JUAN T H
El Partido de la Liberación Dominicana está dividido, no por razones ideológicas, políticas o programáticas; está divido por los intereses económicos de dos grupos insaciables, de una ambición insuperable; uno que quiere mantenerse en el poder para evadir la justicia mientras continúa acumulando riquezas, y, el otro, que quiere volver por las mismas razones.
La discusión entre ambos carece de discurso, de propuesta, de contenido. El vacío es tan grande como un hoyo negro en el espacio infinito. Se disputan el favor de la gente, pero con dinero, no con ideas. Leonel Fernández gastó más de cien millones de pesos en un acto en el Estadio Olímpico para presentar dos millones de firmas que nadie pudo ver. Su contraparte responde, no con ideas y propuestas, sino con actos multitudinarios con empleados públicos y beneficiarios de los planes clientelares del Estado. El gasto superó, por mucho, al de Leonel. Ambos tiraron millones de pesos al aire repartiéndolo entre los pobres que ellos mismos crearon.
Danilo quiere comprar otra vez la reelección con los recursos del Estado para no terminar en el banquillo de los acusados o como el ex presidente peruano Alán García. Leonel quiere impedir, a toda costa que lo logre, utilizando, igualmente, el dinero del pueblo acumulado durante los 12 años que gobernó el país. Es una tragedia repetida. Un pueblo ignorante, pendejo y pobre, entre las garras de los buitres de la política gubernamental.
Otras veces he citado las palabras del profesor Juan Bosch en 1982, cuando dijo que “los dominicanos saben muy bien que si tomamos el poder no habrá un peledeísta que se haga rico con los fondos públicos; que no habrá un peledeísta que abuse de su autoridad en perjuicio de un dominicano; que no habrá un peledeísta que le oculte al país un hecho incorrecto, sucio o inmoral”. Pobre viejo, se equivocó en todo. Los dirigentes del PLD han hecho exactamente lo contrario: Se hicieron ricos con los fondos públicos, abusan de su autoridad en perjuicio de los dominicanos, patrocinan y ocultan hechos incorrectos, sucios e inmorales.
El viejo Bosch reclamaba “dedicación al estudio para poder desarrollar la conciencia política”. Sus alumnos, en cambio, decidieron enajenar y embrutecer al pueblo para mantenerlo arrodillado y eternizar su pobreza.
Reclamó –en vano- “una vida pública y una vida privada que se correspondan, porque nadie puede ser al mismo tiempo luz de la calle y oscuridad de la casa, o al revés. No nos proponemos levantar un partido de santos, pero tampoco de diablos”. Sabemos que una buena parte de los funcionarios tienen “doble vida”; una licenciosa que se oculta en las sombras y otra para las fotos de los diarios y revistas sociales.
El pobre profesor aspiraba a un partido de dominicanos serios, capaces de sacrificarse por su país, un partido de dominicanos que ofrezcan, no que pidan, que vayan al PLD para servir al pueblo, no para servirse del pueblo, arruinándolo, corrompiéndolo y sepultándolo en la miseria espiritual y material hasta convertirlo en cenizas, como han hecho.
Esa “pequeña burguesía, arribista y trepadora” a la que se refirió en algún momento, decepcionado y triste, es la que hoy conduce los destinos de la nación, pero con mentalidad de oligarcas, de “tutumpotes” que conducen vehículos de lujo, a los que llamó “pescuezos largos”.
Juan Bosch, que nunca ha sido, ni será, santo de mi devoción, sembró en terreno árido, como en un desierto cosechando yerba venenosa. Ha sido, tal vez, el peor profesor de toda la historia, a pesar de sus buenas intenciones. Sus alumnos se quemaron con muy malas notas en moral y cívica, honestidad y transparencia, pero pasaron otras materias con notas sobresalientes, como corrupción, desfalco, prevaricación, robo, estafa, demagogia, mentiras y fraude, entre otras, que les dio un título, magna cum laude, por lo cual aún se mantienen en el poder mamando intensamente la teta del Estado.
(Por suerte el profesor Bosch murió en la ignorancia y la inocencia que le produjo el Alzheimer y la insuficiencia respiratoria)