Por JUAN T H
La política y el periodismo me han enseñado a no creer nada de lo que me dicen, en público o en privado, a desconfiar de todo, y de todos, aunque sea un poco, y como si no fuera suficiente, a leer los diarios con escepticismo porque rara vez están apegados a la verdad, porque responden a intereses que generalmente no son los más sanos. La prensa miente todos los días deliberadamente. La “objetividad” y la “verdad”, al igual que la criticidad, se perdieron hace muchos años.
Es bien sabido que los medios juegan el papel que les asignan sus dueños, que generalmente son empresarios. Los periodistas no somos los dueños de los medios. (No hay libertad de prensa, hay libertad de empresa, es decir, de los empresarios)
Las transnacionales, monopolios y oligopolios de la información mundial manipulan los hechos, los tergiversan, los ocultan y mienten descaradamente desdibujando la realidad, repitiendo mentiras que pretenden convertir en verdad. La independencia periodística no existe. No ha existido nunca. La independencia de la que alardean algunos periodistas ilusos, al igual que medios locales y extranjeros es una mentira, una falacia, no existe.
No creo nada de lo que dicen las grandes cadenas noticiosas, porque no informan, desinforman, no dicen la verdad, la ocultan o la manipulan. El bombardeo constante de noticias falsas o manipuladas durante 24 horas todos los días crean corrientes de opinión pública para hacernos creer que lo blanco es negro y viceversa, que los malos son los buenos y viceversa. Y lo peor, la gente incauta, enajenada, transculturizada y envilecida, como conejillo de india, cree las mentiras que ve en la televisión, escucha en la radio o lee en los diarios. Esos medios lejos de hacernos más inteligentes nos embrutecen. (Lo que ocurre en el conflicto bélico entre Rusia, Ucrania, la Unión Europea y Estados Unidos, nadie en esta parte del planeta lo sabe porque las informaciones nos llegan cargadas de burdas mentiras. Putin es el “carnicero”, pero nadie ha descuartizado y matado a más seres humanos que los que lo acusan. Solo en Irak mataron a más de un millón de personas, por ejemplo)
El fenómeno de las redes sociales no me enloquece y mucho menos me envilece, como a tanta gente que conozco. Las llamadas redes sociales le han dado derecho y voz a muchos que no deberían tener una cosa ni la otra, por imbéciles. Gente que nunca ha leído un libro en su vida, que apenas sabe leer y escribir torpemente, tiene una cuenta abierta donde suelen defecar sin el mayor pudor.
El móvil para mí es un instrumento que sirve para comunicarme con el mundo. No sigo, ni seguiré a ningún “influencer” que tenga menos nivel intelectual y cultural que yo. Creo que el gobierno debe reglamentar el uso de las redes sociales para que tengan algún contenido, para que no sean letrinas donde los “influyentes” se caguen en los demás sin consecuencia, difamando, injuriando y escribiendo tonterías. No estoy pidiendo censura, pido algún nivel de regulación para detener la podredumbre en muchos medios de comunicación, no solo en las redes, porque es responsabilidad del Estado proteger la sociedad. Las cosas que se escuchan en radio, televisión y se leen en Instagram, Twitter, WhatsApp, Facebook, YouTube, son increíbles, me producen estupor.
La Internet ha contribuido enormemente a la cuarta revolución industrial poniendo al servicio de la humanidad los avances tecnológicos y científicos. No hay duda de ello, es un instrumento positivo cuando se emplea bien, cuando contribuye al desarrollo social, al conocimiento, pero es una barbaridad cuando cae en manos inapropiadas de gente sin cultura, sin conocimiento, sin compromiso más que con la obscenidad y la vulgaridad.
No crea lo que dicen los medios, investigue, busque otras fuentes, lea, fórmese su propia opinión sobre los hechos, no permita que lo manipulen y lo engañen con mentiras.