El Mirador
Después de siete años suspendido, el gobierno del Presidente Luis Abinader restableció el Sistema Especial de Pensiones para Periodistas, lo que merece un reconocimiento para el jefe de Estado, el cual interpretó sabiamente que así gana más apoyo para su gestión.
¡Es un caso de supervivencia! Esa decisión no va a comprar la voluntad de ningún periodista, pero sí hay que admitir que cuando éste tenga que opinar sobre cualquier tipo de política del gobierno, trataré de ser lo más equilibrado posible. ¡Y así se gana!
Durante el gobierno del Presidente Danilo Medina, no hubo forma de lograr el restablecimiento de las Pensiones, las cuales fueron aprobadas por el entonces gobernante Leonel Fernández, quien, sin importar banderías políticas, de quien debemos decir que jamás se podrá olvidar su apoyo al sector comunicación, en virtud de que no sólo lo respaldó con éstas, sino con el permiso para la importación de vehículos, la entrega de viviendas en todos los proyectos habitacionales del Estado, la asignación de subvenciones para un grupo de Seccionales del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP) y otros beneficios, incluyendo donaciones para el Seguro Médico.
El CDP, que logró esos objetivos, con quien escribe como enlace entre esta entidad y el gobierno del Presidente Fernández, en el régimen de Medina no pudo obtener las pensiones ni ningún otro beneficio como gremio. ¡Sólo porque hubo funcionarios, de los que se endiosaron en el poder, que hicieron hasta lo imposible para que ese jefe de Estado no atendiera a las peticiones del gremio!
Ni siquiera las gestiones individuales de dirigentes periodísticos que trabajaban en el gobierno del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), no lograron restablecer el Sistema Especial de Pensiones. En este primer gobierno de Abinader ya fueron pensionados 44 miembros del CDP y esperamos que se siga con el proceso como ocurrió cuando Fernández. ¡Gracias al actual gobierno y a Fernández!
El Presidente Abinader debe desligarse del propósito de aprobar una de las ya famosas tres causales para oficializar el aborto, que figura en el discutido Código Penal, porque ésta representa el inicio de la despenalización de ese crimen, el más horrendo, porque facultará a médicos abortistas y a grupos ilegales, a matar a millones de criaturas humanas antes de nacer.
Las tres causales significan el estilo del dominicano de negociar cualquier objeto, que aunque su plan es venderlo por dos mil pesos, para poner un ejemplo, pide 2,500 para hacer una rebaja 500, que no hace ninguna, pero el comprador fácilmente cae en el “gancho”.
Los abortistas no suman el 02 por ciento de los votantes en las diferentes elecciones. Es verdad que el presidente de la República se comprometió, cuando era candidato, a poner en agenda el tema de las tres causales para el aborto. ¡Pero ahora gana más si deja de cumplir con esa promesa electoral!
Aprobar la causal que ya está en discusión, apoyada por el reclamo de la industria abortista, de que es para salvar la vida de la madre en caso extremo, es “abrirle la puerta a la legalización del aborto libre, que es en realidad detrás de lo que están los abortistas y así se mostró en los afiches que clocaron en su protesta frente al Palacio Nacional, respaldada por algunos funcionarios que financiaron los gastos de carpas, alimentos u otros.
El mismo derecho que tiene la madre para que se le respete la vida en caso grave, también lo tiene la criatura que está en su vientre.
La lucha debe ser la de tratar de salvar la vida de ambas personas. Por buen gobierno que haga el Presidente Abinader, con millones de católicos, evangélicos, de otras denominaciones religiosas y la mayoría de la sociedad defensora del derecho a la vida humana, hablándoles a sus seguidores diariamente del tema del aborto, no es verdad que será popular. Será impopular hasta el final, no importa su obra de gobierno, incluyendo el Plan Nacional Vivienda Feliz, que es muy bueno.
Sólo hay que preguntarles al ex senador Julio César Valentín , uno de los políticos más populares que tenía, no sólo el PLD, sino el país, o la entonces diputada Minú Tavárez Mirabal, otra gran líder política, que por estar apoyando el aborto perdieron sus puestos en el Congreso Nacional. Si el Presidente aspira a seguir dirigiendo el país, que ya prohibió que se hable de reelección, debe intervenir para que no se apruebe de ese crimen. ¡La reelección dependerá de lo que haga el Presidente! Si lo hace bien y cuenta con la mayoría, podrá modificar hasta la Constitución, si quiere, aunque en la nuestra está establecida una consecutiva.
Pero hay que decir que si el Congreso Nacional aprueba el Código Penal con una de las causales para abortar, el Tribunal Constitucional está en el deber de defender la Constitución de la República, la cual, en su Artículo 37, consagra el derecho a la vida desde su concepción hasta la muerte natural, no el asesinato, como quieren los abortistas, sin pensar en los traumas que provienen en perjuicio de las mujeres, muchas de las cuales-más de un 90 por ciento-no pueden vivir con ese grado de culpabilidad y terminando locas o suicidándose, al igual que los hombres que también motivan ese crimen.
El jefe de Estado no tiene por qué asumir un reto que será negativo para su futuro político. El tema de la reforma policial, asumido con mucho coraje por el Presidente Abinader, debe ser tratado sin fanatismo. Es verdad que en el gobierno actual, como en otros, ocurrieron hechos reprochables cometidos por agentes policiales, pero éstos no son la mayoría.
Hay que introducir los cambios que amerita la Policía y la mayoría de las instituciones de la sociedad dominicana, muchas de las cuales lucen estancadas en su desarrollo. Se sabe que muchos de los integrantes de la Comisión de Reforma Policial, favorecen que esa institución también pueda ser dirigida por un civil, como establece la Constitución de la República, al igual que las Fuerzas Armadas, como existe en muchas de las naciones más desarrolladas del mundo, comenzando con Estados Unidos.
¡Pero siempre habrá un director general operativo, que deberá ser uno de sus generales! Eso es si se establece que la Policía sea dirigida por un civil. Entendemos que la forma no es el problema, sino el fondo. La Policía, como las Fuerzas Armadas, requiere que su personal reciba un salario acorde con sus principales necesidades. ¡Por ahí debe comenzar la reforma policial!
No es verdad que un policía o miembro de las Fuerzas Armadas ganando un salario que no le permita resolver mínimamente los problemas de salud, la educación de sus hijos, sin vivienda, con una deficiente alimentación familiar y andando a pie porque no pueda comprar ni una bicicleta, va a entregarse al 100 por ciento al servicio de la sociedad arriesgando su vida. Luego de resueltos esos objetivos, entonces se podrá imponer la disciplina, la capacitación o la formación a través de los estudios cubiertos por el Estado u otros por los mismos beneficiados.
Más que continuar con nuevos ingresos policiales, preferimos que en la reforma de esa institución se pueda llamar a ex agentes que salieron con buena conducta, presionados por el bajo salario o porque adelantaron sus peticiones para el retiro, aún con muchos años disponibles para el servicio, desde rasos hasta generales, para que retornen de nuevo. ¡Hay que aprovechar sus experiencias!
¡Hay menos peligro de corrupción! También se debe utilizar a ex miembros de las Fuerzas Armadas, que fueron retirados o que pidieron su retiro, siempre con buena conducta, para reforzar a la nueva Policía.
Estados Unidos, por ejemplo, muchos soldados que salieron con buena conducta, son llamados, cuando se necesita, para que presten servicios como contratados o son reintegrados a sus labores. El Estado debe disponer de los recursos necesarios, en cada presupuesto anual, para los planes de viviendas y otros beneficios para todos los miembros de las instituciones armadas que no forman parte de los actuales programas, los cuales-aunque son insuficientes-ayudan en algo.
Eso puede hacerlo, si quiere, el Presidente de la República, basado en la Constitución de la República y la Ley 41-08 de Función Pública, que dicen que éste es el jefe de la administración pública. Cualquier otra decisión contradice esa facultad.
Con respecto al movimiento reeleccionista que hay dentro del Partido Revolucionario Moderno (PRM), debemos señalar que la versión del ex Presidente Hipólito Mejía, de que comparte el “librito” que está usando para gobernar el actual jefe de Estado, Luis Abinader, podría tener dos conclusiones: Una, que el ex mandatario se sienta bien con lo que hace el gobernante y la otra podría ser “un lienzo con jabón, para que el que camina por encima de él, se caiga”.
El país, a causa de la pandemia del coronavirus, tiene muchos problemas. También están los problemas que ya existen en la Policía, los causados por agentes de ésta en perjuicio de ciudadanos y la resistencia interna de sectores de esa dependencia del Estado al proceso de reforma, que no se sabe cómo venga, son situaciones que no favorecen al gobernante en los actuales momentos.
¡Los abusos de algunos agentes, que representan una “menoría”, o un cambio radical a la ligera de esa entidad, están en contra de la sumatoria para una repostulación presidencial, aunque se sabe que los Estatutos del Partido Revolucionario Moderno (PRM), prohíben ésta. ¡Pero se pueden modificar!
El trabajo debe estar dirigido a evitar excesos policiales en contra de la población civil y contar con un órgano armado que recupere la confianza perdida. El trabajo no será tan fácil, pero es importante que se sepa que hay muchos policías o la mayoría, que son eficientes y que la ciudadanía puede confiar en ellos. Es como el caso de que en un barrio haya 10 delincuentes, los cuales provocan más incertidumbre que los más de 100 mil personas que pueda vivir en un determinado sector.
El Presidente Abinader debe manejar este tema con mucho cuidado, en virtud de que las instituciones armadas se consideran “hermanas”. ¡Así como suena, señor Presidente!
“Cuando un padre castiga con una varita a uno de sus hijos, por desobediente, el otro hermano que está al lado probablemente silencia, para no meterse en problema, pero sufre su dolor”.
Por Luis Céspedes Peña
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