas personas y medios de comunicación social quienes se dan la tarea de demonizar lo masculino, lo viril, la fortaleza física, la ambición y la competitividad, siempre y cuando vengan del hombre; cualidades que no siempre son representadas por los hombres, pero que lo por general es el caso.
Suelen hablar de la “masculinidad positiva”, pero se ocupan de crear un contexto para que, en general, la masculinidad sea percibida como tóxica. Desde sus fundamentos se evidencia un error de pensamiento que, deliberado o no, busca atribuir a lo masculino una naturaleza maligna; insinúan que de alguna manera, el mal es inherente al hombre. Todo este andamiaje de prejuicios va en contra de lo científicamente probado, contra lo lingüísticamente correcto y contra lo jurídicamente establecido, puesto que, según la tradición jurídica “toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario”. Sin embargo, la ideología en boga y el lenguaje políticamente correcto trabajan para tornar la verdad en otra cosa, y a partir de premisas adulteradas, hacer que el hombre sea culpable desde el momento mismo de la concepción.
Promueven esta visión porque son incapaces de aceptar el papel tan importante de lo masculino para la sociedad en general. Lo masculino, que viene ligado a la figura del padre, influye de gran manera en la formación de la personalidad, en el establecimiento de valores, del autocontrol, de la responsabilidad, en la toma de decisiones de las personas y en otros sutiles factores que constituyen lo que somos. No se puede cambiar la sociedad para bien si se deja de lado la faceta más importante y relevante del hombre, la de ser padre. No se puede dejar el futuro en manos de quienes no reconocen la benevolencia, la bondad y el sentido de protección que brinda un buen padre, amigo, novio o esposo, simplemente porque a ellos les toco un padre “problematizado”.
Hay que entender que las virtudes y defectos de los hombres nacen de la misma raíz. Y que solo apreciando la naturaleza del hombre, su deseo de luchar, competir, proveer, proteger, lograr, progresar, se puede orientar la potencialidad masculina al polo correcto.
Finalmente, no se puede partir desde una perspectiva femenina para mejorar lo masculino en el hombre. En contraste, se debería promover la integración de actitudes y valores femeninos a la estructura y fundamentos ya masculinos; porque el orden de los factores si afectará el producto. En todo su sentido, lo masculino necesita distinguirse de lo femenino, pues ya desde la concepción el determinante del sexo es un cromosoma que aporta el hombre. Tal aporte de información genética da paso a una mayor presencia de testosterona que hace que un feto cambie del diseño antropomórfico base, a ser hembra o su complemento natural (varón). Es en esa diferencia dónde nace la riqueza de la interacción de los hombres y las mujeres. Lo que permite el acoplamiento y complementariedad de macho y hembra. Si el mensaje que se promueve no toma en cuenta esto entonces no ha sido bien pensado o está mal intencionado.
Pablo Fidel Castillo
Psicólogo Clínico y de la Salud