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Banco Popular

Por Luis González Fabra

En nuestro país hay instaladas más bancas de apuestas que escuelas funcionando.

Altice

A pesar de la vigencia de la ley 139-11 que regula las bancas, casinos y juegos de azar, pareciera que a nadie la importa su aplicación ya que cientos si no miles de estos negocios funcionan de manera ilegal, sin control ni supervisión de autoridad alguna.

Estos centros de apuestas se han regado como la verdolaga y se encuentran al lado o en las cercanías de escuelas, iglesias, parques infantiles, calle y callejones.

Bancas ambulantes

Según me ha informado hasta hay unas especies de “bancas ambulantes” donde un vendedor anda con un “verifone” para aceptar pagos por las apuestas.

Y lo peor de todo es que los que manejan las “bancas ambulantes” penetran las escuelas para facilitar a los maestros sus jugadas, a la vista de los alumnos. Esto, indudablemente, afectará de alguna manera la conducta futura de los niños expuestos a semejante práctica.

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Situación actual

Se estima en 120 mil el número de bancas de apuestas diseminadas por todo el territorio nacional, pero de esas solo 30 mil 750 están registradas y podrían ser objeto de supervisión, el resto anda como chivo sin ley.

A pesar de que el ministerio de Hacienda ha cerrado cientos de bancas en los últimos años, esa labor parece haber decaído ante el empuje de las bancas ilegales que se abren cada día en cualquier espacio disponible.

Problemas y legislación

Uno de los graves problemas de este sector es que muchos legisladores son dueños de banca y a ellos se atribuye en parte el descontrol ya que algunos de esos legisladores tienen un número de bancas registradas, pero operan el doble o el triple de manera ilegal.

Todo este andamiaje es conocido por las autoridades, especialmente por Hacienda, pero no han sido capaces de enfrentar el problema con la energía suficiente, quizás por los intríngulis políticos derivados de los dueños de bancas con asiento en el Congreso Nacional.

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Riesgos y motivaciones

  1. En nuestro país con el 62 por ciento de la población por debajo de los límites de la pobreza la mayoría apuesta a la esperanza.
  2. Algunos juegan por la emoción del juego. Sentirse ganador. Algunos los hacen por diversión.
  3. El juego puede convertirse en un problema para los pobres que continúan jugando a pesar de perder hasta lo que tienen para comer.

En nuestro sistema democrático libertino todos, a excepción de los menores, tenemos derecho a jugar hasta la ropa, si eso queremos. Corresponde al gobierno establecer las regulaciones y hacerlas cumplir para que quienes juegan lo hagan dentro de un marco de legalidad y en espacios definidos donde no alteren ni afecten la cotidianidad de los que no juegan.

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