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JUAN T H

Altice

Carolina Mejía Gómez no es sólo la hija del ex presidente Hipólito Mejía y Rosa Gómez.

Es mucho más que eso. Ella vale por sí misma.

Tiene una buena formación profesional fruto de sus estudios tanto en el país como en el extranjero, lo que le permite pensar y hablar con voz propia, como en efecto lo hizo con la carta que publicó en sus redes sociales advirtiendo sobre la unidad del Partido Revolucionario Moderno con otras fuerzas políticas, principalmente con la que encabeza el ex presidente Leonel Fernández.

En realidad su misiva no se opone a la unidad con otros partidos y movimientos políticos como garantía para ganar el poder en las elecciones próximas. Es todo lo contrario, es un llamado a la reflexión, a pensar con cabeza fría, a ver lo negativo y lo positivo, los sacrificios que deben hacerse, a ponerlo todo en una balanza antes de tomar decisiones. Es lo políticamente inteligente.

El que suele leer mis artículos y comentarios sabe que me adhiero a ese punto de vista como libre pensador, lo cual no significa que me aponga a los pactos, alianzas y acuerdos coyunturales con el objetivo primario de sacar del gobierno al Partido de la Liberación Dominicana y al presidente Danilo Medina. Nadie es loco para oponerse. (¡Pero…!)

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Me alegra que Carolina, secretaria general del PRM,  haya dicho lo que dijo. Una buena parte de la militancia de su partido y de la sociedad piensan como ella. Que sus palabras consten para la historia. Su postura no era en contra de la alianza y mucho menos una manera de enfrentar al candidato Luis Abinader. En modo alguno. Ella hizo uso de su derecho a la palabra,  a la disensión, lo cual, lejos de perjudicar,  fortalece la democracia interna en cualquier partido.

Decir lo que se piensa nunca es malo ni perverso. Callar sí. Carolina sabía que su carta traería consecuencias, que recibiría un aluvión de críticas, epítetos, etc. Pero las asumió con absoluta independencia. Nadie debió sentirse aludido ni ofendido. “El respeto al derecho ajeno es la paz”, decía Benito Juárez. Y otro gran pensador, intelectual francés, Voltaire, en el siglo 17 escribió: “No estoy de acuerdo con usted, pero defendería con mi vida su derecho a decirlo”.

En estos tiempos de globalización de la comunicación y la información, la gente reclama más participación, quiere que su voz se escuche, que su pensamiento sea respetado, que corra libre como el viento por todos los confines. No al consenso propio de quienes castran el pensamiento de los demás, de los que solo escuchan su propio eco. Por eso me gustó la carta de Carolina, porque dijo lo que muchos pensaban, pero no tenían el valor de decirlo. ¡Bravo!

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Dice René Pérez, de “Calle 13” o “Residente”: “Perdono, pero no olvido”. Yo, ninguna de las dos cosas.  No puedo olvidar, de la noche a la mañana, por oportunismo o coyuntura,  que hasta no hace mucho Leonel  era  presidente del PLD,  que fue tres veces presidente de la República y que en esos 12 años pudo haber transformado las estructuras de poder del país, producir un modelo económico, político y social más equitativo y justo, no olvido que durante sus mandatos la corrupción y la impunidad se paseaban por el Palacio Nacional, el Congreso, la Justicia y las demás instituciones del Estado tomados de las manos, por ejemplo. Si el país está jodido, como lo está, Leonel es de los grandes responsables. Y nunca ha tenido una actitud crítica frente a sí mismo.

¡No lo absuelvan todavía, que no ha pagado sus culpas! ¡Dejen que en todo caso lo haga la historia! Mientras, como dice el pueblo: Marchemos juntos, pero no reburujados.

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